Escribo para entender al mundo: Pilar Quintana

La narradora colombiana dictó la conferencia de clausura del diplomado Actualización de Literatura Hispanoamericana, Siglo XXI

La charla fue un emotivo relato sobre su carrera como autora. Foto: Cultura UNAM.

La primera ficción escrita por Pilar Quintana (Cali, 1972) nació cuando cursaba primero de primaria. Era sobre un payaso que tenía la cara pintada con una sonrisa, pero en realidad era un ser triste debido a una serie de eventos trágicos en su vida. Cuando releyó la historia, mucho tiempo después, se sorprendió de que una niña de siete años se percatara de la diferencia que hay entre la máscara y el interior de las personas.

Ahora, con una trayectoria de cinco novelas y un libro de cuentos, afirma que con su literatura busca en buena medida lo mismo que aquella niña: “He intentado hablar de esa distancia que hay entre la fachada y el interior, la pose y lo que sentimos de verdad, el maquillaje que nos ponemos y lo de adentro”.

La ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2021 por Los abismos dictó la conferencia de clausura del diplomado Actualización de Literatura Hispanomericana, Siglo XXI. Nuevas perspectivas temáticas y críticas en la narrativa reciente, de la Cátedra Carlos Fuentes de la Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura, la cual sirvió también para el cierre de las Jornadas Literarias Iberoamérica en el Mundo, realizadas en conjunto entre la misma Cátedra y la UNAM España.

En la charla participaron también la coordinadora de la Cátedra Carlos Fuentes, Julia Santibáñez, y la escritora Brenda Navarro, quien leyó algunas de las preguntas que envió el público. La autora colombiana comentó que escribir es su manera de entender al mundo: “escribo para explicarlo”.

La conferencia, que tituló “El lado oscuro”, fue un emotivo relato sobre su carrera como escritora y las experiencias que le han servido como motivo: su vida en la selva, la violencia de pareja, la guerrilla en Colombia, la historia de la literatura de Cali y la narrativa gótica.

Primera novela

Contó que su primera novela fue de no ficción; la única que ha escrito hasta ahora. Harta de su trabajo en una agencia de publicidad y de su ciudad natal, decidió romper con todo y relatarlo como ella misma, en un texto que termina justo cuando inició un viaje de mochilera después de renunciar a lo que era, hasta entonces, su vida. Un año después regresó a su casa y su madre, que había leído una copia de la novela, le dijo molesta: “Esto es lo que uno no le debe contar a nadie”.

La anécdota fue definitiva en su carrera. “Fue iluminador: así que eso era la literatura, o por lo menos, me dije, la que yo quería y podía hacer. Cansada de las formas sociales, de cubrir las apariencias, en esa novela yo confesaba que quería matarme, que me emborrachaba y fumaba marihuana y con quién me acostaba. No conté, sin embargo, todo lo que me habría gustado hacer. Había un secreto que no era sólo mío, y yo no tenía derecho a revelar lo que el otro querría seguir manteniendo en la sombra. En adelante, mis cuentos y mis novelas son de ficción. A través de ésta, sin traicionar a nadie, puedo decir todo lo que quiero”.

De adolescente, mientras estudiaba en un liceo con una buena biblioteca, su libro predilecto era Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez, que leyó de un tirón en una noche de insomnio y volvió a leer una y otra vez. “Entonces fue cuando decidí que iba a ser escritora. Quería algún día obsesionar a alguien con una historia como esta lo hacía conmigo”.

Posteriormente, la bibliotecaria del liceo le prohibió leer ¡Qué viva la música!, de Andrés Caicedo, ya que trata de una exalumna de esta misma escuela que se drogaba y se prostituía. “Fue revelador: hasta entonces yo había creído que la literatura transcurría en pueblos perdidos de la costa colombiana o todavía más lejos, en Oriente, en las cortes rusas o en las campiñas francesas o inglesas”.

Para terminar, contó que en su casa no había muchos libros, pero sí muchas revistas de moda y sociales que compraba su mamá. Así conoció a la princesa Diana, quien “encarnaba todos los atributos que nos enseñaban en el colegio”. Sin embargo, cuando descubrió que era bulímica, que tenía problemas con su suegra –la reina–, que su esposo le era infiel y ella misma también lo era, se dio cuenta de que “las mujeres perfectas de la revistas tampoco lo eran, y también presentaban al mundo una fachada que no coincidía con su realidad interior. Muchas de ellas vivían atrapadas en unos mundos que las construían sin poder ser lo que querían, sin encontrar salidas”.

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