La Tierra, un mundo de altos fuegos

En tiempos remotos, proceso lento; hoy, efecto del cambio climático y sequías


Los grandes incendios ocurren en la Tierra desde antes de la humanidad. Sucedían y suceden por causas naturales. Pero muchos de los de ahora son por el Homo sapiens y a propósito.

El cambio climático, causa de sequías y también de incendios por mucha biomasa seca fácil de quemarse, es también natural, pero en tiempos remotos fue un proceso lento, de millones de años.

Hoy el calentamiento global ocurre rápidamente por la actividad humana, sobre todo en el último siglo, por el aumento de bióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero.

Hace cien millones de años teníamos entre 340 y 350 partes de dióxido de carbono por millón en la atmósfera. En abril había 415 ppm de CO2 atmosférico. Nunca, desde que el hombre habita la Tierra, se había alcanzado ese nivel récord y seguirá creciendo.

La geometría entre Sol-Tierra, la órbita elíptica al traer la estacionalidad (periodos de mucha humedad seguido de épocas secas) también ha sido y es origen de incendios.

Pero hoy, por el cambio climático global, hay un desajuste en las estaciones del año: en verano no ha llovido tanto (en México, por ejemplo), y hay y habrá biomasa seca que arde fácilmente con una chispita.

Además, se deforesta con incendios de bosques y selvas de la Amazonia, partes del sur de México y también de África para la agricultura y la contaminante ganadería.

Dinosaurios bajo fuego

Desde hace 400 millones de años, señaló el geólogo Priyadarsi Debajyoti Roy, hay evidencia de incendios en rocas. Sin embargo, el Cretácico (de 65 millones hasta 145 millones de años atrás) fue el máximo periodo geológico de fuegos.

En la época de los dinosaurios, que vivieron hace más de 65 millones de años, hubo muchos incendios por la biomasa seca disponible y la intensa actividad volcánica.

“Fue el mundo de altos fuegos”. En Estados Unidos, México, la India y China, hay depósitos con inertinita, evidencia para los geólogos de incendios remotos.

A tantos sucedidos en el Cretácico contribuyó la composición química atmosférica. Había entre 4 y 9 por ciento más oxígeno (fundamental para la combustión) que el 21 por ciento que contiene la atmósfera de ahora.

Geometría y estacionalidad

La geometría rotacional Sol-Tierra, que es cíclica, también propicia los incendios. Cuando su rotación es circular, la distancia del planeta al Sol es la misma y cuando es elíptica, comienza la estacionalidad en la Tierra.

Así que el cambio climático “no es nuevo”, apuntó Roy, investigador del Instituto de Geología. Había intervalos fríos (glaciales) y cálidos (interglaciales), como el que vivimos, pero su ciclicidad era muy lenta.

En el Cenozoico los incendios se generaban por ese cambio climático “o forzamiento solar”. En una estación se generaba mucha biomasa y en la otra, se empezaba a encender.

En la última glaciación (hace unos 21 mil años), con mucha agua congelada en mar y polos, no había transportación de humedad al continente. Como la producción de biomasa era menor, la cantidad de incendios también.

Después, ya en pleno periodo de desglaciación, hace unos 15 mil años, poco a poco aumentaron la temperatura, la transmisión de humedad de océano al continente y la producción de biomasa. Y por esa condición cíclica natural, también la frecuencia e intensidad de incendios en varias partes de mundo.

El Cretácico, por el intenso vulcanismo, cambió la composición atmosférica. Se generó muchísimo CO2, gas tipo invernadero que, como si fuera una cobija, cubrió la Tierra y esa energía quedaba atrapada en su atmósfera. Entonces como ahora, el ecosistema tuvo y tiene capacidad para reponerse solito. Se limpia vía la fotosíntesis. La lluvia ácida, por ese CO2 emitido por volcanes, facilito la transportación de nutrientes de los continentes al mar, en donde por eso aumentó la biomasa (flora y fauna) que millones después formó los depósitos de carbono y de hidrocarburos.

Esa forma de limpiarse ocurre actualmente. Como hay mucho CO2 en la atmósfera (415 partes por millón) y muchos nutrientes por la contaminación, la productividad orgánica se ha incrementado en el océano. Por eso hay muchísima producción de sargazo, aseguró el geólogo universitario.

Fuegos asociados a la agricultura

Aunque algunos trabajos postulan que hace 12 mil años ya hay evidencia de humanos en lo que ahora es México, tal vez no tenían “necesidad de agricultura-deforestación”, dijo Roy.

También de hace 10 mil 500 años (Holoceno temprano) data la huella de pie humano más antigua en México. Fue encontrada en sedimentos de los lagos de Cuatrociénegas, Coahuila.

En México, el fuego y los incendios aparecen asociados a la agricultura. De eso hace entre cinco mil y siete mil años en diferentes partes del país.

Polen fósil, asociado a la agricultura del maíz, indica que ocurrieron incendios en la península de Yucatán, el centro de la nación, el eje volcánico transversal, donde hay lagos tipo cráter como el Zirahuén y el Lago Verde que contienen evidencia de fuego. “A veces aumentada, otras disminuida”, dependiendo de la intensidad de la agricultura.

Más recientemente, mezcla de estacionalidad (agua-humedad) y el cambio climático (sequías) con políticas internas de culturas prehispánicas, fueron esenciales en el colapso de Teotihuacan, Xochicalco… Hay evidencia arqueológica (artefactos quemados) de incendios en esas ciudades abandonadas.

Éstos, como otros desastres naturales, traen problemas, pero también novedades como las angiopermas. Hace unos cien millones de años, propiciaron el abundante crecimiento de esas plantas con flores.

A corto plazo sólo tenemos los efectos negativos. Roy enlista algunos: los incendios contaminan la atmósfera, empeorarán el calentamiento global por el aumento de CO2 atmosférico y acidifican el océano por la lluvia ácida, causando, por ejemplo, que los arrecifes de corales, que son de carbonato, se disuelvan.

“Somos una hojita de un libro de historia súper larga”. Pero en una escala de millones de años, lo que ahora pasa con el sargazo, que afecta zonas turísticas y pesca, esa alta productividad orgánica quizá genere depósitos de carbono e hidrocarburos para energía.

El ecosistema se repone y se reajusta, pero eso no lo vamos a ver en nuestra vida, quizá sólo las futuras generaciones, si seguimos sobreviviendo.

Los incendios de la Amazonia y sur de México se relacionan también con el cambio climático global. Por el océano más cálido, cambiaron las circulaciones atmosféricas. Hubo humedad en cortos periodos: lluvia puntual sólo algunos días o semanas, y todo el resto del año, sequía, biomasa seca, combustible.

Además, tienen causa antrópica. Para satisfacer la necesidad de comida, que se obtiene de la agricultura y ganadería, se deforestan selvas y bosques. Por ambos factores, habrá más y más en el futuro.

Aunque no hay tantos como en el Cretácico, en los del último siglo hay una tendencia de aumento. Ahora hay más frecuencia de eventos de El Niño (el Pacífico ecuatorial se calienta) y las corrientes que venían a México, se desvían. Por la intensidad de ese fenómeno, en muchas partes del mundo hay sequías.

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