Tres funciones, 20, 21 y 22 de enero

La danza me protege y da ánimo para seguir: Pilar Rioja

La reconocida bailarina trae Retablo español, una gama de coreografías del país ibérico

Foto: Barry Domínguez.

Tengo 85 años de carrera como bailarina y 90 de edad. Mi papá siempre dijo que debería aprender toda la danza española y así lo hice; pero además he bailado folclor mexicano, moderno, ballet clásico y bailes orientales”. Pilar Rioja nació en 1932 en Torreón, Coahuila. En Nueva York se ganó el mote de La Callas de la danza, y no es para menos, su trayectoria, talento y sensibilidad bien que lo ameritan con creces.

Pilar Rioja se ha compenetrado con la historia de la danza. Afirma que para bailar no es suficiente ejecutar movimientos, se requiere también saber de teoría, adentrarse a profundidad en la técnica para expresarse con todo el cuerpo, y animarse a interpretar diversos géneros. “Yo bailaba de todo”, dice en entrevista a unos días de presentar su espectáculo Retablo español en el Salón de la Danza en el Centro Cultural Universitario.

“El programa es variado –aclara–, incluye danzas españolas, algunas de ellas del siglo XVII. Trabajé una coreografía que muestra lo que es la escuela bolera, la cual surge luego de que el español no quiso aceptar la punta del ballet, como tampoco al bailarín sosteniendo a la bailarina. Sin duda, ésta es una propuesta importante para llegar al flamenco. Otros géneros que se podrán apreciar son el barroco, la danza clásica estilizada, el folclor y el tango. Interpretan dos de mis alumnos: Jenaro Sosa y Rocío Maza. En la guitarra José Luis Negrete y en el cante Andrea Bela Pérez. Este recital es para que se vea una gama de bailes ibéricos y no sólo el flamenco.”

Uno de sus maestros, Domingo José Samperio, le propuso hacer música barroca con las castañuelas como una manera única de bailar. Rioja dice que las castañuelas son sus manos y de ahí sale el sonido que debe tener vida. Otro de sus primeros mentores fue Óscar Tarriba, quien le enseñó profesionalmente la danza española y le inculcó seguridad y confianza en este arte del movimiento corporal.

“La danza me ha reconfortado de muchas pérdidas que he tenido”, reflexiona. “Me protege y da ánimo para seguir. Yo la he gozado mucho y no me he sentido sola. Cuando estoy triste o alegre, siempre recurro a ella. Quien se le acerca debe amarla, si no es así, mejor que la deje. Una vez ya en su práctica ha de esmerarse por sacar su propia personalidad, no imitar; sentir su cuerpo y no pensarlo, abrirse a otras danzas. Cada movimiento hacerlo suyo y ser honesta con uno mismo”.

Musa de pintores, poetas y músicos, Pilar Rioja no esconde secretos a sus discípulos. Todo lo contrario, les abre las puertas y son ellos mismos quienes deben traspasarlas para conocer sus posibilidades y reconocer sus talentos.

Mexicana universal

Considerada una de las bailarinas mexicanas más universales de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del presente, recuerda que sus padres le inculcaron la danza. Cuenta que no faltaba quien le dijera a sus progenitores que por bailar iba a ser una mala mujer. “Afortunadamente mi papá no les hizo caso”, dice jocosamente. “Desde niña yo saltaba, hacía mis propias coreografías, que luego presentaba en casa. Mi madrina cobraba un centavo por función y al final les regalaba caramelos a todos los asistentes”.

La danza le ha dado de todo en la vida, por eso nunca discriminó género alguno, lo mismo bailaba la de los Viejitos que la de los Matachines, la del Venado y hasta rock and roll. “La cuestión es el tú, que seas tú mismo”.

Reconoce que su estilo se lo debe a Guillermo Barclay, escenógrafo, vestuarista e iluminador con quien conserva una profunda amistad.

Se siente ligada íntimamente a la lírica española. Quien fuera su marido, el poeta Luis Rius, le dedicó poemas a sus brazos, sonrisa y a todo su cuerpo. Conocía de maravilla el alma de su muy querida Pilar. Cada composición suya describía algo de ella, lo que a su mujer le inspiraba a seguir bailando. “Rius me hizo muchos libretos”. Rememora: “La gira que más me ha gustado es la que hicimos por los pueblitos de México. Fue ahí donde tuve la certeza de que la gente del pueblo tiene la sabiduría en la sangre”.

Relata con pesar que a los pocos días de dar una última función en la Sala Miguel Covarrubias, los médicos le comunicaron que ya no podría seguir danzando porque estaba perdiendo la vista. “Fue un trancazo; pero no me dejo, sigo montando coreografías y enseñándoles a mis alumnos. Vamos a continuar haciendo la luchita y no parar de bailar”.

En el Salón de Danza Pilar Rioja alzará los brazos para reafirmar que en su arte no hay tiempo ni espacio. Únicas funciones: viernes 20 de enero a las 19 horas; sábado 21 a las 7 pm y domingo 22 en punto de las 6 de la tarde.

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