Ha prevalecido en ciencia discurso del varón, blanco y heterosexual

La narrativa que se articuló es, en simultáneo, sexista y racista, asegura Lucía Gabriela Ciccia investigadora del CIEG

¿Quién ha narrado la historia de la ciencia? No sólo eso: ¿cómo se ha descrito? La respuesta de Lucía Gabriela Ciccia, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), es clara: la historia de la ciencia ha sido narrada desde la perspectiva de un varón, blanco, heterosexual.

Sin embargo, las cosas no son tan sencillas, detalló al ofrecer la charla Del Macho Cazador a las Neurociencias y las Habilidades Visuoespaciales, pues las personas no nacen con un género sino con determinada genitalidad que es interpretada socialmente a la luz de las normativas de género.

“Esto puede sonar un poco ficcional y a veces hasta trivializado: decir que hay una realidad que es binaria y todo lo que se sale de ella sea patológico y se fuga de este dato natural. Esta lógica de interpretar los cuerpos impacta al ámbito biomédico para entender la prevalencia, el desarrollo y el tratamiento de enfermedades.”

La experta en feminismo y neurología precisó que desde el inicio de la ciencia las narrativas son, principalmente, androcéntricas y siguen un sistema de valores que es excluyente, porque si se tiene uno no se tiene lo otro, y exhaustivas porque agotan el universo del discurso.

En este sistema narrativo, la objetividad, la razón, la universalidad y las tradiciones se asocian al cuerpo del cisvarón, es decir, a un hombre que responde a la descripción de varón, blanco y heterosexual.

“Todo lo otro está asociado a los cuerpos feminizados, y esto incluye no sólo a las mujeres, sino también a todos los cuerpos que no corresponden a las normativas sexo-genéricas. Acá podemos hablar de personas trans en general, hombres trans, mujeres trans, personas no binarias, por ejemplo, personas de la diversidad sexual. Todo lo que no está en la norma es feminizado y asociado con este sistema de valores.”

Foto: Francisco Parra.

El macho cazador

La investigadora agregó que el discurso científico que se articuló es, en simultáneo, sexista y racista. Esto debido a que las mujeres eran excluidas de los espacios de producción y conocimiento, al igual que las víctimas de racismo, que siempre han estado del lado feminizado de la columna.

Si bien ya hacia el siglo XIX las mujeres entran a las universidades, junto con algunas personas racializadas, y durante el siglo XX su número va en aumento, el discurso sexista se mantiene en lo simbólico, pues la ciencia se sigue entendiendo a través del sistema de valores tradicional.

“Las mujeres y los grupos feminizados han entendido que para hacer buena ciencia tenemos que ser objetivas, neutrales y poder universalizar, que es un criterio androcéntrico”, añadió Ciccia.

Como ejemplo, la investigadora planteó la idea de macho cazador, por los restos fósiles que se han encontrado con 12 mil años de antigüedad. Muchas arqueólogas comienzan a ver que hay un problema cuando se interpretan los supuestos datos neutrales. Cuando se supone que son varones los enterrados, todos los restos a su lado remiten a recursos de caza, por ejemplo, las puntas de lanza, reflexionó.

“Pero qué pasa cuando encontramos mujeres, qué pasa con esos entierros. Hay un periodo donde sí se encontraban puntas de lanza pero se interpretaba que habían sido asesinadas por un accidente de caza, o que las puntas funcionaban como cuchillos, ¿es esta una interpretación neutral? Evidentemente, no.”

Esto implica que encontrar una punta de lanza en un supuesto varón es un recurso de caza y junto a una mujer se asocia a lo doméstico, pero entran los estudios de género y se comienza a cuestionar esta interpretación diferencial.

“La continuidad de esta jerarquización homogeneiza las diferencias en un sistema binario que nos afecta, incluso, en términos de salud… No hay una genitalidad que establezca una identidad de género, una sexualidad, un rol de género, no hay una genitalidad que determine habilidades sexo-específicas”, puntualizó.

El gran problema es pensar que la testosterona es la hormona estrella, que explica absolutamente todo, como si su única función fuera la diferenciación sexual, cuando tiene una multiplicidad de funciones, que la producen todos los cuerpos y que es sólo una hormona más, finalizó Ciccia.

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