EN SU SERIE RITMOS, LOS TRAZOS SON LIBRES, EXPRESIVOS DE SENTIMIENTOS Y SENSACIONES

Retrato de la artista, fotógrafo no identificado, s/f . Foto: Centro de Documentación Arkheia, MUAC.

Ritmo súper enredado (1975) es un políptico de nueve piezas de la artista Myra Landau, que forma parte de la serie denominada Ritmos, la cual inició en 1965, durante el prolongado periodo en el que vivió en México (1960-1994), tras haber residido y comenzado su trayectoria artística en Brasil. Ritmo súper enredado está conformado por una serie de lienzos de lino crudo, intervenidos por Landau con pastel, en los cuales dibuja tramas geométricas abstractas “enredadas” en dos dimensiones o dos planos superpuestos con registros abstractos y cromáticos, diferenciados por formas y colores.

La especificidad de la gestualidad de los rectángulos concéntricos de los Ritmos reside en que, a diferencia del canon artístico de los geometrismos precisos, matemáticos y racionales, los trazos de las rayas de Landau son sueltos, libres, expresivos de sentimientos y sensaciones y más cercanos a la sensorialidad y al efecto óptico vibratorio de los textiles tradicionales, ya que eran realizados a mano alzada.

El giro más contundente hacia la abstracción, iniciado ya desde su llegada a México, así como la singularidad de la creación de todo un lenguaje geométrico, cromático intuitivo como ella misma lo enunciaba, además de la alusión a la música en las exploraciones pictóricas de Ritmos, la convirtieron en una de las series más representativas de la trayectoria artística de Landau. En la serie se encuentran ciertos ecos pictóricos de la artista portuguesa Maria Helena Vieira da Silvia (Lisboa, 1908-París, 1992), ya que en sus obras también eran características las tramas geométricas, los ritmos y las vibraciones visuales.

Parte de la extensa serie de Ritmos fue exhibida en 1978 en São Paulo, Salvador de Bahía y Recife, acompañada de reseñas y reflexiones de críticos latinoamericanos de arte como Aracy Amaral, Frederico Morais y Mário Pedrosa, quienes coincidieron en relacionar los Ritmos con los patrones geométricos prehispánicos. En el texto “La transformación del lirismo ornamental de Myra Landau”, dentro del catálogo de la exposición Myra Landau, en memoria de Anita Brenner, el crítico Juan Acha enuncia la cercanía de las obras de los Ritmos de Landau, expuesta en el Museo de Arte Moderno en 1975, con las molas panameñas.

Ritmo súper enredado, 1975. Políptico, nueve piezas, pastel sobre tela. Colección de la Universidad Veracruzana. Fotos: Cristina Reyes, cortesía MUAC.

El arte óptico de los Ritmos de Landau, interpretado también en clave de op-art y cinetismo, cobra una dimensión cinestésica no sólo por el título que alude a una cierta sonoridad, sino porque sus obras exploran la sensorialidad táctil de lo visual, o bien, lo háptico, como queda de manifiesto en los escritos de Si sabes ver (1976). En estas líneas, la artista escribe pensado como docente de artes visuales; la mirada estética no se reduce a la experiencia de lo retiniano, sino que, como en la obra Ritmo súper enredado, hay una relación indisoluble entre lo visual, lo sonoro y lo táctil. Esta complejidad estética de su trabajo quedó explícitamente manifiesta también en otro de sus textos de naturaleza autobiográfica, denominado igual que la serie, Ritmos (1985):

Ritmos –así se llaman mis cuadros desde 1965. El primer ritmo se llamó Ritmo partido I, con él descubrí mi lenguaje, mi caligrafía y el entrelazar de mis acasos y ocasos también. Ritmo II, Ritmo A, Ritmo cualquier cosa –así se llaman mis cuadros desde entonces. ¿Por qué ritmo? Porque ritmo lo es todo. Está en todo. Vida. Destino. Las personas. Todas siguen un ritmo. La poesía, la música, la danza –todo tiene ritmo–, la matemática. Ni hablar de la geometría. Ritmo es equilibrio. Ritmo es belleza. Ritmo es casi rito también. Ritmo es misterio, a pesar de su sencillez aparente.

Myra Landau fue una artista e investigadora nómada, que desde la adolescencia tuvo que escapar del nazismo, lo que la llevó a vivir en Rumania, Francia, Inglaterra, Portugal, Brasil, México, y en los Países Bajos los últimos años de su vida. Además de medios pictóricos como obra de caballete, dibujos, tapiz, collage y libros de artista, Landau contribuyó a renovar la gráfica por su particular relación con la materialidad de la placa. Landau incursionó en los territorios de la literatura con libros como Si sabes ver (1976) y Ritmos (1985), pero también en la poesía y la educación artística, esta última especialmente durante el periodo de 1974 a 1994, cuando residió en Xalapa. En esta ciudad se desempeñó como docente de la Facultad de Bellas Artes en la Universidad Veracruzana (UV) y en 1975 creó el Instituto de Investigaciones Estéticas y Creación Plástica en la misma institución, donde posteriormente se integró como investigadora.

Ritmo en O, 1971. Pastel sobre tela. Colección de la Universidad Veracruzana.
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