La Quinta de Beethoven: de la oscuridad a la luz

Es la obra más representativa del espíritu revolucionario y romántico. El compositor alemán la comenzó a escribir en 1803 y la terminó en 1807

De acuerdo con Anton Schindler, primer biógrafo de Beethoven, éste habría dicho con respecto a las famosas cuatro notas (tres breves y una larga) que dan comienzo a su Sinfonía número 5 en do menor, opus 67: “Así llama el destino a la puerta…”

Y en efecto, el primer movimiento de esta obra, Allegro con brio, “implica una historia acerca de algo parecido a la acción del destino sobre la vida de un individuo, una acometida que no puede ser rechazada sino tan sólo soportada, resistida y trascendida desde dentro”, en palabras de Jan Swafford.

Por lo demás, estas primeras cuatro notas no sólo dominan el Allegro con brio, sino también reaparecen una y otra vez en los momentos más dramáticos de los tres movimientos restantes.

El segundo movimiento, Andante con moto, es una serie de variaciones sobre dos temas que alternan y contrastan entre sí. El primero de ellos, interpretado por las violas y los violonchelos, es una melodía de gracia y encanto femeninos; el segundo es fuerte y viril.

El comienzo y la conclusión del Scherzo. Allegro son tenebrosos. Y como para acentuar todavía más la interdependencia de los distintos movimientos, Beethoven encadena el tercero con el finale, Allegro, y retoma brevemente una parte de aquél hacia el luminoso remate de la sinfonía.

Es posible que Beethoven tuviera en mente algo así como un guión dramático de su Quinta sinfonía, pero luego llegó a la conclusión de que ésta no tenía que seguir al pie de la letra una narración definida. Así pues, a partir de un plan general, iría de la oscuridad más profunda, de la desgracia del destino inexorable, a la luz más brillante, al triunfo total y exaltado.

A diferencia de la Tercera, en la que se describe la victoria del héroe que habrá de dar paso a un mundo mejor, más justo y libre, la Quinta cuenta la historia de una victoria personal ante el destino incierto y los embates de la vida. No por nada ésta es la obra más representativa del espíritu revolucionario y romántico.

Beethoven comenzó a componer su Quinta sinfonía en 1803 y la terminó en 1807. Está dedicada al príncipe Lobkowitz y al conde Andrei Razumovsky. Su estreno se llevó a cabo el jueves 22 de diciembre de 1808 en el Theater an der Wien, en un concierto maratónico de cuatro horas de duración que incluyó exclusivamente obras del compositor alemán.

El programa de esa tarde-noche gélida y memorable en la que Beethoven dirigió y tocó como solista, estuvo conformado de la siguiente manera: Sinfonía número 6 en fa mayor, opus 68, “Pastoral” (estreno), aria Ah, pérfido, opus, 65, Gloria de la Misa en do mayor, opus 86, Concierto para piano número 4 en sol mayor, opus 58 (estreno), Sinfonía número 5 en do menor, opus 67, Sanctus de la Misa en do mayor, opus 86, una improvisación para piano solo y Fantasía coral, opus 80 (estreno).

Por cierto, después de esa velada musical, Beethoven nunca más volvería a tocar ningún concierto en público.

La versión de la Quinta dirigida en 1974 por Carlos Kleiber al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena es considerada la mejor de todas por muchos críticos y melómanos, aunque no hay que olvidar las versiones de Erich Kleiber (padre de aquél) con la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam (1950) y la de Wilhelm Furtwängler con la Orquesta Filarmónica de Berlín (1947).