Las alergias se han vuelto casi epidémicas

Se presentan con una gravedad sin precedentes, sobre todo en quienes padecen asma, señala Adela Rodríguez, del Instituto de Química

Las enfermedades alérgicas están consideradas entre las epidemias del siglo XXI, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estas afecciones están aumentando en todo el orbe con una complejidad y una gravedad sin precedentes, sobre todo en pacientes con asma, señaló Adela Rodríguez Romero, investigadora del Instituto de Química (IQ).

En la conferencia Bajo la lupa: las proteínas relacionadas con las alergias, organizada por el Instituto de Ciencias Nucleares (ICN), la científica destacó que una persona es alérgica debido a factores genéticos que la predisponen; ambientales, por contaminación del aire de sustancias químicas y partículas como el polen; estilos de vida, como hábitos de higiene excesiva y dieta; y ocupacionales.

Un alergeno, explicó, es cualquier sustancia que el cuerpo percibe como una amenaza y que desencadena una serie de eventos específicos. En tanto, la alergia es la respuesta inadecuada del sistema inmunitario frente a un componente que en condiciones normales es inofensivo. “Un polen puede ser inocuo para alguien, y grave para otra persona”.

La naturaleza química de los alergenos consiste en proteínas, sustancias que las contienen, carbohidratos, lípidos o moléculas pequeñas, presentes en el polen, esporas de hongos, heces de ácaros, caspa de animales domésticos, alimentos (como leche, huevo, etcétera), venenos de insectos (picadura de avispa, abeja) y el látex (árbol del hule, Hevea brasiliensis).

Rodríguez Romero comentó que la alergia es una de las cinco formas de hipersensibilidad. “La de tipo I está mediada por las llamadas inmunoglobulinas –anticuerpos– de tipo E (IgE)”, expuso en el Auditorio Marcos Moshinsky del ICN.

En ese caso, el mecanismo de la alergia está conformado por dos etapas: la sensibilización, en el momento en que la persona respira el polen o ingiere un alimento con alergenos y el organismo produce las IgE; y la fase reactiva, cuando tales inmunoglobulinas viajan por el torrente sanguíneo y llegan al sitio donde se tuvo contacto con el alergeno.

Ahí están presentes células efectoras (que realizan una función específica en respuesta a un estímulo), como las denominadas mastositos y basófilos. Es decir, el anticuerpo que se generó contra un alergeno específico viaja por el torrente sanguíneo, y se une a determinados receptores ubicados en la superficie de dichas células, y ahí se queda.

En una segunda exposición al polen, por ejemplo, el alergeno se une a los anticuerpos que están pegados a los receptores de alta afinidad en los mastocitos y se entrecruzan; entonces la célula efectora “explota”, y todos los gránulos o mediadores de la inflamación que se expulsan –que son moléculas como histamina, citocinas, y otras– causan síntomas como ojos llorosos, urticaria, etcétera.

La investigadora recordó que su equipo comenzó a trabajar la alergia al látex de manera fortuita. Se trata de un material presente en muchos productos, como los guantes de hule, material quirúrgico, globos, preservativos, etcétera.

Se estableció una colaboración con el Instituto Nacional de Pediatría y un protocolo de ética para trabajar con pacientes y probar qué tan alergénicas eran las proteínas que se estaban purificando en el laboratorio al partir del látex. Se encontró que la prevalencia de alergia a ciertas proteínas del hule en los pequeños fue de 60 %, y en el personal de salud de 20 %.

Por otra parte, también resultaba de interés saber qué región de la estructura tridimensional de esas proteínas era la responsable de la reacción alérgica, detalló Adela Rodríguez Romero.

Los alergenos más relevantes del látex, de acuerdo con la OMS, son “proteínas como las denominadas Hev b 2 y Hev b 11”; y hay otras, como Hev b 8, relacionada con la reactividad cruzada.

Esto último, explicó, significa que en una fuente natural hay una proteína con ciertas características estructurales, y en otra existe una muy similar; por lo tanto una persona alérgica a un polen, que después ingiere un fruto que contiene una proteína parecida, puede presentar reactividad cruzada.

“Nos interesó trabajar con la proteína llamada profilina, que es ubicua, es decir, está presente en todos los organismos, y por lo tanto está involucrada en dicha reactividad”, añadió.

Al respecto mencionó que el síndrome látex-fruto-polen ocurre cuando las IgE expresadas originalmente contra un alergeno dado responden a una estructura similar, pero de una fuente diferente. Los sitios que reconocen a esos anticuerpos se denominan epítopos.

Si una persona es alérgica al polen en primera instancia, en un segundo contacto puede resultar alérgica a un insecto, un animal, un fruto, al látex o a hongos, porque todos contienen proteínas como la profilina. En el Laboratorio Nacional de Estructura de Macromoléculas, en el IQ, se cristalizó, entre otros, esa proteína para obtener su estructura tridimensional y conocer cómo se ubican sus átomos en el espacio.

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