Ingresan 26 juristas al Claustro de la Facultad de Derecho
En una tradición de larga data en la vida universitaria, se les tomó protesta y se impusieron insignias
“El evento que hoy nos convoca en este Auditorio Ius Semper Loquitur reviste un profundo significado y corresponde a una tradición de larga data en la vida universitaria: la incorporación solemne de nuevas doctoras y doctores al Claustro”, afirmó Sonia Venegas Álvarez, directora de la Facultad de Derecho.
Al presidir el acto cargado de simbolismo, dijo que las y los que ingresan reciben con honor a quienes han alcanzado el más alto grado académico, recibiendo las insignias que los distinguen: el birrete y la medalla venera, emblemas de dignidad y excelencia que sellan el vínculo perdurable entre la Universidad y quienes, desde este momento, forman parte de su cuerpo más honorable.
Acompañaron a la directora en el presídium Hugo Ítalo Morales Saldaña, presidente del Claustro; Sarah Mis Palma León, secretaria general de la FD; Imer Benjamín Flores Mendoza, jefe de la División de Estudios de Posgrado de la entidad; y Rosa Carmen Rascón Gasca, secretaria académica.
Tras recordar que claustro es una voz de origen latino que significa cerradura o cerrado, Venegas Álvarez consideró que en nuestros tiempos ya no debe entenderse como algo impenetrable o lejano, sino un espacio de diálogo del saber, donde profesorado y alumnado se escuchen y se enriquezcan recíprocamente.
“Es el ámbito por excelencia para examinar los desafíos más urgentes de nuestra realidad e impulsar la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Nuestro Claustro es, ante todo, fuerza en movimiento. Lejos de caer en una inercia de conformismo, encarna el compromiso activo con el pensamiento y la acción”.
Venegas Álvarez agregó que el claustro es un espacio que impulsa el diálogo genuino, la responsabilidad crítica, la exigencia académica y la coherencia con sus principios más profundos. “Al ser acción, es también cambio, apertura y capacidad de transformarse sin renunciar a su esencia más profunda”.
La directora aseguró a los nuevos integrantes que su incorporación y permanencia en el Claustro no puede concebirse únicamente como un acto simbólico, pues formar parte de él entraña un verdadero compromiso que exige constancia en el ejercicio activo, en la generación creativa y en el compartir del conocimiento.
Hugo Ítalo Morales Saldaña recordó que el Claustro se compone con los profesionistas del más alto nivel académico, y provee una formación sólida para realizar investigación original, así como una rigurosa y profunda preparación en la docencia.
Agregó que está formado por los grandes maestros de la Facultad, de quienes se sienten muy orgullosos por sus investigaciones, enseñanzas y dedicación.
Luego de entregar reconocimientos e imponerles insignias a cada uno de los 26 nuevos integrantes, habló en representación de ellos Hugo Gabriel Romero Martínez, quien resaltó que el doctorado es un honor individual, pero un logro colectivo. “No empezó hace cuatro o cinco años, sino cuando nuestras familias nos tomaron de la mano y nos llevaron a la escuela, acompañando cada paso con su apoyo y esperanza”.
Tampoco sería posible sin oportunidades. “Nuestra Universidad pública y gratuita que permitió a muchos de nosotros hacer de la educación superior no una esperanza, sino una realidad. Tampoco sería posible sin las grandes profesoras y profesores quienes nos inspiraron y nos guiaron”.
Romero Martínez rememoró que en México la escolaridad promedio es de menos de 10 años y la mayor parte de la población no tiene acceso a la educación superior, menos a un posgrado. “El doctorado es un privilegio, pero a ese logro se suman responsabilidades”.
A continuación se hizo entrega de reconocimientos ad honorem (u honorarios, que se otorgan por el mérito, servicio o contribución de una persona) a cuatro nuevos miembros del Claustro: María de Lourdes García Ruiz, María Esther del Pilar Ortuño Burgoa, Rogelio Paredes Pérez y Rafael Manuel Rocher Gómez.
En representación de este grupo, Ortuño Burgoa comentó que el claustro no existiría sin el doctorado, creado en octubre de 1949 e implantado en 1950 en la entidad.
“El doctorado establecía en su estatuto, en un artículo transitorio, que se conferirá el grado respectivo sin necesidad de cursar los estudios correspondientes ni presentar tesis de investigación a quienes tuviesen el título de licenciado en Derecho, expedido o reconocido por la UNAM, y que en la fecha en que ese estatuto entró en vigor tuviesen un mínimo efectivo de cinco años de docencia y hayan sido autores de obras o estudios jurídicos impresos antes de la promulgación del propio estatuto”.
Al final, Eduardo Luis Feher Trenschiner destacó la labor de Hugo Ítalo Morales Saldaña, doctor en Derecho Laboral y presidente del Claustro de Doctores, con 60 años de antigüedad académica en la UNAM y próximo a cumplir 90 años de edad.