Usualmente señalados como gente vulnerable

Los migrantes tienen capacidad de respuesta para enfrentar desafíos

Violencias que impiden la integración de la infancia y juventud en la sociedad: xenofobia, racismo y discriminación

Una persona cambia de país, se desarraiga o deja lo que ha conocido, y se atreve a entrar a una “jungla foránea” donde todo es nuevo, extraño y complicado, con la esperanza de encontrar una vida mejor. Los migrantes, esos actores sociales señalados como vulnerables, sin embargo, no son seres pasivos, sino que tienen capacidad de agencia, de respuesta para enfrentar los desafíos que se les presentan, afirmaron en la UNAM expertos en el tema.

En la sesión inaugural del Segundo Seminario Permanente “Violencias que impiden la integración de la infancia y juventud migrante en la sociedad: xenofobia, racismo y discriminación”, Carmen Guadalupe Casas Ratia, directora de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) destacó la relevancia del enfoque interdisciplinario en el estudio y propuestas de intervención en los procesos de movilidad que enfrentan niños, niñas y adolescentes mexicanos y extranjeros, ante la falta de programas de inclusión y política pública que les ofrezcan mejores oportunidades de vida y desarrollo en sus lugares de origen.

Esta situación lamentablemente se agravó en la pandemia, pues muchos países como Estados Unidos cancelaron sus procesos de asilo y procedimientos migratorios, lo que incrementó la tensión en las fronteras ante la desesperación y frustración con que ahora se conducen los migrantes.

Se trata de una de las mayores tragedias humanas: la xenofobia, el racismo y la discriminación que padecen las infancias y juventudes, sobre todo de raíces indígenas, a causa de la migración. “La violencia, pobreza y limitado acceso a servicios sociales y a una educación de calidad en las comunidades que los vieron nacer, son tan desgarradoras que estos sectores son expulsados y obligados a tomar la difícil decisión de dejarlas, y no siempre en compañía de familiares o alguna persona adulta”.

Este problema, continuó, ha desatado una tragedia humanitaria, toda vez que los menores migrantes no sólo no logran acceder a la salud y la educación, sino que son blanco fácil de situaciones que ponen en riesgo su vida, por ejemplo, son aprehendidos y deportados sin el debido acompañamiento, están expuestos al crimen organizado, al tráfico de personas y son víctimas de distintos tipos de violencia, incluida la sexual.

De ahí, concluyó, la importancia y pertinencia de este seminario coordinado y moderado por Javier Carreón Guillén, profesor de la ENTS, y Ana Luz Minera Castillo, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), también de la UNAM.

La ciudad

En la sesión, Cristina Oehmichen Bazán, investigadora y exdirectora del IIA, refirió que la ciudad les permite el anonimato a los jóvenes migrantes indígenas, quienes no son seres pasivos, sino que tienen una capacidad de respuesta para enfrentar los desafíos que la urbe les presenta. Tienen un espíritu de lucha que les permite reconfigurar sus relaciones sociales en los lugares de acogida, por ejemplo.

Cuando migran, las mazahuas llegan a residir con sus parientes o encuentran refugio en los hogares donde trabajan como empleadas domésticas. Algunas niñas y adolescentes trabajan para otras mujeres de su grupo étnico a cambio de comida y un pequeño ingreso económico. En todos estos casos las redes de parentesco y paisanaje son movilizadas para encontrarles acomodo.

No obstante, explicó la especialista, la vida en la ciudad no es fácil; los testimonios hablan del maltrato que reciben por el solo hecho de ser indígenas y mostrarse como tales. Eso ha ocasionado que busquen pasar inadvertidas, dejan de usar su atuendo tradicional y usan ropa similar a la que utilizan las mujeres no indígenas de los sectores urbano-populares. Aunque, en otros contextos muestran de manera abierta y desafiante su etnicidad, sobre todo, cuando se trata de reclamar derechos colectivos.

Oehmichen señaló que hay una serie de factores, más allá de los económicos, que motivan la migración, y uno de ellos es la violencia de género. Un primer factor de expulsión es el “fracaso matrimonial” ocasionado por el abandono del cónyuge; además, la poliginia; es decir, la unión del hombre con más de una mujer; práctica no avalada por el Estado ni las iglesias. Las mazahuas han tomado esa costumbre como referente para emigrar a la ciudad, por temor a ser robadas por un varón con esposa o que se les imponga un matrimonio no deseado, entre otros motivos.

Gustavo López Castro, integrante del Centro de Estudios Rurales de El Colegio de Michoacán, explicó que la experiencia de los niños como migrantes está fuertemente determinada por el llamado ethos de recepción, que incluye las oportunidades disponibles en las localidades de llegada, y el clima social y cultural que encuentran en esos lugares.

También hay un ethos de recepción actuante cuando los menores nacidos en Estados Unidos llegan al pueblo de origen de sus padres. El investigador mencionó el caso de un chico que no habla bien inglés, ni español, ni sabe purépecha, y que al llegar a México encontró el rechazo de sus compañeros de escuela. En este y otro caso, los menores piensan volver a la Unión Americana, aunque valoran mucho la comida, las fiestas, el clima y la tradición del pueblo.

Ellos dicen que en México “hay que aguantar vara y no desesperarse”; en cambio, en EE. UU. es posible reaccionar y pelear por sus derechos. “Los jóvenes sufren actitudes racistas y discriminatorias en todo el proceso migratorio, y en el proceso de asentamiento y adaptación”, detalló López.

Una tragedia humanitaria, toda vez que los menores migrantes no sólo no logran acceder a la salud y la educación, sino que además son blanco fácil de situaciones que ponen en riesgo su vida.

Espacios de encuentro

En representación de la Sociedad Civil Organizada, Guadalupe Beltrán Larrazolo, del Proyecto Taika, expuso que palabras o frases como “pobres”, “ilegales”, “polleros”, “ignorantes”, “seguro vienen a vender drogas”, “personas corrientes”, “vienen a quitarnos el trabajo”, parecen establecer quiénes son las personas migrantes, a partir de dichos que se han generado desde posturas de poder y, muchas veces, de ignorancia.

Nuestro proyecto, señaló, tiene la intención de propiciar espacios de encuentro, seguros, donde los menores tengan la posibilidad de la escucha al otro, incluyendo voces de las autoridades o de quienes los han agredido, y permitir que se reconozcan a ellos mismos y la identidad que los caracteriza, y que es muchas veces lo que los sostiene en contextos de alta vulnerabilidad.

Finalmente, Omar Isidro Asiain, supervisor médico encargado de la jefatura de la Unidad Departamental de Representación y Apoyo en la Procuraduría de Protección de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes del DIF de Ciudad de México, dijo que a los menores en situación de vulnerabilidad se les atiende según sus características particulares, desde principios como el interés superior de la infancia y lo que marca la ley.

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