La educación, un camino para emancipar intelectualmente a la sociedad: Justo Sierra

Su legado, crear la Universidad Nacional de México; propugnó por la instrucción obligatoria como un medio de superarse

Foto: Archivo Histórico de la UNAM.
Reconocido como el Maestro de América, por sus invaluables aportaciones a favor de la educación y la cultura, Justo Sierra Méndez es considerado uno de los personajes más completos de la historia de México: escritor, historiador, novelista, periodista, político y un decidido promotor del diseño y creación de la Universidad Nacional de México, hoy UNAM.

Nacido en Campeche el 26 de enero de 1848, inició sus estudios en ese estado y los continuó en Mérida, Yucatán; pero en 1861, tras la muerte de su padre, la familia se mudó a Ciudad de México donde ingresó al Liceo Franco Mexicano, para continuar con su formación académica en el Colegio de San Idelfonso.

En 1871 finalizó sus estudios de abogado y empezó a trabajar en la vida pública, al desempeñarse como diputado en el Congreso de la Unión y magistrado de la Suprema Corte de Justicia. También fue titular de la antigua Secretaría de Justicia Pública y Bellas Artes y de la Secretaría de Instrucción Pública entre 1905 y 1911.

Una de sus principales tareas fue la promoción de la educación primaria obligatoria, ya que consideraba que el desarrollo del país sólo era posible por la vía de la educación. Su mayor legado fue la creación de la Universidad Nacional de México, en 1910, hoy Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Para el profesor Hugo Casanova Cardiel, coordinador del Consejo Académico de las Humanidades y las Artes e integrante del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE-UNAM), Justo Sierra fue un hombre de su tiempo, y si bien formó parte del grupo de intelectuales del porfiriato, como Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto, también fue un personaje que abrió las puertas al pensamiento mexicano del siglo XX desde una perspectiva liberal e ilustrada.

“Fue un mexicano de avanzada que vislumbró la educación como uno de los caminos con mayor certidumbre para la emancipación intelectual de una sociedad hasta entonces caracterizada por la ignorancia y la servidumbre. Sierra propugnó por la instrucción obligatoria como un medio para la superación de los individuos y como un elemento de vinculación social y el bien común.”

Considerado un libre pensador, desde la academia y el servicio público, Justo Sierra concibió un proyecto educativo nacional y buscó formas de difundir la cultura y la ciencia en México, como la mejor manera de forjar el alma nacional. Su visión se inspiró en las ideas del positivismo, oponiéndose a aquellas interpretaciones religiosas del mundo, y abogando por el bien colectivo sobre el interés individual, siempre desde una perspectiva científica, basada en fundamentos técnicos.

Siendo maestro de la Escuela Nacional Preparatoria, impartió la cátedra de Historia y publicó la que es considerada su obra fundamental: Evolución política del pueblo mexicano (1900-1902); un libro de texto que ha contribuido a la formación política de varias generaciones.

En ese sentido, Casanova Cardiel destacó que, aunque resulta difícil calificar como revolucionario a un intelectual que formaba parte del grupo en el poder, la propuesta de Justo Sierra aportaba ideas que buscaban –en el marco de las estructuras porfiristas– mejores condiciones para una población mayormente rural y necesitada. “Si bien Justo Sierra no profundizaría en las agudas contradicciones sociales que desembocaron en el estallido de la Revolución mexicana de 1910; sí, en cambio, concedía a la educación nacional enormes posibilidades para el fortalecimiento de la patria, el desarrollo y la democracia”.

Sobre la vigencia de sus postulados en materia educativa y en particular acerca del proyecto de Universidad Nacional que Justo Sierra soñó, Hugo Casanova consideró que las instituciones de educación superior se desenvuelven bajo una dualidad que responde a sus raíces históricas y a los retos del presente. El caso de la Universidad Nacional, dijo, responde con claridad a esa doble dimensión: encuentra una sólida base en sus planteamientos primigenios y argumenta con gran pertinencia ante el entorno social actual.

“En la Universidad Nacional de hoy, el pensamiento original de Sierra ha devenido en un modelo que da cabida a las más diversas expresiones del pensamiento. Se trata de una institución libre, plural y orientada a la solución de la compleja problemática nacional.”

De las aportaciones importantes de Justo Sierra destacan también el establecimiento del primer sistema laico de instrucción pública en México, la promoción de la unificación lingüística del país, autonomía a jardines de niños, se impulsó el reconocimiento del magisterio en el nivel superior y se estableció un sistema de becas para alumnos.

Murió el 13 de septiembre de 1912 y sus restos están en la Rotonda de las Personas Ilustres. Su nombre permanece en el muro de honor del Palacio Legislativo.

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