Enfrentar la muerte, la antesala y el adiós

Académica habla del valor de las despedidas, de que no siempre la medicina puede hacer algo

Con la pandemia de la Covid-19 la muerte se hizo mucho más presente de lo que nos gusta ver; la emergencia sanitaria nos recordó que la medicina no siempre puede hacer todo como quisiéramos, así como el valor de las despedidas, de la importancia de hablar cuando se puede, afirmó María Asunción Álvarez del Río, del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina.

La experta refirió que por siglos lo normal fue que las personas estuvieran familiarizadas con la muerte, la cual ocurría a edades más tempranas; hasta los niños participaban cuando alguien enfermaba y fallecía. Desde pequeños veían cómo el enfermo se encargaba de dirigir lo relacionado con su deceso, cómo tomaba decisiones, pedía perdón y se despedía.

Aunque la muerte siempre ha causado miedo y angustia, ante ese momento difícil las personas se arropaban de rituales y se valían de palabras para acompañarse y hacer el proceso más llevadero. Esto era lo natural. Hoy en día, en cambio, se vive una situación muy diferente.

La especialista cuestionó por qué cuesta tanto trabajo hablar de la muerte si forma parte de la vida. “Hay algo que lo explica: de entrada: el hecho de que nos causa dolor; la separación, que la persona deje de existir nos produce angustia”.

Y en lugar de ver cómo enfrentamos eso que duele y preocupa, en la sociedad occidental hemos ido cayendo en una cuestión de negación, “es como si no quisiéramos ver, entonces no hablamos para evadir el tema. Queremos hacer como que no está, lo minimizamos; eso es lo que aprendimos y lo que enseñamos, a menos que cambiemos”.

Álvarez del Río señaló que gracias a los grandes avances de la medicina y la tecnología se ha logrado que la expectativa de vida sea mucho mayor que en el pasado; pero con ello, también comenzamos a ver la muerte más lejana.

En la medida en que hubo más recursos que la medicina podía ofrecer, la gente no se quedó en su casa a morir, sino que acudía al hospital para intentar hacer algo para salvar la vida. Así, este sitio también sirvió para que la muerte no se diera en casa. Una vez más, la muerte se fue alejando. Al salir de ese ámbito, ya no era tan familiar, y se consideró que ya no había que hablar de ella, como antes.

Ahora se confía casi ciegamente en que los médicos pueden hacer algo por el paciente, pero también en que ellos se ocupen de la muerte. Empero, reiteró la universitaria, la pandemia nos ha recordado que no es así, que la medicina no siempre puede hacer algo y que la muerte no sucede cuando lo tenemos planeado.

A pesar de nuestra actitud de negación y evasión, y de exigir a los médicos que hagan lo imposible, hay que entender que llega un momento en que la muerte no se puede evitar, dijo María Asunción Álvarez.

Lo que sí se puede hacer, y de eso somos responsables como pacientes, familiares y personal de salud, es que sea mejor. Por ejemplo, podría ocurrir que en una condición incurable, el paciente esté en una unidad de cuidados intensivos, recibiendo el tratamiento más desarrollado, pero solo, y es posible que así muera; o se puede elegir una muerte mejor, digna, acompañada, en un sitio familiar, con el mayor confort posible, donde el proceso de dejar esta vida sea mejor.

Para que eso sea posible, explicó, necesitamos aprender a hablar de la muerte y de preferencia antes de estar en una situación de gravedad, así como pensar en qué circunstancias uno no querría vivir, en qué situación no tendría caso que se prolongue la vida, y que los familiares y los médicos lo sepan.

Así, cuando fallecer sea inevitable, se puede hacer el esfuerzo para que la muerte llegue de la mejor manera y de igual forma nos podamos despedir, en beneficio de la persona que se va y de quienes le sobreviven, quienes de ese modo podrán llevar mejor su duelo.

La curiosidad y sensibilidad de los niños

Al hablar de los niños, María Asunción Álvarez expuso que con la negación que predomina, “es muy fácil que tengamos la idea de que hay que protegerlos, y es lo peor que les podemos hacer porque tienen curiosidad y sensibilidad”.

Cuando enfrentan situaciones de muerte hay que atender a sus preguntas, darles explicaciones a su nivel, y desde una actitud serena, para que vean que pueden continuar preguntando y que van a obtener respuestas, recomendó la universitaria.

Al ocurrir una muerte importante para la familia hay que incluir a los pequeños y permitirles formar parte del dolor que todos sienten y hacer el duelo necesario. “El niño va a aprender que esos aspectos forman parte de la vida y que se llevan mejor cuando no se sienten excluidos”. Para todos, tener acompañamiento significa que, aunque el miedo y el dolor siguen, se reducen, finalizó Álvarez del Río.

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