La historia oculta de la Sonata Kreutzer

Beethoven se la dedicó al británico Bridgetower, pero luego decidió borrar el nombre de éste en el manuscrito y sustituirlo por el de otro violinista.

Desde su adolescencia, Beethoven mostró ser un hombre que tendía a enamorarse apasionadamente. Ya dijimos que trató de conquistar a la contralto Magdalena Willmann, pero ésta lo rechazó cuando le declaró su amor (años después también intentaría enamorar a la hija de Willmann, pero tampoco tendría éxito).

Según su alumno Ferdinand Ries: “Beethoven miraba con gusto a las mujeres, sobre todo a las de bello y juvenil rostro. Cuando nos cruzábamos con una muchacha encantadora, solía darse vuelta para mirarla otra vez con sus anteojos, y reía o hacía gestos cuando era sorprendido por ella.”

Ahora bien, si Beethoven se veía superado por otro hombre en una lid amorosa, podía reaccionar con ira y desprecio. Así lo hizo ante el virtuoso violinista y compositor británico George Augustus Polgreen Bridgetower, a quien había conocido por intermediación del príncipe Lichnowsky.

Bridgetower era un atractivo mulato de 24 años, hijo de un hombre nacido en las Antillas y de una mujer suaba. Había participado en algunos de los conciertos londinenses de Haydn y poseía una brillante técnica, gracias a la cual contaba con la admiración de, entre otros, el violinista y compositor italiano Giovanni Battista Viotti.

Pronto, Beethoven y él se hicieron amigos; incluso llegaron a irse de juerga varias veces. Un día, Bridgetower le propuso a Beethoven tocar un recital juntos y éste accedió.

Con el tiempo encima, Beethoven se puso a componer, de atrás hacia adelante –es decir, a partir del movimiento final que había descartado para la Sonata número 6 en la mayor, opus 30, número 1–, otra sonata para violín.

Fue así como el 24 de mayo de 1803, día del recital en el gran pabellón del palacio de Augarten, en Viena, la parte correspondiente al piano del primer movimiento (Adagio sostenuto –Presto– Adagio) estaba sólo esbozada, y el movimiento lento (Andante con variazioni) tuvo que ser leído en un manuscrito con la tinta aún fresca. Con todo, la interpretación de ambos músicos fue magistral.

En un principio, Beethoven dedicó la Sonata para violín número 9 en la mayor, opus 47, a Bridgetower. Sin embargo, al poco tiempo, ambos se enamoraron de una misma muchacha, y como la dama en cuestión prefirió los galanteos del apuesto mulato, Beethoven, iracundo, borró el nombre de su amigo en el manuscrito y lo sustituyó por el del violinista y compositor francés Rodolphe Kreutzer, quien, al parecer, nunca ejecutó esta sonata, pues no se sentía atraído por la música del compositor alemán.

De acuerdo con Jan Swafford, la Sonata Kreutzer “iba a convertirse en una obsesión para la nueva generación romántica. En su conjunto es espléndida, pero su leyenda descansa en su arrebatador primer movimiento. Hay una especie de improvisada excitación e inmediatez, una amplitud y variedad de ideas que sorprenden y deslumbran en cada ocasión.”

En 1889, el escritor ruso León Tolstoi retomaría el título de esta impetuosa sonata para publicar una novela en la que abordó precisamente el tema de los celos.