LAS SOMBRAS NO NOS HACEN RETROCEDER, SINO CONTINUAR CON MAYOR CONVICCIÓN

Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar, que fuera en mí desmedida soberbia, sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos.

Estas palabras son parte de la herencia de Sor Juana Inés de la Cruz, escritora extraordinaria que modificó no sólo la estética y la poesía por su ingenio creativo, inteligencia, y libertad de pensamiento, sino también a la sociedad, con un legado intelectual que trascendió a su propio tiempo.

En su nombre, se acordó desde 2003 otorgar el premio con el que la Universidad Nacional Autónoma de México reconoce el talento y capacidad de las universitarias que han desarrollado una labor sobresaliente en la enseñanza, en la investigación dentro de las distintas áreas del conocimiento, así como en la labor cultural y la creatividad artística.

Durante los 20 años en que se ha otorgado este reconocimiento la celebración coincide con el Día Internacional de la Mujer, y se ha convertido en un espacio propicio para examinar y reflexionar sobre la presencia de las mujeres en la UNAM y en el país.

En esta ocasión quiero destacar –además de los avances en su participación– los efectos que ha tenido y tiene su presencia y los retos que todavía existen para lograr que el principio de igualdad de género sea una realidad en todos los niveles y en todos los espacios universitarios.

Por mucho tiempo se ha sostenido que las mujeres no se interesan por el conocimiento y/o que no son aptas para ello. Esto es falso, pues desde siempre las mujeres han creado y desarrollado conocimientos, por los que en algunas etapas de la historia incluso fueron víctimas de persecución, y sus saberes se expropiaron o no fueron reconocidos ni acreditados a ellas, e incluso se les condenó a morir en la hoguera.

Durante la Edad Media, cuando la magia era una de las formas en las que se preservaba y acrecentaba el saber sobre la naturaleza y lo humano, la curandería, después llamada brujería, era una de las formas que adoptaba esta magia. En esa época tuvo lugar la proscripción, persecución y exterminio de esta actividad, proceso conocido como Cacería de Brujas, que en realidad significó aniquilamiento de miles de mujeres.

Entre las explicaciones que se han dado a este fenómeno se ha propuesto que la persecución obedecía a la intolerancia hacia las actividades que realizaban las brujas, es decir, hacia los conocimientos que poseían y practicaban desde épocas ancestrales. Si bien eran muy diversos los campos del saber en los que se desarrollaba su práctica, como la curación y el conocimiento de la utilización de plantas y animales, también abarcaba áreas como el enamoramiento, la anticoncepción, la impotencia, la infertilidad, el aborto, el embarazo, el parto y la crianza de los recién nacidos. Es decir, un conjunto de temas relativos a la sexualidad y la reproducción, a la vida y la muerte.

La aniquilación de las mujeres depositarias de este conocimiento expresa que estos eran algunos de los territorios que creaban mayor tensión en la construcción de las sociedades modernas.

Si bien las universidades y la ciencia moderna surgen con la exclusión de las mujeres y el exterminio de algunas de las formas en las que se expresaba su conocimiento, en los siglos posteriores se inició un proceso lento y gradual de incorporación femenina a la educación superior y a las actividades científicas y tecnológicas.

En síntesis, el surgimiento de las universidades en los siglos XII a XV redujo inicialmente las oportunidades educativas de las mujeres, pues desde sus orígenes estas instituciones estuvieron cerradas para ellas y no fueron admitidas formalmente hasta la segunda mitad del siglo XIX.

Podemos decir que a nivel mundial, en poco más de un siglo, ocurrió una expansión de la educación superior, donde la presencia femenina fue un fenómeno novedoso, y la matrícula pasó de un tercio del total en 1960, a casi la mitad en 1995, y así continúa en la actualidad, lo cual indica que se han podido vencer algunos de los obstáculos sociales y culturales que durante siglos impidieron su acceso a estos espacios.

En México, la época de mayor inserción de las mujeres en la educación superior también ocurrió a finales de la década de los sesenta e inicio de los setenta del siglo pasado, periodo en el que se registraron incrementos notables hasta llegar a 50 % en la actualidad.

