La medicina ante la amenaza de una conflagración nuclear

En 1961, Bernard Lown planteó que la medicina moderna no tiene nada que ofrecer para atender a víctimas de una guerra nuclear y de allí la urgencia de detener la carrera armamentista

Las recientes declaraciones del presidente ruso Vladímir Putin con respecto a poner en alerta el armamento nuclear, así como las medidas adoptadas por varios países para bloquear operaciones financieras de Rusia y, por otro lado, las nutridas manifestaciones de protesta en diferentes naciones, incluida Rusia, que demandan detener la guerra, han creado un ambiente que nos recuerda la Guerra Fría de los años 60 y 70. También viene a la memoria la actitud y compromiso de condena por parte de diferentes sectores de la población y en particular de personajes que desde el campo de la medicina asumieron en aquella época una postura crítica ante el uso del armamento nuclear.

Quisiéramos referirnos –entre otros– al doctor Bernard Lown, médico cardiólogo de origen lituano, que emigró muy joven a los Estados Unidos junto con su familia a consecuencia de la invasión nazi de su país de origen. El doctor Lown, quien falleció hace un año, el 16 de febrero de 2021, se destacó por una serie de importantes aportaciones a la cardiología –a las que nos referiremos adelante–, pero que lejos de mantenerse circunscrito a su competencia profesional, mantuvo a lo largo de su vida un compromiso de crítica social hacia temas como al armamentismo nuclear y sus consecuencias desde el punto de vista médico, así como sobre el racismo entre otros.

Es 1961 un año que se caracterizó por una creciente tensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética, así como por la detonación de pruebas nucleares tanto de una como de otra nación entre otros eventos. También fue entonces cuando se realizó el ataque en Bahía de Cochinos en Cuba y todo ello llevaría a la llamada crisis de misiles. Precisamente en ese año y bajo ese ambiente político, el doctor Lown convocó a la creación de una organización de médicos alrededor de una idea: la medicina moderna no tiene nada que ofrecer para atender a víctimas de una guerra nuclear, y de allí la urgencia de detener la carrera armamentista. “Nosotros como médicos prescribimos un alto a las explosiones nucleares”, fue su llamado para detener las pruebas atómicas. De esta manera Physicians for Social Responsibility, la organización creada por él, buscó crear conciencia con respecto a la amenaza que enfrenta la humanidad de ser aniquilada, así como la vida misma del planeta provocada por el uso de armas nucleares. A través de una serie de artículos bajo el título “The Medical consequences of Thermonuclear war”, publicados en una de las revistas más prestigiadas y de gran difusión en la profesión médica como es The New England Journal of Medicine, Lown y sus colegas describieron el devastador escenario en un eventual ataque nuclear a una ciudad como Boston y sus alrededores.1

Lown fue además un distinguido innovador en diferentes campos de la cardiología. Aparte de su involucramiento en el tema de la guerra, el doctor Lown fue responsable junto con el ingeniero Barouh Berkovits del desarrollo en 1962 de un desfibrilador del corazón, equipo médico que se utiliza para revertir arritmias letales que se suelen presentar en casos de “muerte súbita”.2

La innovación introducida por Lown-Berkovits en el desfibrilador consistió en utilizar corriente directa en lugar de alterna, ya que esta última ocasionaba quemaduras y en algunos casos la muerte del paciente. Para ello introdujo un capacitor así como un disparador sincronizado con el trazo electrocardiográfico del corazón, que le permitió un uso seguro del equipo y su aplicación en el manejo de arritmias. Las arritmias más graves son la fibrilación ventricular y la taquiarritmia ventricular, que son latidos irregulares no controlados, son letales cuando se sostienen por más de tres minutos y es bien conocido que por estas arritmias suele ocurrir de modo inesperado la muerte de un sujeto que antes estaba aparentemente sano.3

De esta manera el concepto actual y la práctica de la reanimación cardiopulmonar evolucionaron con éxito desde 1960 con la difusión de la compresión torácica4 y la incorporación del equipo necesario para la reanimación, entre otros el desfibrilador automático.

El surgimiento de esta tecnología junto con otros avances en la medicina dio paso a la creación de lo que hoy conocemos como unidades de cuidados coronarios, de las cuales el doctor Lown fue pionero en el Hospital Peter Bent Brigham en Boston a mediados de los 60. De la misma manera, la cirugía cardiaca de esos años se vio impulsada favorablemente con el uso del desfibrilador.

Algunas otras contribuciones de Lown se relacionaron con el uso de lidocaína y la digoxina para el manejo de insuficiencia cardiaca, arritmias ventriculares y fibrilación auricular.

