La disidencia cubana se ha pluralizado y diversificado

“Debemos romper el cliché de la disidencia como la burguesía que salió en los 60. Las disidencias son cada vez más plurales, reivindican cada vez más derechos muy similares a los del resto de América Latina”, afirmó Johana Cilano, de la ENES León

El pasado 27 de noviembre se cumplió un año de las protestas iniciadas por activistas y artistas cubanos, en respuesta a la discriminación y exclusión sufridas por razones políticas y a su impacto sobre la creación artística. Desde ese momento los reclamos han continuado, de modo individual y gremial, aun cuando el régimen cubano ha incrementado la presión sobre aquellos que participan o empatizan con los manifestantes.

“El rapero Denis Solís, fue apresado y condenado a un juicio sin garantías; esto deriva en un acuartelamiento y huelga de hambre de miembros del Movimiento San Isidro -grupo cultural llamado así por el barrio popular habanero que servía de sede al grupo- la cual es interrumpida por la irrupción violenta en el domicilio y la extracción de los personas involucrados”, explicó Johanna Cilano, investigadora posdoctoral de la ENES León.

“A este hecho le siguió el día 27 de noviembre una protesta frente al Ministerio de Cultura de Cuba. Lo que empezó siendo un grupo reducido, pidiendo a las autoridades respuestas sobre la situación legal de los artistas, terminó en horas de la madrugada con alrededor de 400 personas plantadas afuera del ministerio y con una larga reunión entre autoridades culturales y una comisión de los manifestantes”.

“Allí se plantearon una serie de reinvindicaciones (derecho de libertad de creación, ejercicio libre de pensamiento, fin de la discriminación y la violencia por motivos políticos), que derivaron, en la madrugada, en una declaración sobre el compromiso de parte de las autoridades de atender los reclamos. Cosa que duró apenas horas, porque al día siguiente se desacreditó desde los medios estatales ese diálogo, los reclamos y participantes presentes”, detalló Cilano.

La especialista explicó que estos hechos fueron seguidos por más protestas, como la de enero del 2021 nuevamente frente al Ministerio de Cultura, luego en abril del mismo año buscando “reivindicar la libertad de presos políticos detenidos a raíz de los sucesos del 27 de noviembre” y luego el 11 de julio, la cual abarcó más de 60 localidades a lo largo de todo el territorio cubano.

“Desde 1959 -y según diversas fuentes incluso antes- Cuba no había vivido protestas cómo las del 11 de julio por su extensión territorial, masividad y diversidad de participantes. Hubo decenas de miles de manifestantes -un monitoreo habla de 180000 personas- y una reivindicación muy amplia en término de mejores derechos, mejores accesos a salud, vivienda, educación, alimentación, vacunas”, subrayó Cilano.

“Lo del 11 de julio trajo a Cuba a la palestra pública. Constituye también un parteaguas porque mostró que había pueblo, una ciudadanía con reivindicaciones muy similares a las luchas del resto de América Latina: mejores accesos, derechos y otras propias del sistema político cubano. Quedó también demostrado, a diferencia de la mayor parte de la región, que lo específicamente cubano es el veto a la canalización pacífica de ese disenso bajo el régimen actual. Las protestas fueron acalladas con violencia policial, pese a que la disidencia tradicional no fue la que lideró las protestas”.

“Se detuvieron a los principales líderes de oposición, artistas involucrados en el 27N y a muchos ciudadanos que habían subido videos o selfies en las protestas del 11 de julio. Hoy mismo hay más de 1200 personas encarceladas o bajo proceso judicial, con posibles condenas que van desde los 6 años hasta los 20 o 25, por corear una canción o protestar pacíficamente. Desde el gobierno no se asumió la protesta como legítima, hablan de disturbios sociales provocados por maleantes y mercenarios incitados desde el exterior”.

Un cambio de disidencia

La oposición al gobierno de Cuba, argumentó la también articulista de Reforma, es hoy día “autónoma y horizontal, surgió impulsada por las redes sociales y la posibilidad que ofrecen las nuevas vías de comunicación: Facebook, Twitter, mensajes de Whatsapp. La diáspora cubana hoy está presente en cientos de países y excede los estereotipos del cliché de la mafia de Miami. Desde el 11 de julio tienen cada vez una sensación más importante de su rol en el activismo cubano y la posibilidad de aspirar a construir un mejor país, al que puedan regresar y contribuir”.

Por ejemplo, apuntó, el Colectivo Archipiélago “notificó a las autoridades de la realización de una marcha por el fin de la violencia, la discriminación política y la libertad de los presos políticos. Se solicitó permiso a las autoridades, notificando una ruta y un estimado de participantes. Evidentemente se respondió con una negativa y la declaración de ilegitimidad de la marcha”.

“En ese entorno se desarrolló la jornada del 15 de noviembre, una jornada acompañada por protestas en muchas ciudades del mundo por la diáspora cubana y colectivos ciudadanos amigos de esos países. Casi siempre frente a embajadas y sitios icónicos. Fuimos testigos ese día del despliegue de fuerza física en las ciudades cubanas, se militarizaron y la gente tenía miedo de salir”.

“Una serie de actos públicos de desprestigio trataron de desmotivar la salida, los tradicionales ‘actos de repudio’ -movilización estatal de civiles para agredir verbal o físicamente a ciudadanos críticos- cobraron inusual fortaleza. Algo que recuerda al viejo PRI, que movilizaba clientelas y porros contra los demócratas mexicanos. Se incrementó en los medios las campaña de criminalización a los principales líderes de las protestas. Pese a ello, la mayoría de los repudiantes eran ajenas a los barrios en que se desarrollaron estos actos. Los vecinos no se prestaron a hostigar a quienes viven junto a ellos. ”.

