La atención del parto como proceso fisiológico natural, una deuda pendiente

Habría que sustituir el modelo institucional-medicalizado, que ha llevado al aceleramiento artificial de sus fases sucesivas, con todas las consecuencias potencialmente negativas que la literatura ha registrado, por uno de corte humanizado-respetado

Durante más de medio siglo la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia ha formado a miles de licenciadas en enfermería y obstetricia (LEO) para que se integren a las instituciones de salud como prestadoras de servicios relacionados, fundamentalmente, con la consulta prenatal, el parto y el puerperio. Sin embargo, una importante proporción de estas profesionales ha fungido como enfermera general, abarcando una amplia diversidad de actividades. Es decir, durante décadas hemos formado a grandes contingentes de LEO a quienes el sistema de salud les ha negado la posibilidad de poner en juego sus habilidades al servicio de la atención de la salud sexual y reproductiva de las mujeres.

En la actualidad existe alrededor de un millón de especialistas en salud reproductiva en el mundo, en una diversidad de categorías. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho énfasis en modificar la atención del parto para garantizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, así como respetar los procesos fisiológicos y sus tiempos con la menor intervención posible por parte del personal de salud.

Las recomendaciones de dicha organización se basan en la búsqueda sistemática de evidencia con el fin de identificar las mejores prácticas que garanticen procesos de atención de un embarazo, parto y puerperio seguros y con resultados satisfactorios para las mujeres y sus familias. Pese a ello, el apego a estas propuestas se encuentra ausente en las instituciones de salud del país. La evolución del modelo de atención conocido como medicalizado-institucional ha derivado en un conjunto de prácticas sistemáticas que atentan contra la salud y la seguridad de madres e hijos. Por ejemplo, la OMS recomienda que las cirugías cesáreas no rebasen el 15 % del total de partos, pero en México alcanzamos alrededor del 50 %, con algunas instituciones por encima de este porcentaje. También sugiere la no ejecución de acciones como la episiotomía, la maniobra de Kristeller y la canalización intravenosa, entre otras, excepto en situaciones de riesgo inminente; pero en las instituciones de salud se hacen de manera rutinaria.

En la Facultad de Enfermería y Obstetricia nos interesa seguir y profundizar la investigación en este campo, con el objetivo de incidir en el cambio de un modelo de atención institucional-medicalizado por uno de corte humanizado-respetado.

El primero se rige por criterios financieros y gerenciales por encima del proceso fisiológico natural. Los tiempos para la rotación de camas, uso de quirófanos, equipos, etcétera, se imponen a los fisiológicos de las mujeres, llevando al aceleramiento artificial del proceso, con todas las consecuencias potencialmente negativas que la literatura ha registrado. Se tienen reportes de que, en un hospital general en el Estado de México, el 95 % de los partos atendidos durante un año no hizo caso de las recomendaciones de la OMS.

Por el contrario, hemos identificado modelos de atención diferentes. Uno se realiza en el Centro de Investigación Materno Infantil, que brinda servicios en la zona de Iztapalapa, y el otro en Compañeros en Salud, ubicado en Jaltenango, Chiapas. En ambos casos la atención se oferta desde un nivel con baja tecnología y con participación de LEO. Los resultados de los dos modelos han demostrado que es posible ofrecer atención segura, con bajo riesgo de muerte materna y de excelente calidad a poblaciones de escasos recursos, tanto en zonas urbanas como rurales.

Se trata de garantizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y de llevar a cabo las prácticas que garanticen procesos de atención seguros

Esto nos muestra que en realidad la tecnología desempeña un papel secundario (salvo en casos de emergencia), y que el conocimiento profesional profundo, aunado a la sensibilidad y la capacidad de ser empático y solidario con las necesidades de las usuarias, es aún más importante, como lo planteó el doctor Paul Farmer, reconocido líder de la salud global.

A partir del conocimiento de estos modelos de parto humanizado-respetado, en la Facultad de Enfermería y Obstetricia nos hemos dado a la tarea de compilar experiencias para publicar un libro en el que podamos mostrar no sólo los éxitos de su implementación, sino también los retos enfrentados.

No podemos soslayar el hecho de que hay enormes resistencias por parte del personal médico especialista en que estos modelos se expandan, ya que no parecen ajustarse a sus intereses; pero este aspecto representa un falso dilema, ya que a todos conviene ejecutar un parto humanizado-respetado, tanto para las mujeres como para los prestadores de servicios y las instituciones. Si se habilitan los centros de salud de nivel primario apropiadamente, en lo que no se requiere una gran inversión, cualquier profesional capacitado y con perspectiva de derechos humanos puede adherirse al modelo.

El objetivo es que el parto respetado-humanizado se practique en todas las áreas del sistema de salud público, como se hace en Canadá, Inglaterra, Holanda, Francia, Noruega, Suecia… Estos países nunca han transitado por un modelo de parto medicalizado porque la regulación nacional prohíbe llevar a cabo prácticas que no estén recomendadas por la OMS. Lo mismo empieza a suceder en América Latina. Naciones como Colombia y Chile ya han aprobado leyes que determinan el parto humanizado-respetado como obligatorio. ¿Cuánto le falta a México para llegar a este punto?

Contamos con un contingente amplio de LEO (45,500 en el sistema de salud, 5,500 ubicados en el primer nivel de atención) y otras parteras profesionales que podrían integrarse a una estrategia nacional y asumir esta responsabilidad si se contara con la normatividad y legislación necesaria. También se sumarían los médicos dispuestos a comprometerse con la idea de que los derechos de las mujeres en el parto deben respetarse, y que quieran poner en práctica lo mejor de sus capacidades clínicas para garantizar un parto seguro, de calidad, en una experiencia cuyo recuerdo sea positivo y con el mínimo riesgo.

A propósito del Día de las Madres (10 de mayo), y de acuerdo con la Confederación Mundial de Parteras, la OMS y el Fondo de Población de las Naciones Unidas, el parto humanizado es considerado un elemento esencial: el respeto a los derechos de las mujeres y sus hijos, la protección de su dignidad y su felicidad ante uno de los eventos más importantes de su vida. Los profesionales de la salud deben ser responsables de garantizar que esta experiencia sea trascendental, así como de marcar un parteaguas en la atención a la salud de las madres y sus hijos.

Reflexionar sobre la atención en el parto y la labor de los profesionales universitarios preparados para tal fin cobra relevancia, ya que es una deuda pendiente del sistema de salud el diseñar políticas públicas y programas que pongan en el centro del interés la salud de las mujeres y sus hijos.

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