Cada película tiene una “voz particular”, asegura

“La edición es una profesión solitaria”: Miguel Schverdfinger en Cátedra Bergman

El editor ganador del Ariel en 2010 por su trabajo en Norteado se presentó ante el público de la Cátedra Bergman para hablar sobre labor cinematográfica

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El argentino Miguel Schverdfinger, ganador del Ariel en el 2010 por su trabajo en Norteado y el reconocimiento a Mejor Edición de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina por su desempeño en Zama (2017), visitó nuestro país para compartir su experiencia con los jóvenes estudiantes de cine de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC) y el público general que se dio cita para escuchar sus palabras en la Cátedra Ingmar Bergman en cine y teatro – UNAM.

“Observen y lean mucho. Cuando lo digo no me refiero a que se pongan a ver películas, si están en la carrera de cinematografía les gusta el cine y lo más probable es que vean muchas películas. Hay que leer y observar la vida, alrededor. No copiar lo que hacen otras películas, esas ya tienen su voz. Ya están hechas, se pueden tomar cosas, pero es más importante crear tu propia voz y eso sólo se hace observando. Hay muchas cosas increíbles para ver”, aconsejó el editor en entrevista a las generaciones más jóvenes de editores, que apenas dan sus primeros pasos en la industria.

Además, agregó: “Los directores tienen que hacer lo mismo, pero triplicado. Tienes que leer lo que sea, no libros de cine. Yo he leído unos tres en toda mi vida. Hay que leer literatura, libros de ciencia, cualquier cosa. Mirar es extraordinario.”

Con más de 40 proyectos cinematográficos editados en su carrera, el argentino asegura que disfruta más su trabajo cuando éste se hace en soledad o con la más mínima compañía. “La edición es una profesión solitaria teniendo en cuenta que hacer cine es parte de una maquinaria donde se necesita mucha gente. El cine tiene procesos, arranca solitario en la escritura y el pensamiento, luego se suma mucha gente para los fondos y llega el rodaje con una cantidad de gente absurda. Se pasa a una etapa más solitaria, disfruto mucho editando sólo y disfruto mucho cuando estoy con la directora y el director. Disfruto que seamos pocos.”

Editar es un proceso lleno de particularidades, en palabras de Schverdfinger, porque cada película y director buscan una voz propia para cada producción. “soy consciente que estoy trabajando para una película, junto con alguien que tiene la decisión final, que es el director. Dentro de ese contexto, sugiero formas de trabajar y he tenido la suerte que siempre me las han aceptado.”

“Yo comienzo a editar desde que empiezan a filmar la película, es un maravilloso momento, de soledad absoluta, porque la directora o el director están en rodaje. Después de un par de semanas de terminada la filmación, se incorporan y ahí comienza el trabajo en conjunto. Es un disfrute inmenso, disfruto mucho esa etapa de hacer la película. Disfruto más el proceso que el resultado final, que prefiero no verlo porque me empiezo a autoflagelar”, asegura el editor.

Por eso, argumenta Schverdfinger, la mejor edición es aquella que encuentra la voz particular de cada película. Algo que no se puede copiar de estrenos anteriores. “El ritmo de la película no es algo que uno deba salir a buscar. Las cosas suceden según cada situación. No es lo mismo el ritmo de conversar aquí cómodamente en un sillón que el que tuve entre las 6 y 7 de la mañana levantando a mis hijas, haciendo el desayuno y llevándolas a la escuela. Modificamos constantemente nuestro ritmo.”

“Me enojo cuando hablan tanto de que como editor debo saber la estructura dramática, siento que se le pide al cine que responda a una estructura dramática que no tiene la vida. ¿Por qué le estamos pidiendo eso? Siéntense con mis hijas dos horas y a ver qué estructura dramática encuentran ahí”, añade.

“Unas veces es muy difícil soltar la película, otras es muy sencillo ver cuándo están listas. Creo que a todas las películas que edité les haría algo, a la distancia les haría algo. Trató de no verlas, parece una postura canchera, pero no lo es. Es una realidad. No las disfruto porque critico bastante mi trabajo”, concluyó el editor de Las niñas bien.

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