En ocasiones como las de esta ceremonia se examinan los datos y algunas características de la presencia femenina en la UNAM. Se trata de un ejercicio muy positivo porque nos permite observar, año con año, dónde nos encontramos y es posible detectar qué aspectos son los que requieren de mayor atención.

En la UNAM, desde mediados de la década de los noventa, las mujeres representaban la mitad de la matrícula de licenciatura, tendencia que se ha mantenido hasta la fecha, representando actualmente 52 % de la población total estudiantil. Si bien la participación de las mujeres ha ido en aumento, se mantiene hasta hoy una participación desigual según las ramas del conocimiento. Las ingenierías, la tecnología, la física, las matemáticas y las ciencias agropecuarias siguen siendo territorios casi exclusivamente masculinos; mientras que algunos campos de las humanidades, la educación, la salud, las ciencias sociales y naturales son los espacios de mayor presencia de mujeres.

Un dato interesante se observa a nivel del posgrado, en el que ha ocurrido recientemente mayor ingreso de las jóvenes pues alcanzan ya 48.3 % en maestría y 43.1% en doctorado; sin embargo, persisten desventajas para esta población en aspectos como la continuidad de los estudios, mayor dificultad para encontrar plazas o empleo calificado y bien remunerado en el mercado laboral.

En cuanto al personal académico, 45 % del total está integrado por mujeres, aunque con diferencias importantes en relación con la figura académica, siendo mucho menor su presencia en las plazas de tiempo completo del nivel más alto (UNAM 2020), así como en la obtención de reconocimientos y premios.

En cuanto a los porcentajes en niveles altos de decisión, como son las direcciones de facultades y escuelas, actualmente las mujeres alcanzan 37 % del total; en los centros, institutos, programas y campus foráneos las directoras representan sólo 25 % del total, y aunque recientemente se han nombrado a más mujeres directoras, todavía en tres facultades –Arquitectura, Ingeniería, y Química– nunca ha habido una mujer directora.

No obstante, cabe señalar que en los últimos años existe un mayor número de mujeres integrantes de la Junta de Gobierno así como en el Consejo Universitario (en ambos casos alrededor de la mitad) y entre el funcionariado del más alto nivel (y en los nombramientos de la Secretaría General o de la Coordinación de la Investigación Científica) como pudo observarse en el último ejercicio para la designación de la rectoría, donde participaron tres mujeres como aspirantes.

Estos datos ilustran una creciente presencia femenina y revelan algunas de las áreas que requieren atención. Pero además y de modo muy importante la mayor presencia de las mujeres en nuestra Universidad ha creado nuevas necesidades y expectativas para el logro de la igualdad sustantiva.

Frente a lo anterior, la UNAM ha tenido que realizar ajustes y cambios en sus propias formas de organización, pues la creciente presencia de las mujeres en la educación superior, el posgrado, la investigación y en algunas posiciones de alto nivel y reconocimiento, se convierte en un elemento de transformación institucional al surgir nuevas necesidades, no sólo aquellas que se expresan por la modificación de las instalaciones y los espacios físicos para ellas, sino también en la normatividad universitaria, los horarios de trabajo, las becas, los criterios de edad para plazas y programas de formación o de superación académica, así como en los criterios para el financiamiento de nuevos criterios de investigación.

Además de los números y porcentajes de la presencia de las mujeres en la UNAM, los cuales muestran avances importantes –aunque todavía insuficientes–, un aspecto que me interesa destacar es que, con el aumento de la presencia de las mujeres en las universidades, también aparecieron los estudios de género impulsados por mujeres feministas desde los años 70 y 80 consolidando el feminismo académico.

En la UNAM la influencia del feminismo académico ha permeado tanto a la docencia, la investigación y la divulgación que por décadas han desarrollado las profesoras e investigadoras y algunas funcionarias, para exigir la transformación y cuestionamiento de todas las formas de dominación y exclusión en los espacios universitarios, así como para lograr su reconocimiento pleno dentro de la Universidad.

A lo anterior se ha sumado la sinergia generada por la expresión reciente de las universitarias jóvenes, que, con novedosas ideas y nuevas formas de organización a través de las colectivas, han manifestado su inconformidad con la desigualdad y las violencias vividas dentro de la institución universitaria, exigiendo respeto y justicia ante sus demandas.

