La Guerra del Agua México - Estados Unidos
El Río Conchos y el Tratado Internacional de Aguas de 1944

La escasez de agua, el cambio climático y otros factores, hacen necesario revisar tratados sobre agua firmados desde mediados del siglo XX para verificar la vigencia de sus cláusulas y evitar conflictos diplomáticos por el agua.

La Guerra del Agua México - Estados Unidos
El Río Conchos y el Tratado Internacional de Aguas de 1944

La escasez de agua, el cambio climático y otros factores, hacen necesario revisar tratados sobre agua firmados desde mediados del siglo XX para verificar la vigencia de sus cláusulas y evitar conflictos diplomáticos por el agua.

Gonzalo Hatch Kuri, coordinador
Grupo de Análisis sobre Aguas Trasnfronterizas,
Red del Agua, UNAM

Especialistas y periodistas han documentado conflictos en diversos países de África y Medio Oriente que bien podrían catalogarse como zonas fértiles para el florecimiento de conflictos bélicos, asociados al acaparamiento y concentración del agua que, en consecuencia, han acarreado desplazamientos forzados y la muerte de miles de inocentes.

Los casos de Yemen, Eritrea, Somalia, Irak y otros, sugieren que la debilidad del Estado es un factor causante de la guerra hídrica, aunque emerge paulatinamente un actor más poderoso que podría expandir este fenómeno en otras latitudes: el cambio climático.

En el siglo pasado, México y Estados Unidos firmaron dos acuerdos diplomáticos para distribuir el agua de tres ríos transfronterizos: Bravo/Grande, Colorado y Tijuana. El primer acuerdo fue el Tratado de Agua para el Valle de Juárez de 1906 (Ciudad Juárez a Fort Quitman, Texas), donde se asignó a México un volumen anual de 74 Millones de metros cúbicos (Mm3) del río Bravo.

Posteriormente, con la firma del Tratado Internacional de Aguas de 1944, en la cuenca del Bravo (Fort-Quitman al Golfo de México), se acordó que México deberá entregar anualmente un volumen de 432 Mm3, mientras que en la cuenca del Colorado, Estados Unidos entrega a México un volumen de 1,890 Mm3 anuales.

Cabe destacar que ambos países acordaron una flexibilidad de hasta cinco años para entregar los volúmenes mínimos asignados a cada uno. Una somera revisión de las cifras acordadas conduciría afirmar que, en efecto, México recibe cuatro veces más agua al año de la que éste debe entregar a Estados Unidos; no obstante, si el análisis se enfoca exclusivamente en la cuenca del Bravo, el espíritu de la buena vecindad podría ponerse en cuestión.

En fechas recientes, en las vísperas del ciclo 35 (octubre, 2020) la cuenca del Conchos, en Chihuahua, fue la arena de un conflicto que escaló rápidamente entre los usuarios agrícolas de esa entidad, los usuarios agrícolas de Tamaulipas, los gobiernos estatales fronterizos, los gobiernos federales de México y de Estados Unidos. El número de actores, por sí solo, revela la complejidad del conflicto, aunque lo cierto es que el detonante fue un actor inmaterial pero omnipresente: una sequía severa.

A un año antes de cerrar el ciclo 35, México estimaba un volumen faltante de 600 Mm3 en la asignación que le corresponde a Estados Unidos en el Bravo, por lo que al considerar la variabilidad hidrometeorológica de la cuenca, resolvió aplicar medidas extraordinarias para cumplir con sus obligaciones internacionales.

Estas imponían trasvasar agua de las presas situadas en el cauce del principal tributario mexicano de la cuenca, es decir, el río Conchos, hacía las presas internacionales “La Amistad” y “Falcón” situadas en la cuenca baja del Bravo. El problema es que el agua trasvasada consistía en volúmenes concesionados previamente a usuarios agrícolas, lo que pondría en riesgo el año agrícola en curso de los distritos y unidades de riego chihuahuenses. Aunado a esto, el volumen que se planificó extraer rondaba los 1,350 Mm3, cantidad que superaba el déficit estimado para cumplir con el ciclo 35.

Lo anterior se explica porque en el Tratado se acordó que de los escurrimientos provenientes del Conchos y otros cinco tributarios (Escondido, Arroyo Las Vacas, San Rodrigo, San Diego y Salado), un tercio corresponde a Estados Unidos (432 Mm3) y los dos tercios restantes a México. Dicho de otro modo, con la estrategia también se buscaba dotar de agua a los concesionarios mexicanos ribereños cuenca abajo del Bravo, a quienes, en conjunto, los escurrimientos del orden 2,462 Mm3 deberían permitirles continuar sus actividades productivas.

La dotación, incluso al día de hoy, no ha podido entregarse del todo, si bien el ciclo 35 se cerró con la entrega de agua almacenada en las presas internacionales con volúmenes asignados a México. Además, ambos países firmaron el Acta 325, en la cual Estados Unidos hizo el compromiso de ayudar humanitariamente a México en caso de que no pueda cumplir con la dotación de agua a los usuarios domésticos o público-urbano en la cuenca baja del Bravo.

Si bien este conflicto en sus momentos más álgidos cobró la vida de dos personas, aún estamos lejos de poder reproducir, con sus debidas proporciones, la guerra desatada por los recursos de África o Medio Oriente.

Las proyecciones de los organismos supranacionales y expertos indican que a medida que el cambio climático se manifieste, de forma cada vez más recurrente, se alterarán los patrones de comportamiento hidrometeorológico.

Así, la frontera México-Estados Unidos por su ubicación en el área de los grandes desiertos de Norteamérica, experimentará sequías más severas y extraordinarias que, como es evidente, desde ahora están complicando el cumplimiento de ambos países en sus obligaciones internacionales.

En ese sentido, factores como el sobreconcesionamiento registrado en ambos países de los afluentes y cauces principales de los ríos Colorado y Bravo, estará configurando cada cinco años más conflictos. De ahí que los cuestionamientos asociados con la renegociación del Tratado de Aguas de 1944, abran enconados debates entre expertos y tomadores de decisión, algunos alegan inequidad en las asignaciones, otros por el contrario remarcan que México es el principal beneficiado con este acuerdo, lo que dificulta encontrar una posición en común.

Ciertamente, parece que el cambio climático, será quien tenga la última palabra e, incluso, obligue a los países con acuerdos internacionales en materia de aguas transfronterizas, a revisar la vigencia de sus clausulas antes del 2050, si el escenario que se desea mantener es un clima de paz y estabilidad política.


*Harald Welzer, Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán en el siglo XXI); (2010)
Nicholas S. Robinson y James Fergusson, Groundwater scarcity and conflict. Managing hot spots (2014).