Hitos del México 68 en CU/II

Hazañas y anécdotas olímpicas

En los Juegos Olímpicos de México 68, el primer mito en romperse fue el de la altura. Cinco años antes, al discutirse las candidaturas de México, Detroit, Lyon y Buenos Aires, uno de los argumentos en contra del Distrito Federal era que los 2,200 metros sobre el nivel del mar perjudicarían a los atletas.

Hubo, claro, argumentos y contraargumentos, razones y sinrazones, y al final la votación del 16 de octubre de 1963 favoreció a la Ciudad de México, que obtuvo la sede por 30 votos, contra 14 de Detroit, 12 de Lyon y dos de Buenos Aires. Pero la duda sobre el efecto de la altura quedó ahí.

Cinco años después, ese esplendoroso domingo 13 de octubre, los 60 mil asistentes al Estadio Olímpico vieron al estadunidense Greene y al cubano Hermes Ramírez igualar el récord mundial y olímpico en 100 metros planos e ingresar al club de los 10 segundos.

9.9. en 100 metros

Era la final varonil de los 100 metros planos. Era jornada vespertina en el México 68. Ocho corredores de color, como se llamaba entonces a los afroamericanos, tomaron sus posiciones mientras soplaba en el estadio un fuerte viento. Hubo una salida en falso, y en la espera y como por milagro el viento redujo su potencia.

A los 80 metros de carrera seguían iguales las posiciones, es decir los ocho juntos… Pero a los 90, como si viniera de atrás, el estadunidense James Hines cerró como desesperado, todo el cuerpo adelante y las piernas impulsándolo con revoluciones increíbles, extraordinarias. Metió la cabeza antes que nadie sobre el listón…

Y el milagro ocurrió: 9.9. Se había superado la barrera de los 10 segundos. Era una ruptura esperada, pues cinco meses atrás, en Sacramento, California, hasta 16 veces se había cronometrado 10 segundos.

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Bob Beamon

El texano Bob Beamon saltó 8.90 metros, en algo que para los que estaban en el estadio pareció al borde de lo sobrenatural, lo imposible. Mejoró en 55 cm la marca anterior. Después de 50 años ese salto de longitud se mantiene como récord olímpico, solamente superado en el Mundial de Tokio en 1991 (8.95 cm).

Bob Beamon y su vuelo imposible, hasta entonces: 8.90.
Bob Beamon y su vuelo imposible, hasta entonces: 8.90.

Pesas y atletismo

Waldemar Baszanowski se consagró ese día en el Teatro de los Insurgentes por el bicampeonato en pesas: Tokio y México. Esta vez en fuerza cargó 135; en arranque, 137; y en envión, 167.7… Total: 437.5. Intentó los 172.5 pero no pudo, aunque fue ovacionado.

Mientras, el México 68 era circo con varias pistas. Wyomia Tyus, estudiante de Tennessee, rompía la barrera de los 11.1 por una décima y se convertía en bicampeona olímpica en los 100 metros planos: 11 segundos. Con ella y Bárbara Ferrell, Estados Unidos hizo el 1-2. Wyomia fue declarada “la mujer más rápida del mundo”. Era tanta su prisa que tuvo una salida en falso. Luego Ferrell repitió la gracia de salir antes. Y la tercera fue la vencida.

Además otro estadunidense, Al Adolf Oerter, lanzaba el disco a 64.78 metros para imponer nuevo récord olímpico… Era su cuarta medalla consecutiva en otros tantos juegos. Comenzó a los 20 años, en Melbourne; insistió a los 24, en Roma; persistió a los 28, en Tokio… Y cerró a los 32, en México. En cada participación lanzaba el disco más lejos.

Black Power

Como si el que recibiera la medalla de oro y el que mostrara en el pecho la de bronce fueran la misma persona, a un tiempo Tommie Smith y John Carlos levantaron el brazo y mostraron el puño. Y en sus puños se alcanzaban a ver guantes negros… Los elementos del símbolo estaban ahí. El mensaje era inequívoco. El contexto social daba sentido al gesto de los triunfadores. El puño cerrado de Tommie Smith y John Carlos era parte de esa batalla creativa, cuya arma mayor era la no violencia.

El puño era, pues, homenaje a Martin Luther King y señal de permanencia en la lucha: ¡Black Power!

