De acuerdo con el Inegi

La Covid-19, segunda causa de muerte en México durante 2020

Cinco expertos de la Universidad Nacional comentan el tema, sus consecuencias ya en el inicio del tercer año de la pandemia

Fueron más de 201 mil muertes por la Covid-19 las que hubo en México durante 2020, según ha dado a conocer el Inegi. Gaceta UNAM le pidió a cuatro destacados médicos y un matemático de nuestra casa de estudios una reacción, un pensamiento sobre esta lamentable cifra que enlutó al país el año pasado. Aquí sus textos…

Samuel Ponce de León, médico cirujano con residencia en Medicina Interna y Enfermedades Infecciosas, maestro en Epidemiología, coordinador del Programa Universitario de Investigación en Salud, así como de la Comisión para Atención de la Emergencia de Coronavirus de la UNAM:

Ante el inminente inicio del tercer año de la pandemia, la transmisión continúa y sus consecuencias crecen. Las pérdidas son inmensas. En el centro de la atención y del dolor la mortalidad sigue creciendo. En todos los países la expectativa de vida ha disminuido. En mi perspectiva es importante recordar que este escenario se había avisado. Hace décadas se ha venido reiterando la inminencia de una pandemia como la actual y no se atendieron los mensajes; ocurrió lo contrario. En nuestra nación enfrentamos la pandemia con un sistema de salud pulverizado, de ahí las consecuencias. En el ámbito global más de cinco millones de muertes oficiales, obviamente son muchas más.

Desde un principio se anticipaba que la contagiosidad del nuevo virus por un lado y la ausencia de inmunidad en la población por el otro, establecían condiciones para una permanente transmisión, hasta que un muy alto número de habitantes desarrollara esta inmunidad, en forma natural (infectándose) o por la vacunación. Por fortuna, el desarrollo de vacunas ha sido espectacular; sin embargo, la inequidad es una herida que sangra, y es consecuencia de la falta de planeación.

Ante el aniversario que marca el inicio del tercer año de epidemia, escucharemos críticas y denostaciones, también reiteraciones indefendibles, en un marco de superficialidad y polarización. Recalco, que ante un problema de esta magnitud no hay posibilidad de tener buenos resultados. La impreparación y la insuficiencia han pasado su costo.

Hoy, es sensato pensar que lo peor tal vez ha quedado atrás, y es precisamente ahora que tenemos que mirar al futuro porque la siguiente pandemia ya se puede estar gestando, y deberíamos estar preparados.


María Elena Medina-Mora Icaza, directora de la Facultad de Psicología. Doctora en Psicología Social, investigadora emérita del Sistema Nacional de Investigadores y doctora honoris causa de la UNAM. Miembro del Colegio Nacional:

El duelo…

Las pérdidas humanas han afectado el bienestar de muchas personas: México ocupa un importante lugar en muertes asociadas con la Covid-19 entre la población general y en la mortalidad de médicos y personal de salud que trabaja cuidando a quienes enferman; la pandemia nos ha legado un número importante de niños que han quedado huérfanos, y en muchas familias ha habido más de una persona que ha perdido la vida.

Las condiciones en que se han dado fallecimientos de personas que arribaron a hospitales caminando con niveles muy bajos de oxigenación han sorprendido a sus familias: tras una muerte rápida, la incapacidad de ver a sus enfermos hospitalizados o fallecidos y la entrega de cenizas han dado lugar a duelos prolongados. La necesidad de cuidar nuestra salud y permanecer en casa ha dificultado la celebración de los rituales acostumbrados que, sin duda, ayudaban a las personas a superar la pérdida de un ser querido.

El duelo es una respuesta normal compleja y multifacética que ocurre cuando alguien que amamos muere. Es permanente y única. Podemos decir que todo duelo es complejo, pero cuando toma más tiempo de lo normal se diagnóstica como trastorno por duelo prolongado. Este malestar sobrepasará la capacidad de algunas personas para manejarlo y evolucionará a un trastorno de estrés postraumático, depresión, ansiedad, trastornos que –se ha encontrado– crecen alrededor de un 30 por ciento entre los que han experimentado de cerca la crisis, comparado con lo que ocurría antes de la pandemia.

Entre los factores que aumentan el riesgo encontramos una historia previa de depresión, trauma y haber experimentado otras pérdidas, además de la cercanía con la persona que fallece, su edad y la forma de morir, la situación de quien sobrevive y las consecuencias en pérdidas de ingreso, más la necesidad de cambiarse de casa o la pérdida de conexiones sociales.

Entre los factores que reducen el riesgo de enfermarse encontramos la presencia de fortaleza, flexibilidad y repertorio de respuestas de afrontamiento positivas en la persona que sobrevive, sus conexiones sociales y redes de apoyo, un contexto menos traumático y estabilidad económica.

Se trata de un fenómeno complejo en el cual se cruzan pensamientos, sentimientos y conductas que pueden ser erráticas. El malestar mejora con el tiempo, pero no ocurre de una manera suave ni tampoco en un tiempo definido. Podemos experimentar malestar mental grave y no pensamos que pueda terminar. Queremos seguir adelante, pero no tenemos fuerzas para hacerlo. Necesitamos a otros seres queridos, pero se nos dificulta sentirnos conectados. Sabemos que la persona murió, pero nos cuesta trabajo entenderlo. Ansiamos conectarnos con la persona amada, pero pensamos que necesitamos evitar cosas que nos lo recuerdan. Y es frecuente que aparezcan síntomas de malestar físico.

