Javier Sicilia en Grandes Maestros La sociedad actual

La sociedad actual despoja al individuo de su interioridad

Con la pandemia Internet usurpa absolutamente la intimidad; vivimos enchufados a los espacios virtuales, dijo el escritor y activista social

La charla está disponible por el canal de YouTube de Cultura en Directo.UNAM. Foto: Barry Domínguez.

El programa Grandes Maestros. UNAM Desde Casa, en su segunda temporada, compartió en línea las reflexiones del poeta, narrador y activista Javier Sicilia sobre cómo las sociedades actuales han despojado al individuo de la interioridad, particularmente en un contexto de pandemia, encierro y crisis económica mundial.

De inicio, Sicilia sostuvo: “Probablemente pensamos que fuimos encerrados en esta pandemia, pero en realidad no es así. El encierro tiene que ver con la intimidad, y éste que actualmente experimentamos está demasiado habitado por el exterior, por el Zoom y otros medios que son una intromisión a nuestro espacio familiar. La interioridad a la que me refiero tiene que ver con algo que está mucho más atrás en la historia humana, muy en particular con las tradiciones religiosas y místicas. Mantiene una relación estrecha con la ascética”.

En su charla El Cultivo del Espacio de Interioridad en Tiempos de Crisis, el fundador del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad hizo una breve revisión histórica de lo que significa la interioridad desde una perspectiva filosófica y religiosa. Citó el mito de la caverna de Platón, donde el sabio griego “utiliza lenguajes poéticos para hablar de cosas que la racionalidad del lenguaje filosófico no alcanza”.

“El primero que habla de interioridad es Platón”, indicó, para enseguida comentar que abrir el espacio interior implica una transformación del ser, lo cual no está exento de problemas. Desde su punto de vista, las palabras se agotan para entrar al espacio de intimidad. “Quien tiene una experiencia que lo conecta con lo inefable, toca un universo que no tiene lenguaje”.

Mencionó que la tradición cristiana abandonó el espacio de la interioridad y se transformó en uno dominado por la moral, lleno de prescripciones y proscripciones. “Simplemente se le desplazó, por lo que muchas personas voltearon sus ojos a tradiciones orientales como el yoga y el budismo”, mientras que la Iglesia católica se enfocó al ritual y al rezo.

Recordó que en el budismo se pregona “vaciarse de uno mismo y de las sombras para tocar con las manos desnudas el sentido de la existencia en lo trascendente”. Algo muy similar a lo que el místico San Juan de la Cruz sostenía utilizando otro tipo de metáforas, cuando en uno de sus poemas escribió que en la intimidad de los amantes queda abolida por momentos la presencia de la otredad, y el Yo y el Otro se vuelven un Nosotros.

Dijo que desde el silencio y “la apertura de una espacialidad de la interioridad” es posible encontrar el peso propio y habitar el mundo. “Tenemos que empobrecernos para servir al prójimo en un mundo ordenado, limitado y tierno”, donde el sentido se halla precisamente donde parece no estarlo.

Para Sicilia somos incapaces de soportar el encierro. No lo vemos como una realidad propicia para enfrentar nuestros monstruos y vencerlos. “El encierro es desde la óptica de muchas personas una condena y horror”. El autor de la novela El Bautista recomendó buscar la interioridad, “construir ese puente hacia zonas donde podamos estar con nosotros mismos en lo trascendente y con los otros”.

Casi al final de su intervención habló de cómo la emergencia de la tecnología nos ha sacado aún más de nuestra posible interioridad, secuestrándola. “El Internet usurpó absolutamente nuestra interioridad. Vivimos enchufados a los espacios virtuales que dan la apariencia de una ubicuidad en el mundo, como si trascendiéramos. No tenemos una intimidad propia… el Internet es ya de alguna manera una espacialidad que está fuera de nosotros”.

Y agregó: “Por el contrario, la interioridad tiene que ver con la construcción de un puente que te lleve a esa experiencia del sentido último de las cosas y que es inefable. Nada que ver con las distracciones, con el tener y el poseer, con el trascender y la imposición de nuestra presencia en el mundo, y sí mucho con la reducción cada vez más fuerte de ese Yo, que está tomado por los espacios extraños de la tecnología”.

Sicilia remarcó que la interioridad está enraizada en los orígenes religiosos y espirituales de la humanidad, pero que desde la premodernidad se le ve como falsedad y, en consecuencia, nos hemos volcado hacia el exterior, a la explotación del deseo. “Estamos dentro del espectáculo, entre los objetos de consumo y las seducciones, en medio de todo aquello que atrapa a nuestro ser. Necesitamos de la espacialidad interior, aquella habitada por el silencio. Sólo así podremos darle un sentido profundo a la existencia. Mirémonos en el espejo del pasado y construyamos una forma nueva de relacionarnos con el mundo y con nosotros mismos”, concluyó Javier Sicilia desde su casa en Cuernavaca, Morelos.

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