“En el frente, hay personas con ética y sentido de responsabilidad”

Foto: Reuters.

En Ucrania, en el frente de guerra, el enviado del diario El País, Jacobo García, descubrió que había personas que tenían sentido de la ética, de la responsabilidad, y “también con un patriotismo muy diferente al que estamos acostumbrados”.

Los periodistas, dice en entrevista, “estamos muy al pendiente de las declaraciones de (Volodimir) Zelensky, de la Unión Europea, de los misiles, de los tanques, de las trincheras, de esa dinámica belicista”. Y la mayor parte de lo visto en una cobertura de guerra, lo que le pasa a los ciudadanos anónimos, se queda guardado, en la memoria, en las libretas, borradores de una pesadilla.

El corresponsal contó el 11 de junio de 2022 la historia de Natalia, “la mujer que cultiva rosas a 30 kilómetros del frente de guerra en Ucrania”. García relató que era la única jardinera de la ciudad, a quien “el sonido de la alerta antiaérea la vuelve loca después de varias horas. Pero tampoco eso logra alterarla cuando utiliza su herramienta. Ella vive en un mundo paralelo de flores, pétalos, esquejes, tierra oxigenada y pulgones, aunque no queden vecinos para contemplar sus rosas”.

En Kramatorsk, detalló en su crónica el periodista, 75 por ciento de los vecinos de Natalia se habían marchado, pero ella se aferraba a su ciudad: “‘Este trabajo también es importante’, dice Natalia sobre sus flores. ‘A mí me gusta venir a cuidar las plantas porque ayudan a la gente en medio de la depresión. Aunque sea en guerra, es necesario que la gente vea que es posible tener una ciudad limpia y con colores’” (https://elpais.com/internacional/2022-06-12/la-mujer-quecultiva-rosas-a-30-kilometros-del-frentede-guerra-en-ucrania.html)

Dificultades en tierra

Aunque trabaja para uno de los medios más importantes, las dificultades de estar en el frente de guerra no desaparecen. “Ahí da igual del periódico del que vienes”. Detalla que “primero hay una barrera idiomática, luego hay una barrera económica y después hay una barrera logística. Cubrir una guerra es muy caro, moverse al frente, moverse en momentos de escasez de combustible, o de otro tipo, pues cuesta mucho dinero. En lo idiomático pierdes frescura y pierdes contacto, pierdes de alguna forma una cercanía. Yo estoy acostumbrado a cubrir países de habla hispana, y enfrentarme con esa pérdida de matices o de conversaciones, pues también era complicado. Y en la logística también es complicado poder trabajar, porque en ocasiones necesitas un fixer (apoyo logístico), un coche; estás en hoteles donde no hay nada, y comes en pueblos o en ciudades, donde no queda nada abierto”.

Tamaulipas, más peligroso que Ucrania

Con todas las complicaciones que le ocasionó la cobertura, afirma, “prefiero en cuanto a peligrosidad cubrir una guerra de Ucrania que determinadas coberturas que he hecho en Tamaulipas. Porque dentro de lo que cabe hay pequeñas reglas en la guerra que se siguen cumpliendo: se sabe quiénes son los enemigos, dónde están localizados. Tú eres capaz de tener una conciencia del riesgo que corres, tú mides hasta donde quieres llegar. En un sitio como Tamaulipas, los problemas, la violencia o la muerte pueden estar en cualquier lugar, donde tú menos te lo esperes”.

Con todo el horror que ha causado la guerra en Ucrania, concluye, “son muchísimos menos periodistas asesinados en un año de guerra, que en un año en México. A sí que con todo el dolor y todo el problema todavía es más fácil para la prensa cubrir algo así que la violencia en México, en Venezuela o Centroamérica”.

Sufrimiento que permea en toda la sociedad

La guerra tomó de las solapas a muchos pobladores, gente que nunca había tenido en sus manos un arma de pronto se encontraba en el frente. Esas son las viñetas de guerra que Jacobo García lleva en su cabeza. “Recuerdo en Járkov estar con bastantes muchachos con los que yo conviví en zonas del frente, pero que se dedicaban a profesiones y a cosas que nada tenían que ver con la guerra. Mal comían en los búnkeres bajo el sonido de las bombas. Aquellos muchachos tan jóvenes que hasta hace unos días hacían cosas normales, como ir al cine con su novia, a su trabajo o tener que cumplir con sus responsabilidades, de repente estaban metidos en una dinámica que era muy extraña. Me quedo con las caras del cansancio después de muchos días durmiendo, mal durmiendo bajo tierra, saliendo, combatiendo y llegando sucios, arrastrando los pies o con las armas colgando del hombro, después de haber pasado muchas horas en un combate feroz en el que no sabes en qué momento te van a destrozar. Las caras de miedo y de incertidumbre fueron las que más me llamaron la atención. Es una guerra en la que no es fácil encontrarte con imágenes clásicas de cuerpos destrozados que en otros sitios se ven. Pero sí que es importante localizar o ver que todo ese sufrimiento permea en toda la sociedad, sobre todo los chavales jóvenes que tenían una vida normal hasta hace poco”.

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