El duelo se transforma conforme nos adaptamos a la pérdida, y la vida se va haciendo más llevadera, nuestros pensamientos y memorias se reacomodan, vamos redefiniendo nuestras metas futuras y podemos evitar un estado de vida suspendido por un dilema que no se puede resolver. Cuando esto no ocurre también hablamos de un trastorno de duelo prolongado.

Necesitamos aceptar la realidad y restaurar el bienestar. Aceptar la permanencia de la pérdida y el duelo, que las circunstancias han cambiado, el cambio en las relaciones con la persona que perdimos, alterar nuestros modelos de representación internalizados en el cerebro. Restaurar un sentido de propósito y significado, emoción y satisfacción, un futuro prometedor, sentimientos de competencia y de pertenencia.

El proceso de duelo puede alterarse cuando desarrollamos pensamientos mágicos, rumiamos sentimientos de culpa por haber sobrevivido, por no haber hecho algo que pensamos pudiera haberlo evitado, y mucho enojo cuando se recurre a la evitación o no aceptación.

Podemos ayudar con ATENCIÓN empática. Escuchar. Ayudar a la persona a encontrar un balance entre el duelo y cuidar su propia vida. No es recomendable dar consejos, cada persona tiene sus modos propios de vivir su duelo, de entender y aceptar que el duelo es natural después de una pérdida. Es parte del amor. Se trata de FACILITAR que saque las cosas que le están preocupando y apoyar para que encuentre las soluciones cuando esté preparada.

Personas entrenadas pueden ayudar a manejar el dolor emocional (aceptar y darles nombre a las emociones, promover emociones positivas, apoyar con rituales posibles en la pandemia para honrar la vida de quien falleció, ayudar a la persona a ver una posibilidad de un futuro promisorio, pensar en cosas importantes y llenas de sentido para la persona, manejar y superar la culpa).

Cuando el duelo se prolonga es importante buscar ayuda. La Universidad ofrece apoyo a la comunidad universitaria (https://Misalud.unam.mx/covid19/, http://psiquiatria.facmed.unam.mx/, #PsicologiaUNAM #FacultadDePsicologiaUNAM, 5550250855).


Susana López Charretón, viróloga, con maestría y doctorado en Investigación Biomédica, investigadora del Instituto de Biotecnología, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias:

Una reflexión: al día de hoy, 26 de octubre, la Organización Mundial de la Salud reporta 4 millones 950 mil personas fallecidas a consecuencia de la infección por SARS-CoV-2. Los números reportados para nuestro país, aunque sean subestimados, representan cerca de 5 por ciento de las personas que han perdido la vida a consecuencia de esta enfermedad en todo el mundo.

Como en las grandes catástrofes por las que hemos pasado en este país, nunca sabremos el número exacto de personas que han fallecido como consecuencia de esta pandemia. En buena medida, por las terribles desigualdades que hay en nuestra nación, muy seguramente hay un subregistro, de muchas personas que ni siquiera pudieron llegar a tener atención médica. Es una triste realidad.


Alejandro Macías, infectólogo egresado del posgrado de la Universidad Nacional e integrante de la Comisión para Atención de la Emergencia de Coronavirus de la UNAM:

La cifra de muertes por la Covid-19 en México es apabullante. Difícilmente podríamos haber imaginado un escenario semejante cuando todo esto empezó. Hemos perdido, todos, gente valiosa, amigos, familiares. El personal de salud se brindó sin limitaciones y pagó un alto tributo en enfermedad y muerte.

Eso no debe volvernos a ocurrir. Honremos a nuestros muertos, pero ofrezcámosles en ofrenda el aprendizaje de las lecciones para que su muerte no haya sido en vano. Pandemias habrá de nuevo, ojalá que para la siguiente México esté mejor preparado, con una mayor inversión en salud, mejores servicios en unidades médicas, con personal que tenga mejor acceso a la capacitación y al equipo de protección personal, así como la elemental preparación de las estructuras que nos gobiernan para mitigar el embate de la enfermedad.


Arturo Erdely, actuario con maestría y doctorado en Ciencias (Matemáticas). Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán:

Si bien la Estadística es una disciplina que permite estudiar, medir y modelizar la incertidumbre subyacente en casi todo tipo de datos, tratándose de números sobre seres humanos, y particularmente defunciones por la epidemia de la Covid-19 en México, el quehacer estadístico adquiere otra dimensión. Las técnicas de tratamiento y análisis de este tipo de información podrán ser las usuales que con otro tipo de datos, pero saber que son vidas perdidas, y peor aún, proyectar las que falta se pierdan, como si se tratara de algo predestinado e inevitable, resulta estremecedor.

El año 2020 lo cerramos con poco más de 200 mil muertes en exceso acumuladas en México (es decir, por arriba de lo normal si no hubiéramos tenido epidemia) y al día de hoy dicha cifra acumulada ya es el triple: más de 600 mil defunciones en exceso desde el inicio de la epidemia en nuestro país. Cada día, sin falta, descargo los datos abiertos de la Secretaría de Salud, los proceso, los grafico, los analizo, los proyecto y comparto al respecto en mis redes sociales. No importa si es domingo o día festivo, no importa qué tan ocupado o cansado esté, es un tributo mínimo que me siento impulsado a hacer desde mi área de especialidad, y que no me veo dejando de hacer hasta que la epidemia esté aceptablemente controlada.

 

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