¿Quién manda aquí?, nuevo libro de Javier Moreno

Hay una asimetría muy marcada en el poder de los presidentes de AL

En muchas naciones de la región se viven “catástrofes que de forma súbita engullen a sociedades enteras, obligadas luego a purgar las malas decisiones de otros durante más tiempo del que pueden soportar”, señala exdirector de El País

Javier Moreno, exdirector de El País, uno de los diarios más importantes del mundo, escribe en su libro ¿Quién manda aquí? La impotencia ante la espiral de violencia en México y América Latina (AL) que hay esquemas dolorosos en los gobiernos de la región que se repiten con el tiempo.

Se viven “catástrofes que de forma súbita engullen a sociedades enteras, obligadas luego a purgar las malas decisiones de otros durante más tiempo del que pueden soportar”, aseveró.

No queda claro quién manda en las naciones latinoamericanas, afirmó en entrevista, “pero no es una duda ontológica, sino suscitada por lo que se explica también en el subtítulo del libro, por la impotencia de los propios presidentes y la acción gubernamental en algunos temas clave: especialmente el de la violencia”.

En México y en muchos países de América Latina –al contrario de lo que ocurre en otras naciones de Occidente– hay una asimetría muy marcada en el poder de los presidentes, acotó. “Tienen mucho poder para ciertas cosas: atacar enemigos políticos, desmontar instituciones, tomar decisiones económicas con consecuencias disparatadas, porque hay poco check and balance, mecanismos mínimos de control de la gestión gubernamental”.

Sin embargo, “no tienen absolutamente ningún poder para las cosas fundamentales. Son impotentes para cambiar todo eso, dar al Estado y a ellos mismos las herramientas que les permitan hacer frente al tema de la violencia”, indicó.

Los ciudadanos perciben lo anterior con claridad, “porque lo sufren, sea directamente o por medio de sus familiares. Y a mí lo que me interesaba en el libro era analizar ese discurso de la impotencia del poder, porque desde un punto de vista político la verdad de los criminales tiene poco interés. Los criminales son criminales y hay que aprehenderles, juzgarles y condenarles de acuerdo con el derecho”.

El bien y el mal

¿Cuándo se decide cruzar la línea del bien al mal?, cuestiona Javier Moreno en un pasaje de su libro. “Existe una primera línea que es bastante clara: la ley y el derecho”, responde.

Siempre les dice a sus estudiantes de la escuela de periodismo que pueden pensar políticamente lo que quieran. Lo único que les pide es que no se hagan anarquistas, y si una ley que no les gusta o creen que es perjudicial, deben trabajar, hacer reportajes, notas, mostrando sus efectos perniciosos. “Los ciudadanos ya decidirán si se tiene que cambiar o no, pero, mientras esté, resulta lo único que nos permite no perdernos en discusiones absurdas que no nos llevan a ningún sitio”.

El hecho de tener una buena constitución o un buen cuerpo de leyes no garantiza que el Estado funcione si quienes están obligados a cumplir y a hacer cumplir las leyes no lo hacen, precisó.

Respecto a la estructura de la obra, aclara que las entrevistas trataban de tomar distancia de las tradicionales. En la conversaciones plasmadas “cambia la aproximación; por ejemplo, hablamos de las dificultades que tuvieron a la hora de gobernar”.

Que sea un libro le permitió desarrollar mejor el tema. “No es lo mismo disponer de 300 páginas en las que puedes contrastar bien cada palabra, reflexionar. Ha sido una experiencia de bucear en busca de las verdades que estaban ahí. Creo que tampoco revela nada que los ciudadanos no sepamos. El entrevistado me puede contar lo que quiera sobre lo que hizo para combatir la violencia, pero ahí están los resultados. Lo que era interesante era profundizar en esos mecanismos”.

Javier Moreno, director de la Escuela de Periodismo Universidad Autónoma de Madrid-El País, advierte en su prólogo que AL “lleva demasiado tiempo navegando corriente abajo por el río del desgobierno, rumbo al océano de la inestabilidad y el estallido social. Son aguas profundas y peligrosas. Incluso para un continente acostumbrado al sufrimiento”.

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