Todo ello, ha dado lugar a una respuesta en la propia estructura de la UNAM para escuchar y atender estos temas. Destaca la creación de nuevas figuras universitarias como la Defensoría de los Derechos Universitarios, Igualdad y Atención de la Violencia de Género; la Coordinación para la Igualdad de Género y la conformación de las Comisiones Internas para la Igualdad de Género.

También se ha trabajado para modificar y actualizar la normatividad mediante la actualización al Protocolo para la atención de casos de violencia de género en la UNAM; y se publicaron los “Lineamientos para la aplicación de los principios de taxatividad y proporcionalidad en la determinación de las sanciones en caso de violencia de género en la UNAM”.

Con estas medidas, la Universidad se ha comprometido con las mujeres universitarias para avanzar en el objetivo de erradicar la desigualdad y todas las formas de discriminación y violencia de género.

Recientemente, durante la Cumbre de Rectoras y Rectores México-España, el doctor Lomelí señaló que las universidades no sólo son espacios de creación y aprendizaje sino además “laboratorios únicos para la verdadera innovación social”. Nuestra Universidad se ha convertido precisamente en un laboratorio para explorar los medios más adecuados para lograr una mayor igualdad, así como la prevención y erradicación de la violencia hacia las mujeres, cuya consolidación y perfeccionamiento aspira a ser una realidad y una aportación de la UNAM a la sociedad.

Para terminar, quiero referirme brevemente al contexto en el que ocurren esta ceremonia y el Día Internacional de las Mujeres. A nivel mundial hay luces y sombras que no podemos dejar de señalar. Me referiré a algunas de las más recientes.

Entre los aspectos luminosos destaca la decisión del Senado de Francia, tomada el pasado 28 de febrero, para incluir el aborto en la Constitución, convirtiéndose en el primer país del mundo en adoptar esa medida. Al respecto el presidente Macron ha señalado, cito: “Me comprometí a convertir en irreversible la libertad de las mujeres a recurrir a la interrupción voluntaria del embarazo inscribiéndola en la Constitución. El Senado ha dado un paso decisivo”.

Entre las sombras, hace pocos días algunos líderes –todos ellos hombres, por supuesto– se han convertido en los síntomas del retroceso. El viernes primero de marzo el papa Francisco señaló, cito: “Hoy el peligro más feo es la ideología de género que anula las diferencias… Pedí estudios sobre esta fea ideología de nuestro tiempo, que borra las diferencias y hace que todo sea igual; borrar la diferencia es borrar la humanidad. El hombre y la mujer, en cambio, se mantienen en fecunda tensión”.

No es muy diferente lo que ocurre hoy en algunas naciones de nuestro continente, como en Argentina, donde además de la desaparición del Ministerio de Ciencia y el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, se han agregado las disposiciones ordenadas por el presidente Javier Milei anunciadas el 27 de febrero por el vocero de la presidencia Manuel Ardoni, cito: “Se va a proceder a iniciar las actuaciones para prohibir el lenguaje inclusivo y todo lo referente a la perspectiva de género en toda la administración pública nacional”.

Algo semejante ocurre en El Salvador, donde el gobierno eliminó los temas relacionados a la ideología de género de los programas que se imparten en la educación pública de ese país. El presidente Nayib Bukele ha dicho, cito: “Nos hacen pagar para que tengan una educación contraria a la naturaleza, contraria a Dios, contraria a la familia, contraria a lo que los padres queremos. Ese es el verdadero peligro, hay que erradicar eso de las escuelas”.

Este es parte del contexto en el que se desarrolla en estos días la lucha de las mujeres. Las luces nos animan y dan fuerza, y las sombras nos alertan, pero lejos de hacernos retroceder son un estímulo para continuar con mayor convicción en nuestra Universidad y nuestro país en el cambio hacia la igualdad, la no discriminación y una vida libre de violencia para todas las mujeres.

En el pasado, y como vemos hoy también, desde algunos espacios se ha querido aniquilar el conocimiento de las mujeres condenándolas a la hoguera.

Pero aquí estamos de regreso, en la Universidad, aportando nuestros esfuerzos y determinación para lograr lo que decían era imposible: una comunidad universitaria y una sociedad que garanticen la igualdad, el respeto, la justicia, y el reconocimiento de todas.

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