La palabra confianza viene del latín confidentia; compuesta por el prefijo con que quiere decir “junto”, “todo”, “con”; más fides que significa “fe”. Así, significaría “con toda la fe”, “con absoluta convicción”.
La confianza es una emoción positiva, consciente y voluntaria. Es creer sin inquietud ni dudas, es confiar a pesar de no tener el control de una situación futura, aun cuando se depende de que en efecto ocurra la acción esperada en el futuro.
Es una emoción que nos lleva a tener una actitud positiva, referente a la seguridad sobre que suceda una acción o situación de uno mismo o de otra u otras personas; podemos establecer sin incertidumbres una hipótesis sobre algo que se espera; es decir, teniendo la seguridad de que alguien actúe de determinada manera.
Entonces, no involucra sólo una expectativa de comportamiento, sino además un estado cerebral emocional, libre de inquietud o angustia, con la creencia, certidumbre (o mayor probabilidad) de que una persona se comporte de cierta manera. Es una actitud mental abstracta hacia la proposición de que una o uno mismo (o alguien más) es confiable.
Se puede presentar en tres dimensiones: conductual, cognitiva y afectiva, generando distintos tipos de confianza. Uno de estos últimos es la confianza en los demás. Los humanos somos seres sociales y, por eso, necesitamos a otros para vivir mejor y para gozar de un mayor bienestar psicológico y emocional. Tener relaciones cercanas da sentido a nuestra vida, y disponer de personas de confianza nos ayuda a ser felices. La confianza como emoción se manifiesta desde la niñez, cuando los pequeños se sienten respetados, comprendidos, alentados y acogidos.
Está también la autoconfianza. Cuando una persona la tiene elevada está muy interesada en las tareas en las que participa, porque se siente competente; toma los problemas como desafíos estimulantes; experimenta un compromiso elevado hacia sus intereses y actividades, y se recupera rápido de sus fracasos. Por suerte, se puede trabajar y mejorar.
Hay, además, la confianza conductual, que tiene que ver con el comportamiento de la persona. Es la propia capacidad de los sujetos de actuar positivamente o no, de superar obstáculos y tomar decisiones correctas que afectan al comportamiento del individuo.
En el caso de la confianza espiritual, tiene que ver con la fe de los individuos sobre la vida que les rodea y el contexto en el que se mueven.
Se conoce como confianza simple aquella con la que nacemos; algunos expertos, como el biólogo Humberto Maturana, piensan que puede ser innata. Es automática, como la que tenemos hacia nuestros progenitores. Es total y completa.
La confianza alimentada se refiere a que a lo largo de la vida y fruto de las experiencias, la confianza simple puede moldearse. Entonces podemos mantener la confianza alta en otras personas o bien puede aparecer la desconfianza.
Pasos para mejorar
Uno, es vivir las situaciones de manera positiva, centrarse menos en los problemas y focalizar la energía en soluciones y cambios positivos.
Otros son prepararse bien ante situaciones que generan inseguridad; por ejemplo, realizar una actividad nueva. Practicar hasta sentir mayor comodidad y dominar la tarea. Asimismo, hacer una lista de logros propios y recordarla constantemente para visualizar los propios avances.
También, atreverse a actuar, lo cual abre oportunidades para lograr nuestros deseos, aceptar los fracasos del pasado, sabiendo que dentro de éstos siempre hay pequeños éxitos, y observar a las personas de éxito.
Finalmente, dar oportunidad de acción a los demás para mostrar su capacidad y habilidades, mantener una actitud positiva hacia uno mismo y hacia los demás, e integrarse en actividades colaborativas para generar emociones de confianza entre todos los participantes.
En sentido inverso, desconfiar de alguien no es sólo una predicción de incompetencia o de traición, sino también un mal sentimiento emocional hacia la persona en la que no se puede confiar. Desconfiar de uno mismo acrecienta la falta de seguridad en la propia capacidad y demerita la autoestima.