Estudian conductas detrás de la obesidad

Participan expertos de la UNAM y otras instituciones educativas

Los mexicanos tomamos malas decisiones, especialmente cuando se trata de comida, en todo esto y en ello influyen tres condicionantes básicas: la cultura, la naturaleza (genética y fisiología), así como el medio ambiente, que se combinan generando malos hábitos y obesidad, explicaron investigadores que forman el proyecto “Conductome: El estudio de la conducta detrás de la obesidad”.

Christopher Stephens, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN), detalló que el proyecto ofrece una nueva forma de abordar la problemática de la obesidad y las enfermedades metabólicas, pues el punto central es la toma de decisiones relacionadas con el sobreconsumo, el sedentarismo y todo ese tipo de cosas que afectan a la salud.

De 2014 a la fecha los expertos de la UNAM y otras instituciones educativas han reunido la información de cuatro mil participantes, la mayoría de ellos estudiantes de esta casa de estudios y de las universidades Iberoamericana y de Guanajuato, a quienes se dio seguimiento en su toma de decisiones respecto a los hábitos alimenticios y se les monitoreó médicamente para respaldar los datos, comentó el también experto del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3).

“Más del 70 por ciento de la población ha llegado a la obesidad y es importante recordar que ésta es el punto medio en el destino final que se llama muerte, es a donde no queremos que la gente llegue”, de ahí que el proyecto trabaja más en materia de prevención con los estudiantes para ver cómo toman las decisiones de alimentación o van modificando sus hábitos, explicó Stephens.

La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición en México reveló que, en 2018, había 82 millones 767 mil personas de 20 años y más con diabetes, de las cuales el 13.22 por ciento de las mujeres de 20 años y más disponían de este diagnóstico y 7.75 por ciento del mismo grupo de edad eran hombres. Es decir, la enfermedad está más presente en las mujeres que en los hombres.

Rolando Díaz Loving, investigador de la Facultad de Psicología, precisó que la pregunta central en el proyecto es cómo atacar un problema tan complejo como la obesidad, y la respuesta que se ha encontrado es con un equipo multidisciplinario, que incluye no sólo nutriólogos, sino psicólogos, médicos, matemáticos, que permitan ayudar a hacer cambios en la conducta.

¿Por qué estamos en el primer y segundo lugar en obesidad infantil y adulta en México? Una de las respuestas es la cultura, que tiene una importante influencia en la forma en la cual “se forman hábitos. Los médicos nos indican que la gente que tiene problemas de obesidad no sigue todas las reglas, entonces, ¿si está ahí la información, por qué no se lleva esto a una conducta particular como realizar ejercicio?”.

En tanto, Estefanía Espitia Bautista, investigadora del C3, detalló que en el caso de cada participante, no sólo se revisaron los antecedentes de salud y familiares, además se les preguntó qué hacen en su día completo para tener todo el mapa de posibilidades de lo que alguien está haciendo, adicionalmente, para corroborar esta información se les proporcionaron actígrafos, que son equipos que permiten monitorear si la persona realmente hace lo que dice en materia de actividad física.

“Tener obesidad, manejarla y abordar todas las consecuencias que esto tiene, es bastante difícil y muy costoso, entonces sería más fácil manejar a personas sin todas las enfermedades dadas por la obesidad. Actualmente trabajamos con poblaciones de estudiantes que no necesariamente tienen sobrepeso y obesidad o que están en la edad en la cual están formando hábitos”, detalló.

Mario Buenrostro Jáuregui, colaborador del proyecto en la Universidad Iberoamericana, consideró que es importante conocer la neurofisiología de la conducta en las decisiones, comprender las áreas del cerebro que se activan ante ciertos alimentos, además de su relación con el genoma para llegar a la obesidad.

“Sabemos que los alimentos altamente palatables, es decir, los ricos en azúcares y grasas, por ejemplo, una pizza, tienen un potencial adictivo muy alto similar a drogas de abuso como el alcohol o la cocaína; además la ingesta de productos está muchas veces relacionada con la búsqueda de placer, es decir, consumimos alimentos porque nos generan placer cuando los comemos y en contextos agradables, más allá de los fines nutricionales de la alimentación”, precisó Buenrostro Jáuregui.

Finalmente, Dagmara Wrzecionkowska, experta del ICN, informó que actualmente se procesan los datos generados por el proyecto y sus participantes a lo largo de este tiempo, por lo que adelantó que pronto serán dados a conocer los primeros resultados estadísticos de la variación en las decisiones que toman los alumnos de cada una de las universidades participantes.

Entre las vertientes de análisis que realizan los expertos en la actualidad destacan “entender las diferencias en las conductas relacionadas con la obesidad entre grupos de distintos niveles socioeconómicos, por ejemplo, comparamos las conductas de los estudiantes de la Ibero contra la UNAM; otro ángulo es la situación de género, con conductas diferenciadas entre mujeres y hombres, niveles de estrés y cómo percibimos las cosas versus la realidad en que vivimos”, detalló Wrzecionkowska.

Un punto central del trabajo es analizar la toma de decisiones relacionada con el consumo de alimentos.
También podría gustarte