MADRES BUSCADORAS*

Permítanme invitarles a tener en este momento el corazón en Nuevo León. El pasado 16 de abril, hace apenas una semana, nos dejó una de las grandes luchadoras por los derechos humanos en nuestro país: la querida y admirada Rosario Ibarra de Piedra. Doña Rosario, como tantas otras madres en este continente desgarrado que es América Latina, cobró plena conciencia de las injusticias y brutales desigualdades sociales a partir de que el poder le arrebatara un hijo: Jesús Piedra Ibarra, desaparecido en 1975, con apenas 21 años. Eran los años más duros de la “guerra sucia” del gobierno contra aquellos jóvenes que, como en el resto del continente, luchaban por construir un mundo más justo.

Desde ese momento, su madre dedicó su vida a buscarlo. Imposible hablar de madres buscadoras y no recordar a estas mujeres –las primeras reunidas en el Comité Eureka, fundado por la propia Rosario– que buscaron y buscan con angustia y con desesperación a sus seres queridos con la ya histórica consigna “Vivos los llevaron, vivos los queremos”.

Hoy nuestro país está cubierto de asesinadas y asesinados, de desaparecidas y desaparecidos, y aunque las circunstancias políticas y las explicaciones de los crímenes son otras, el dolor de las familias, el dolor de las madres es el mismo siempre.

“Era mi hermano y para mí eso basta”, dice la Antígona de Sófocles, y no necesita más justificación para desafiar la orden de Creonte: “…heraldos he mandado que anuncien que en esta ciudad no se le honra, ni con tumba ni con lágrimas: dejarle insepulto, presa expuesta al azar de las aves y los perros, miserable despojo para los que le vean”. Frente a esto, Antígona responde, mientras cubre el cadáver de Polinices, “Es mi hermano y para mí eso basta”. Basta para no aceptar la orden del rey, basta para arriesgar la propia vida, basta para elegir a ese ser por encima de todos los otros; a ese cómplice con el que compartimos la infancia, los juegos, los recuerdos.

Según datos del Comité contra las Desapariciones Forzadas de la Organización de las Naciones Unidas presentados el pasado 14 de abril, en México hay cerca de cien mil desaparecidos a causa de la “guerra contra el narco”. Cien mil desaparecidos que han dado nacimiento a miles y miles de Antígonas mexicanas. Y no hay orden que pueda obligarlas a renunciar a la búsqueda; no hay orden que pueda obligarlas a dejar los cuerpos a la intemperie, obligarlas a olvidar.

Ante la incapacidad del Estado de dar respuesta a la búsqueda, las madres se organizaron en colectivos que recorren el territorio nacional, que han aprendido a reconocer el olor a muerte entre todos los olores que guarda la tierra, que han aprendido a rescatar restos humanos con el cuidado necesario para poder analizarlos luego, pero sobre todo con el amor y el respeto que todo ser humano merece.

Y ahí están los colectivos: Familiares en búsqueda, Madres buscadoras, Madres buscando a sus hijos, Colectivo Solecito de Veracruz y decenas y decenas de grupos más.

El Comité contra las Desapariciones Forzadas de la Organización de las Naciones Unidas presentó el informe que realizó tras su visita a nuestro país, en el que alertó que se ha observado un repunte en los casos de niñas, niños y mujeres desaparecidas.

Con este señalamiento vuelvo a Nuevo León y al caso que ha sacudido a nuestra nación en los últimos días, el feminicidio de Debahni Escobar. Otras desapariciones, otros crímenes, se han revelado en el rostro de este país que parece odiar a sus mujeres. México se ha vuelto una nación feminicida y miles de madres, padres, amigas y familiares buscan por todo el territorio nacional a sus tan amadas y extrañadas hijas.

Es momento de volver a cantar con el grupo chileno Las Tesis:

El patriarcado es un juez
que nos juzga por nacer,
y nuestro castigo
es la violencia que ya ves.
Es feminicidio.
Impunidad para mi asesino.
Es la desaparición. Es la violación.
Y la culpa no era mía,
Ni de Debahni, ni ninguna de las chicas desaparecidas
ni dónde estaba ni cómo vestía
ni quién la acompañaba o dejaba de acompañarla.
El violador eres tú.

Respiremos hondo. Éste es nuestro país; el país que queremos transformar. El país para el que trabajamos y al que amamos. Que nuestras hijas, que nuestras nietas, que nuestras estudiantes puedan tener un país diferente: que puedan vivir sin miedo, que puedan vivir sin violencia, que puedan desplegar sus alas sin temor a que nadie se las corte. Ése es el México que queremos heredarles.

*Fragmento del texto leído en la Fiesta del Libro y la Rosa, UNAM, 24 de abril de 2022
**Directora de Cultura y Comunicación para la Igualdad de la Coordinación para la Igualdad de Género

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