Este cambio frente al régimen se entiende, argumentó Cilano, porque especialmente “las nuevas generaciones no tienen una relación emocional con el significado de lo que fue una Revolución. Las generaciones que vivieron el proceso revolucionario se sienten herederas y vivieron sus beneficios en redistribución y movilidad social, soportadas por el subsidio soviético durante los 80”.

“Los que nacieron post-caída del Muro de Berlín han vivido en crisis permanente y una serie de reformas económicas fallidas del gobierno. Hay una especie de desvinculación emocional, pienso en algunos familiares y amigos en Cuba que tienen 20 años y ni siquiera Fidel Castro les dice algo. Cuando nacieron era un señor viejito que salía a veces escribiendo en el periódico. No tienen recuerdos, ni vivencias de la Revolución. Viven una cotidianidad que es disonante al discurso público. A lo mejor viven de lo que manda su papá o hermano “gusano” que se fue a Estados Unidos, de ahí sale la comida, de eso nos vestimos, hablamos por teléfono, etc.”.

La ampliación del servicio de internet de la isla, en 2018, aceleró este proceso, ya que “aunque sigue siendo caro para el salario cubano, es más accesible que hace 10 años. Los jóvenes saben usar un VPN y se saltan los candados del gobierno. Esto ha significado, aun con las limitaciones y la censura, una apertura del monopolio de la información. Hay una prensa independiente que crece en profesionalidad, ha crecido su impacto y legitimidad entre la ciudadanía. A las generaciones mayores les cuesta, por ese vínculo emocional, romper y acceder de manera fácil y abierta a esa información online”.

La especialista indicó que “es importante destacar la diversidad de las disidencias cubanas. Debemos romper el cliché de la disidencia como el exilio viejo de derecha, la burguesía que salió en los 60. Los casi dos millones de cubanos que hoy están fuera del país ocupan todo el abanico del espectro político: desde la extrema izquierda hasta las extremas derechas. Lo mismo pasa dentro de Cuba.

“Las disidencias son cada vez más plurales, reivindican cada vez más derechos y accesos muy similares a los de la región, los colectivos de la diversidad sexual y feministas son parte de la disidencia. Hay que romper esa visión maniquea de que el viejo exilio de Miami y que la disidencia interna son un grupúsculo que quiere anexarse a los Estados Unidos. Lo que hoy vemos en Cuba es un pueblo que pide acceso a alimentos, mejores servicios médicos, que pide cambios y libertades. Como en toda la región”.

¿El futuro del régimen?

Johanna Cilano apuntó que a pesar del fortalecimiento de las disidencias, el régimen se mantiene en el poder gracias al control que ostentan sobre los aparatos militares y de seguridad, que a su vez están fundamentados en el dominio político y económico, “lo poco que funciona de la economía cubana lo controla el ejército”, agregó.

A esto hay que sumar que el bloque político al centro del gobierno cubano es “un bloque oscuro y difícil de leer desde afuera para cualquier ciudadano”, lo que garantiza la unión de sus integrantes. “Tenemos como en toda sociedad minorías. Una muy activa que participa en los actos de repudio y que está ligada por lealtad y prebendas, que defiende activamente al régimen. Del otro lado, una minoría muy activa que en condiciones infra jurídicas trata de defender y reivindicar derechos”.

“La gran mayoría de la población está cansada, atormentada y agobiada por la precariedad de la vida cotidiana. Acceder a determinados servicios o bienes de consumo básico consume horas de tu día. Hay una precariedad de la vida que hace, como en toda América Latina, que la participación sea cosa de minorías”, destacó Cilano.

La situación se deteriora aún más porque, según la investigadora, en otros países el tema Cuba “se convierte en tema de política interior. La discusión se mediatiza por la cuestión geopolítica y cómo se puede sacar rédito del tema en la agenda nacional. Pasa en México, España, Estados Unidos. Después del 11J Black Lives Matter apoyó al gobierno cubano, cuando la mayoría de los manifestantes y presos son personas racializadas, empobrecidas y de barrios marginalizados. Movimientos que debieron ser aliados naturales de aquellas se solidarizan con el gobierno cubano, porque defender a este es una forma de marcar distancia frente al estado norteamericano”.

“Hay quienes creen que Estados Unidos invadirá Cuba, aunque no vaya a pasar. No invadió en los 80 Reagan, no invadirá Biden ahora. El mismo embargo genera pasiones encontradas, muy poco sustentadas en análisis. Hay que preguntarse cómo, pese al embargo, Estados Unidos es el segundo proveedor de alimentos a Cuba . Además, Cuba es miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, no hubo pronunciamiento del Consejo después de las detenciones y procesos judiciales a los protestantes”.

Por ello, concluyó Cilano, “fue tan significativo el 11 de julio. Ahí están los cientos de videos y testimonios que la gente subió en sus redes sociales. En Cuba los activismos son más plurales y conectados con los de las sociedades latinoamericanas. Las nuevas generaciones, pese a la maquinaria oficial, no tienen vínculos emocionales con la vieja épica revolucionaria. Cómo no los tenían los jóvenes del 68 ante un régimen que se llamaba ‘heredero’ de la Revolución mexicana. La ciudadanía en Cuba no es diferente a sus pares y antepasados en otros momentos y lugares. Quieren y merecen, simplemente, el derecho a tener y reclamar derechos”.

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