La nueva narrativa latinoamericana se escribe desde la desesperanza

La escritora argentina Mariana Enriquez clausuró el primer Diplomado en Escritura Creativa y Crítica Literaria

La autora, periodista y docente. Foto: cortesía Florencia Cosin
La escritora argentina Mariana Enriquez dice sentirse orgullosa de pertenecer a un momento único en la literatura latinoamericana, “una especie de estallido, nunca un boom”. Y es que para ella, a diferencia de lo que se vive ahora, el boom de los años 60 y 70 del siglo pasado fue un fenómeno con una confianza en el futuro de la literatura, además de un rótulo comercial. Su visión con respecto a nuestro continente es muy optimista. “En cambio, los que estamos escribiendo en los últimos 15 y 20 años lo hacemos desde la desesperanza, no desde el optimismo… Desesperanza, extrañeza, diversidad e incertidumbre es lo que una termina recorriendo”.

La ganadora del Premio Herralde de Novela 2019 dictó la conferencia de cierre del primer Diplomado en Escritura Creativa y Crítica Literaria, organizado por la Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura, charla en línea que ella misma intituló: América Latina vive, grita, escribe: las nuevas generaciones, sus estéticas, sus influencias. Cómo se escribe en la incertidumbre y la desigualdad: la diversidad como síntoma.

La autora, periodista y docente empezó por contar algo de su trayectoria. Recordó que su primera novela Bajar es lo peor fue muy bien recibida por los lectores, aun tratándose de un libro oscuro.

“Tuvo aceptación del público, a la vez que un rechazo de la crítica y una mirada irónica de otros escritores y académicos. Era muy joven, demasiado atrevida y bastante punk. En ese momento no era bien aceptado que alguien publicase una novela y tuviera que ver con el rock, el suburbio, con la clase media baja, no ser de la capital y no proceder de un ambiente literario. Mi formación era sólo como una lectora voraz. Había cierta idea de que era una especie de fenómeno pasajero, que no iba a permanecer como escritora, cosa que a mí me enfurecía y más ganas me daban de serlo. Pensaban que era bastante tonta. Pertenecía a una generación que era vista con cierto desprecio por los que vivieron más de cerca el boom de la literatura latinoamericana”.

A pesar de todos esos prejuicios, ella sentía que su generación tenía una fuerza de referencias impresionante, y que ésta necesitaba de una literatura a su altura, lo que finalmente se consiguió con la escritura de textos realistas, de no ficción y de autoficción, lo que permitiría que se confluyera en una multiplicidad de voces y de estéticas que de maneras muy distintas contaban la realidad.

Señaló que con la crisis de principios de siglo en Argentina aprendió a escribir terror, porque se preguntaba ¿qué podía aportar?, “y me di cuenta que lo haría al usar nuestros miedos y angustias cotidianas”. En 2009 publicó su primer libro del género: Los peligros de fumar en la cama, cuentos en los que la mayoría de las narradoras son mujeres, así sentía que le rendía un homenaje a muchas narradoras latinoamericanas, desde Clarice Lispector hasta Silvina Ocampo y Amparo Dávila.

Dijo que para escribir sus cuentos de terror le interesó trabajar la conjunción de lo fantasmal con lo prosaico y lo cotidiano. “Son tres cosas que a mí misma me perturban, y que necesito poner en un relato de ficción, y en algunos casos en otros de no ficción… Mi lenguaje tiene más que ver con Stephen King; con las supersticiones y los santos populares de la Argentina; con las leyendas urbanas de la ciudad en la que vivo; con las crisis económicas, políticas y de violencia que he pasado; con una infancia vivida en dictadura y todos los traumas y lo fantasmal que eso implica, así como con el lenguaje de la literatura a los que algunos llaman culta”.

Nuevo estallido

La también autora de Alguien camina sobre tu tumba: mis viajes a cementerios, coeditado por Literatura UNAM y Ediciones Antílope, dedicó gran parte de su intervención a presentar una serie de títulos que para ella son muy representativos del nuevo “estallido” de la literatura de nuestro continente. Entre algunas de estas obras recomendó Cenizas en la boca de Brenda Navarro; No soñarás flores de Fernanda Trías; La perra, novela de Pilar Quintana, la cual, dijo, es una de las reflexiones más crudas que ha leído sobre la maternidad; y de Lorena Salazar el libro Esta herida llena de peces. Textos que tienen en común un tono ominoso, ser perturbadoras, atrevidas, rabiosas y raras, de acuerdo con su apreciación.

Ella ve el género de terror como irreverente, de ahí que le guste poner frente a la cara del lector la expresión de una sensibilidad retorcida. Está convencida de que la realidad siempre va a ser más terrible que la ficción, pero que ésta tiene la cualidad de producir una hiperintensidad del hecho que relata. “Elegí este género porque suele ser bastante crudo”.

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