Garrocha

La prueba del salto de garrocha duró siete horas y media, pero la gente no se cansaba de ver cómo trataban de agujerear el techo con las puntas de sus zapatos. Se iba de asombro en asombro: tres mejoraron la marca mundial, y once el récord olímpico. La marca a romper era del estadunidense Fred Hansen: 5.10; el mundial de John Pennel: 5.34. Este último estaba en la pista.
Tres lograron saltar cinco metros con cuarenta centímetros, pero obtuvieron diferente sitio de acuerdo con los intentos realizados. Fueron por los 5.45, sin suerte.

Ocho niños y Goliat

La noche tuvo un rey: Leonid Shabotinski. O mejor: Leonid I, el ruso. El Teatro de los Insurgentes exhibió el último día de las pruebas de pesas una obra que podría llamarse Ocho niños y Goliat, porque la superioridad  sonrosada de Shabotinski fue más que clara. Hizo Leonid I lo estrictamente necesario para tener la medalla de oro, cuando pudo haber hecho algo más. Levantó 202.5 kilos en su primer intento de envión, a los que había que sumar los 200 logrados en fuerza y los 170 en arranque: 572.5, carga total, igualando su propia marca olímpica.

De espalda

En la última jornada atlética, el estadunidense Richard Fosbury sorprendió con una nueva forma de realizar el salto de altura, completamente al revés de lo acostumbrado: el cuerpo se eleva, la espalda pasa primero, los pies quedan como colgando en el aire… Es el estilo Fosbury, con el que logró elevarse 2.24 metros, suficientes para obtener la medalla de oro.

En la maratón, el etíope Abebe Bikila abandonó la prueba en el kilómetro 17, frente al Sanatorio Español —sobre Ejército Nacional y Lago Estefanía—, pero ganó un compatriota suyo: Mamo Wolde, sargento de la guardia especial de Haile Selassie.

Del Centro Histórico al Estadio Olímpico se correrían los 42.195 kilómetros. Wolde tenía su plan trazado: conservar el paso los primeros 30 kilómetros, y a partir de ahí lanzarse a fondo. Así lo hizo. En 2 horas 20.26.4 ya estaba cruzando la meta, ante el alarido en las tribunas.

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Dopaje

En la lucha grecorromana, el búlgaro Hristo Traikov, categoría gallo, se comportó como un titán y ganó por decisión al estadunidense Hazewinkel. A uno de los jueces le llamó la atención cómo el entrenador de Traikov le limpiaba el rostro en los descansos de la lucha, con demasiado detalle, demoradamente. Cuando Traikov se encaminaba a los vestidores, este juez lo detuvo y le pidió que le soplara al rostro: era un olor fuerte. Luego de la prueba de aliento se pidió que rescataran la toalla: tenía metido un algodón con amoniaco, considerado por los médicos como estimulante analéptico. Dopaje, pues. Primer caso en la XIX Olimpiada.

Vera y Foreman

El sábado 26 ocurrió todo. Se casó Vera Caslavska en la Catedral. La rapsodia húngara bailó al paso de 4 por 1 a los búlgaros en el Estadio Azteca.

Y el negro estadunidense George Foreman cumplió en tiempo de guerra fría su labor patriótica al derrotar al soviético Ionis Chepulis.

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Un suceso importante fue la participación por primera vez de la Alemania dividida, que compitió por separado, con el mismo uniforme y la misma bandera con los aros olímpicos: por una parte, Alemania Oriental; y por la otra, Alemania Occidental, utilizando la Oda a la Alegría de la Novena Sinfonía de Beethoven, como himno y símbolo de unificación.

Doce países participaron por primera vez en los Juegos Olímpicos. Estos fueron los representativos de Barbados, Guinea, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Kuwait, Honduras Británicas, Islas Vírgenes de Estados Unidos, República del Congo-Kinshasa, República Centroafricana y Sierra Leona.

Entre los principales avances tecnológicos puede destacarse que fueron los primeros en ser transmitidos en directo y en color a través de 67 cadenas de televisión, para ser vistos por 600 millones de personas, mediante una estación en Tulancingo de Bravo, en el estado de Hidalgo, y el satélite ATS 3, que hizo posible la retransmisión a Europa y Estados Unidos, por la Estación Terrena Goonhilly.

Fueron los primeros juegos celebrados en un país de América Latina. Se utilizaron por primera vez la pista de tartán, las pértigas de fibra de vidrio y los colchones de espuma para el aterrizaje de los atletas en los saltos.

Asimismo, se aplicó por primera vez en todos los deportes el cronometraje electrónico y se implementó el sistema Photosprint en las competencias de atletismo y los touchpads en la natación.

Edmundo Ruiz y Omar Hernández

*Historias extraídas del libro Todo es posible en la paz: de la noche de Tlatelolco a la fiesta olímpica (2008).

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