El alza de temperaturas ha prendido focos rojos en distintos puntos de México, no sólo por cómo éstas afectan a las comunidades humanas, sino porque sus efectos se han extendido a todos los ecosistemas.
Durante la segunda semana de mayo, por ejemplo, se registró la muerte de un grupo de monos aulladores en zonas selváticas de Chiapas y Tabasco; en el segundo estado también se ha observado la aparición de grupos de peces muertos en la superficie del agua; a inicios de año de igual manera se constató en la zona de la Huasteca Potosina cómo diversas aves caían de los árboles debido a la deshidratación.
A decir de Gerardo López Islas, profesor de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán de la carrera Medicina Veterinaria y Zootecnia, “no es un fenómeno sencillo, hay muchos factores involucrados y hasta hoy día no se sabe exactamente qué pasó. Se sospecha, por las condiciones ambientales, que fue una alta mortalidad por exceso de calor. Esto les causa a los animales un estado llamado golpe de calor, el cual se asocia a una severa deshidratación”, explica el especialista.
“Hay que considerar que en todo el país tenemos una etapa de olas de calor muy intensas y una sequía de varios años. Consecuentemente, los ríos y otros cuerpos de agua están muy disminuidos. También las plantas, la vegetación, están sufriendo esta sequía, hay menos humedad en ellas. Todo lo anterior predispone tanto al golpe de calor como a la deshidratación, ambas complicaciones que pueden causar la muerte de los animales.”
El universitario expone que la situación es sólo la muestra más evidente de lo que pasa con los ecosistemas mexicanos. De hecho, “hay especies que por su sensibilidad a ciertos cambios ambientales sufren rápidamente alteraciones y se enferman, mueren o desaparecen; se les considera una especie bioindicador. Esto es muy común, por ejemplo, en los anfibios. Una enfermedad o la disminución de la población son indicadores biológicos de alteraciones severas en los ecosistemas”, añade.
“Son animales que viven en un hábitat bastante degradado. No ha habido agua por años, la vegetación está seca y hay mucho calor. Estos frentes calurosos son terribles, porque es un peso más que se impone a un ecosistema de por sí sobresaturado”, subraya el profesor de Fauna Silvestre.
“El aumento gradual de la temperatura –continúa– es una condición que se ha venido registrando desde hace más de 20 años. Además de las sequías crónicas y los incendios, el hábitat está muy adulterado por la presencia humana. El resultado es que los animales no pueden vivir y se observan estos eventos de mortalidad muy evidentes como una señal de alarma de que algo malo está pasando en todos nuestros bosques.”
¿Qué hacer?
Gerardo López Islas alerta a la población en general que de encontrarse en una situación similar a la de los habitantes de Tabasco y Chiapas, lo primero que debe hacerse es dar aviso a las autoridades correspondientes para iniciar los protocolos de rescate y así descartar otros riesgos biológicos.
“La mortalidad de tantos animales de repente hace sospechar que puede haber otros factores involucrados. Siempre que suceda eso es importante establecer si existe o no un factor biológico involucrado (un patógeno, una bacteria, un virus, un parásito). Se debe descartar dicho riesgo para evitar peligros como infectar a otras especies o a los seres humanos. Al sujetar un animal, manipularlo y tener contacto con su saliva, sangre, orina o excremento son situaciones de riesgo para una posible transmisión de enfermedades zoonóticas”, señala.
El académico sugiere que a largo plazo las comunidades más cercanas a los ecosistemas sean capacitadas e incluidas en este tipo de procesos.
“Siempre hay que intervenir porque estamos hablando de vidas. Que un animal muera es una pérdida sensible para la población, y si alguien tiene la posibilidad de ayudarlo que lo haga. Pero hace falta capacitación. Es muy importante que la gente que esté en el campo con la fauna sea considerada como parte integral de ese ecosistema. Los campesinos, los mineros, los transportistas, los ganaderos, los jornaleros deben ser tomados en cuenta como parte de los ecosistemas, porque de hecho viven y conviven con la fauna y la flora.”
Argumenta que deben ser respetados “y reconocer su importancia. Capacitarlos mediante una constante educación ambiental para que ellos sepan su valor. Algunas veces a los campesinos solamente se le paga por su jornada y ellos aportan muchos otros beneficios. Solamente por vivir en el campo y cuidarlos se hace bastante por el medio ambiente”.