En 1980 Lown y un cardiólogo ruso, el doctor Yevgeniy Chazov, fundaron una organización internacional llamada International Physicians for the Prevention of Nucelar War (IPPNW).2 Chazov, médico personal de Gorbachov y antiguo ministro de salud de su país, representaba a su vez a un grupo de médicos rusos. Esta nueva organización de médicos continuó con su oposición hacia las pruebas nucleares independientemente de su nacionalidad.

En agosto de 1985, Mikhaíl Gorbachov anunció que la ahora extinta Unión Soviética había decidido detener las pruebas nucleares hasta el fin de ese año e invitaba a los Estados Unidos a hacer lo mismo. Por su parte, los norteamericanos caracterizaron la oferta como falsa, ya que dijeron que los rusos acababan de concluir con una serie de pruebas necesarias para mantener la viabilidad de su arsenal nuclear.5 Para ese año, IPPNW había logrado una membresía de 135 mil personas, de 41 diferentes países, y como un reconocimiento a su trabajo recibieron el Premio Nobel de la Paz de ese año.

Vale la pena releer algunos pasajes del discurso pronunciado por Lown con motivo de la recepción del Premio Nobel el 11 de diciembre de 1985, en Oslo, Noruega por su actualidad con la situación que estamos viviendo. Él afirmó, entre otras cosas, que se ha pretendido justificar el poseer armas nucleares con base en la teoría de la disuasión. Esta manera de pensar sobre los asuntos humanos “ha prevalecido a lo largo de los siglos. Pero el adagio romano Si vis pacem, para bellum (Si quieres la paz, prepárate para la guerra) siempre ha sido un preludio de la guerra, y no un garante de la paz”.

Añadió: “El incesante crecimiento de los arsenales nucleares, la cada vez mayor precisión de los misiles y el uso de la computarización continua en los sistemas de respuesta provocan una inestabilidad que coquetea con la guerra nuclear debida a fallas técnicas, errores de cálculo, aberraciones humanas o actos delictivos. El tiempo cada vez más estrecho entre un lanzamiento fallido y la detonación nuclear relegan la toma de decisiones críticas a las computadoras, programadas por seres humanos falibles.”6

Finalmente resuena en nuestros oídos, como un mensaje actual: “Pero nosotros, los médicos, hemos hecho un juramento sagrado y antiguo para aliviar la miseria humana y preservar la vida. Este compromiso nos impone obligaciones sociales y morales de unirnos para hacer oír nuestras voces colectivas.”6

Pero Lown nos ofrece otro valioso ejemplo sobre el respeto a los valores de un médico, y que consiste en su actitud durante la Segunda Guerra Mundial cuando, siendo capitán en el ejército norteamericano, se negó aceptar la separación de la sangre donada bajo criterios racistas. Los prejuicios raciales de la época –que permearon incluso en el ejército– establecían que la sangre de afroamericanos debía separarse de la proveniente de anglosajones.7 La actitud adoptada por Lown le valió ser relegado por un año a la limpieza de los sanitarios.8

Bernard Lown constituye un ejemplo de lo que debe ser un médico “completo”, entregado al ejercicio de la medicina –sea ésta en cualquiera de las muchas áreas de la misma–, pero que al mismo tiempo es capaz de expresar su rechazo a la violencia de la guerra y de la destrucción de la vida en toda su extensión. Por sobre los intereses de las naciones en conflicto, se encuentra el derecho de los pueblos a tomar decisiones por sí mismos. Ya sea de escindirse de un país o no, pero esta toma de decisiones no puede realizarse bajo el fuego de las armas, por eso es imprescindible la salida del ejército ruso del territorio ucraniano.

1. The Medical Consequences of Thermonuclear War. The New England Journal of Medicine, May 31, 1962.

2. Marcus, Adam. Bernard Lown Obituary. The Lancet, 397, 964, March 13, 2021.

3. Bayés de Luna, A., Coumel, P., y Leclercq, J.F. Ambulatory sudden cardiac death: mechanisms of production of fatal arrhythmia based on data from 157 cases, Am Heart J, 117(1), 1989: 151.

4. Kohuenhoven, W. B., Jude J. R.; Krakenbooker, G.G. Clossed-chest cardiac massage, JAMA, 173, 1960: 1064-1067.

5. Butterfield, Fox. Nobel Peace Prize Given to Doctors opposed to War, The New York Times, Oct. 12, 1985, Archives Section 1; p. 1.

6. Bernard Lown. Nobel Peace Prize Lecture. A prescription for Hope, The New England Journal of Medicine, 314, 15, 1986.

7. Guglielmo, Thomas A. Desegregating blood: A civil rights struggle to remember. February 12, 2015. Associate Professor of American Studies, George Washington University: https://theconversation.com/us.

8. Obituary for Bernard Lown, The American Journal of Medicine: https://doi.org/10.1016/j.amjmed.2021.04.017.

También podría gustarte