Ilya Noé emprende un viaje al linaje perdido de la genealogía materna

La artista mexicana indaga sobre la relación madre-hija en la pieza de video Eva

Foto: cortesía Ilya Noé.

¿Es posible ver a mi madre como individuo y como una extensión de mí misma? ¿Qué juicios ejerzo sobre ella? ¿Me estoy convirtiendo en mi madre? Son algunas de las preguntas que surgen de Eva, un corto inédito que se exhibe por primera vez en la Sala10, el espacio de transmisión virtual del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC).

Se trata de una pieza profundamente íntima, que abre una caja de Pandora sobre esa relación fundamental, admite en entrevista la autora, Ilya Noé: “Esa incómoda transferencia que a menudo sucede entre madre e hija, que a tantas nos atormenta: los recuerdos, la culpa, los reclamos, que quizá se han convertido en una aceptación profunda de esa pregunta de mi identidad en relación con mi madre”.

El inconsciente asoma en cada acto del artista: Ilya Noé nunca imaginó que un video, que armó hace 19 años como un ejercicio para autoenseñarse a editar, resultaría en una pieza que confronta a quien la mira sobre una de las relaciones más amorosas, complejas y dolorosas de la existencia humana: la de madre-hija.

Integrada por escenas que tomó de películas caseras que su padre filmó en super-8, la artista mexicana radicada en Berlín revela las complejidades y contradicciones sobre esa relación fundamental, a la vez que cuestiona las ideas estereotipadas sobre la maternidad.

Todo comenzó cuando encontró una serie de películas viejas en alguno de los viajes que hizo a la casa familiar en México. Ha pasado más de la mitad de su vida en el extranjero. “No lo tomé tan en serio. Era un ejercicio formal, más que sobre la relación con mi madre”.

En el proceso de edición y revisión comenzaron a surgir los cuestionamientos. “Las preguntas sobre cómo vemos a la madre como extensión de nosotras mismas, acerca de dónde empiezo yo y termina ella y dónde empieza ella y termino yo, y cómo podemos comprender a nuestra madre desde otro lugar”.

Por casi 20 años la pieza quedó en un cajón. Ilya la sacó para una muestra colectiva en Berlín, que exhibió obra primeriza de algunos artistas. Pero no fue hasta que recibió una invitación del MUAC que la envió como propuesta para la Sala10. “No sé por qué la incluí en el paquete”, confiesa. Ni siquiera la consideraba como una obra, y como artista no le atraían los discursos autobiográficos.

“Curiosamente fue la pieza que les interesó. La revisé e hice una nueva versión”, cuenta. “Cuando salió al mundo fue incómodo. Era demasiado personal, pensé que no tendría interés para nadie, pero a mucha gente le refleja su relación con su madre”.

A diferencia del corte original, Eva se despliega desde el duelo. “Mi madre murió durante la pandemia y no pude ir a México porque también tenía Covid”, comparte Ilya. “Al no poder regresar a estar con mi familia, hubo un ansia de estar cerca”.

Comenzó a investigar sobre la línea materna de su familia. Rastreó su árbol genealógico. Hurgando en archivos familiares reencontró aquel ejercicio de edición, que ahora revisita.

Eva comienza con el nacimiento de Ilya, hace 50 años. “A esta versión le agregué intertítulos. Cada vez que está mi madre en pantalla, hablo en primera persona, y cuando aparezco yo, me refiero a mí como mi madre”. También añadió imágenes para hacer referencia a su muerte.

El viaje mitocondrial

La madre de Ilya se llamaba Eva, y el viaje para reencontrarse con ella la sumergió en las profundidades de la sangre, de los genes y las ancestras perdidas. “Me condujo a la Eva mitocondrial”, es decir, la línea genética de la Y que conduciría a una primera común.

En los árboles genealógicos, el rastro del linaje femenino se ha perdido. Mientras que las líneas paternas son trazables, en el caso de las mujeres la identidad de las líneas sanguíneas maternales se borra del mapa. Por esta razón, la artista se sometió a análisis de ADN que le permitieron rastrear esa ascendencia. “No tienes los apellidos, pero te dan números. Y para mi sorpresa, pude darme cuenta que mi madre ancestral era una mujer indígena de las Américas”.

“Las implicaciones fueron muy fuertes: me di cuenta de que en la línea materna soy la última, conmigo acaba el linaje, porque no tengo hijos, no tengo hija; entonces toco la maternidad desde el lugar de la hija que no tiene hijos y una artista que no tiene hijos.”

Ilya recuerda la postura de la artista británica Tracey Emin, para quien maternar compromete negativamente el trabajo artístico. “Estoy asumiendo la presión que he recibido como mujer de tener hijos, no tenerlos es una elección que no se nos perdona fácilmente. A mí me han juzgado por eso. Yo pensaba que la decisión no era pesada y sí lo es”.

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