En la Colonia destacaron algunas mujeres en los espacios político y militar

Conferencia de Gisela von Wobeser, investigadora emérita del IIH, sobre la cultura de la Nueva España

Por la experiencia que todos tuvimos en la educación básica –primaria y secundaria–, incluso en el bachillerato, las mujeres simplemente no figurábamos en la historia, puesto que los temas que interesaban a los historiadores eran los de corte político, militar y eclesiástico. Poco les atraían aquellos ámbitos que han sido más propios del sector femenino”, indicó Gisela von Wobeser, del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH).

Sin embargo, acotó la investigadora emérita del IIH, en los espacios político y militar siempre hubo algunas mujeres que destacaron y figuraron, el problema es que dejaron pocas huellas en las fuentes escritas, por un lado y, por otra parte, la historia casi siempre había sido escrita por hombres.

Incluso, dijo, en el siglo XX una parte importante de la población mexicana era analfabeta, principalmente las mujeres; por ello, como género, “muchas veces no dejamos huella de nuestras experiencias por escrito; finalmente, los historiadores no tenemos la misma libertad que se toman los escritores para recrear situaciones, nosotros tenemos siempre que basarnos en las fuentes”.

En la charla “La mujer en la Nueva España”, indicó que aun cuando no son muchas las fuentes de las que se disponen, diversas referencias sobre las actividades de las mujeres se hallan en los archivos de notarías, pleitos sobre inmuebles, historias familiares, cartas, biografías, censos poblacionales, etcétera.

Mientras más nos acercamos al presente, mayor información encontramos y, en caso contrario, entre más revisamos hacia atrás, los datos serán más escasos, destacó la universitaria en el marco del ciclo de conferencias La mujer en la cultura, organizado por el Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE), en ocasión del Día Internacional de la Mujer.

La especialista en historia colonial expuso que las principales fuentes documentales que hacen referencia a la Nueva España de los siglos XVII y XVIII son iconográficas; es decir, las pinturas de castas de las cuales se han encontrado más de 500 series y en las que los pintores representaron las diferentes clases de mestizos y su tipo de descendencia al juntarse con personas de sangre diferente. “Siempre ha existido cierta controversia sobre hasta qué grado pueden ser una fuente fidedigna”.

Expuso que son, y no, una representación de la realidad, pues se trata de una composición de un pintor, pero remiten a ella y proporcionan una serie de elementos importantes y valiosos como fuente fundamental histórica. En aquella época, el ideal de las mujeres casadas era estar encerradas en casa, dedicadas a los hijos, a su marido y a las tareas domésticas. “Existía otra posibilidad de realización y esa era el convento. También las jóvenes en edad de definir qué querían hacer con sus vidas tenían básicamente esas dos opciones: casarse o ser religiosas, esta última era sobre todo para las chicas de clase alta”.

Idealmente se procuraba mantenerlas aisladas de los hombres, incluso Sor Juana Inés de la Cruz, quien tenía ideas avanzadas relacionadas con que las mujeres debían recibir educación y no mantenerlas en la ignorancia, “decía que muchos padres no podían doctrinar más de lo ordinario a sus hijas y darles una mejor formación porque no había ancianas sabias que se dedicaran a la enseñanza”.

Agregó que en la época virreinal para las mujeres de clase social alta era difícil obtener un ingreso monetario, aunque tenían la posibilidad de trabajar como maestras o costureras, pero prácticamente no existían oportunidades. La sociedad esperaba que los hombres las mantuvieran a ellas.

Por otra parte, recalcó que legalmente las mujeres novohispanas estaban subordinadas al hombre –padre o marido al casarse–, y tenían pocas oportunidades de hacer algo por su cuenta sin la anuencia de ellos. Aunque eso no siempre se cumplió en la práctica, sobre todo en las clases sociales altas, cuando aquellas que tenían dinero, al quedar viudas, podían hacer contratos por su propia cuenta.

Asimismo, las mujeres novohispanas, además de atender a sus hijos y realizar las tareas del hogar, desempeñaron una serie de oficios, algunos de ellos muy comunes como hilanderas, tejedoras, actividades fáciles de realizar en sus casas, o bien ayudantes de sastre, zapateras o cigarreras.

A fines del siglo XVIII en Tlaxcala se instalaron algunas fábricas de hilados y tejido, lo que cambió el tipo de trabajo que desempeñaban las mujeres, ya no lo realizaron en casas en combinación con el trabajo doméstico, sino que comenzaron a salir de sus hogares para ir a laborar como obreras a las fábricas con horarios fijos. Una de las principales actividades para ellas fue el comercio.

Recordó que también estuvieron involucradas en el trabajo de campo, “aunque no he encontrado muchas referencias sobre este tema, lógicamente aquellas zonas rurales no pudieron haberse sostenido sin la participación de las mujeres”.

Gisela von Wobeser mencionó que ellas también se ganaban la vida como costureras, realizando labores domésticas dentro de conventos, donde las élites de las monjas desempeñaban actividades administrativas y de gobierno. Asimismo, existían prostitutas cuyo trabajo era menospreciado, “sin embargo la Iglesia católica y el Estado lo consideraban un mal necesario, pues permitía encausar la libido masculina y con ello proteger a las mujeres honestas de diversas agresiones y resguardar la honra de las familias de la élite”. La participación de las mujeres en actividades artísticas y culturales fue también importante, sin embargo, no existen suficientes fuentes documentales de ello.

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