Problema nacional

Hostigamiento y acoso no acaban para las mujeres

Alarmante el número de asesinatos al día, advierten especialistas en charla sobre violencia de género

México destaca como uno de los países donde el problema de hostigamiento y acoso se refleja en más de 10 asesinatos al día, hecho por demás alarmante; esto a pesar del constante trabajo contra las diferentes formas de violencia hacia las mujeres, consideraron especialistas de la Facultad de Psicología (FP).

Al participar en la charla Violencia de Género y Hostigamiento Sexual: Avances y Desafíos en la Facultad de Psicología, realizada en el marco de los 16 días de activismo contra la violencia hacia las mujeres, las universitarias reflexionaron especialmente sobre el hostigamiento y el acoso sexual que se vive en las Instituciones de Educación Superior (IES).

Gloria Careaga Pérez, profesora de la FP, precisó que la violencia sexual es una práctica que se ha extendido internacionalmente sobre todo en determinadas condiciones como los conflictos armados, pero también están el hostigamiento y el acoso sexual que padecen muchas mujeres y éstos han sido precisamente el detonante para las expresiones de las jóvenes que se ven en Ciudad de México y el país.

Careaga destacó: “Es la falta de escucha, la falta de respuesta de las autoridades de la ciudad y del país, ante la violencia sexual que enfrentan las jóvenes, lo que ha incrementado de manera impresionante el número de chicas que participa en las manifestaciones, como el 8 de marzo o ahora en noviembre, también al inicio de la pandemia vimos una de las más grandes en 2020 de jóvenes vistiendo de morado, asumiendo esta postura feminista contra la violencia sexual que enfrentamos”.

El hostigamiento y acoso se manifiestan en las relaciones desiguales de poder, no sólo de manera vertical (autoridades y alumnos), sino de forma horizontal entre compañeros, trabajadores que están al mismo nivel. En esta lucha, el agresor se arroga un cierto poder y hace uso de él para someter y limitar a la otra persona o al solicitar directamente favores sexuales, tocamientos, acercamientos u ofrecer supuestos privilegios.

Miedo

A su vez, Rosa María Ramírez de Garay, profesora también de la FP, explicó que, durante los movimientos feministas de inicios de 2020, entrevistaron a las participantes en las manifestaciones, quienes expresaban cómo se sentían, por lo que se escucharon emociones frecuentes como la desazón, la solidaridad, el orgullo, el amor, la gratitud, pero también el miedo.

Ramírez de Garay resaltó: “Hay que reconocer que las acciones de las mujeres organizadas han implicado también un gran riesgo para ellas, se ha levantado en respuesta una nueva ola misógina que busca callarlas, lo cual, además, suele pasar ante los movimientos de las mujeres.

“Las jóvenes tienen miedo de que sus identidades se conozcan, temen ser objeto de represalias y agresiones tanto por parte de sus compañeros como de las autoridades universitarias y no es un miedo exagerado. En las tomas en varias facultades las mujeres sufrieron de amenazas por parte de compañeros o personas resguardadas bajo el anonimato y recibieron agresiones verbales, físicas e incluso amenazas de muerte.”

Denuncia

Paola Nicté Valero Pacheco, integrante de Espora Psicológica detalló que prácticamente ningún discurso relativo a la violencia experimentado por las estudiantes consigue hacerse entender sin las palabras miedo, vergüenza o culpa, que tienden a gobernar el estado interno de las mismas, miedo a sus agresores, a no recuperarse o no seguir siendo ellas mismas, que en la denuncia las consecuencias sean más difíciles de lidiar.

Valero Pacheco enfatizó: “Si bien la atención para los casos de violencia de género es un trabajo conjunto que se sostiene desde diversas unidades de apoyo, la implementación de una intervención clínica oportuna es un eje fundamental en atención a las víctimas de dicha violencia, pues inicialmente se prevé que éstas sean redirigidas continuamente a diversas unidades e instituciones que no cuentan con las herramientas necesarias para un trabajo psíquico-emocional necesario, fomentando, por omisión, la repetición de un ejercicio de violencia institucional para las solicitantes y, en algunas ocasiones, que se agrave el cuadro clínico de las secuelas desencadenadas”.

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