Ser un padre presente es determinante para las infancias, ya que una buena relación entre ambas partes marca su desarrollo físico, cognitivo y emocional.
“En generaciones anteriores quizás era normal que un padre únicamente llegara en la noche a pedir la cena y a dormir, pero ahora la sociedad espera una forma distinta de ser papá”, afirmó Benno George Alvaro de Keijzer Fokker, responsable del Programa Integral de Trabajo con Hombres de la Coordinación para la Igualdad de Género (CIGU) de la UNAM.
Añadió que este papel puede cambiar más allá de sólo ser el proveedor, es decir, que únicamente aporte los recursos para brindar educación, alimentación, vestido y vivienda a su familia; porque también puede dar otros elementos de calidad, como afecto, cariño y tiempo.
“Las infancias están más avispadas, con necesidades más grandes de afecto, de guía, de compañía y también de cuidado; además las mujeres demandan una mayor participación igualitaria en la corresponsabilidad del cuidado, en lo doméstico y en la crianza. Por tanto es hora de que los hombres entremos más en la parte equitativa de ello”, sostuvo.
Y de esto Darío Camacho Leal, padre de familia, lo tiene claro debido a que él procura conectar más desde lo emocional con su hija hasta estar presente en el día a día. Él busca equilibrar tiempos junto con su esposa (quien debe pasar más horas en la oficina) para que ambos puedan compartir momentos con la pequeña, sin descuidar su desarrollo profesional y laboral.
“Creo que algo que también implica para mí ser padre es resistir y cuestionar esta cultura machista, ya que tengo derecho a expresar el afecto y amor que siento hacia mi hija. Como padre de una niña de cuatro años y medio igual tengo la labor de empoderarla, porque ella puede poner sus límites y hacer que los demás la respeten; es increíble cómo tan pequeña tiene muy claro qué le gusta y qué no”, destacó.
Además, subrayó que su ejercicio de paternidad implica acompañar a su hija en su desarrollo, en su educación y en su crianza. Para él esta etapa ha sido un descubrimiento de la infancia y un redescubrimiento del juego, de la diversión y poder entrar a un mundo diferente para dejar las preocupaciones atrás.
“Mi hija y yo compartimos el gusto por nadar, ir al parque, la comida china y los fines de semana caminar en lugares al aire libre para ver la naturaleza. Sin embargo, poder verla convivir con otros niños o niñas lo disfruto mucho, porque también es una manera de conocerla”, aseguró.
En México, los hombres dedican en promedio menos de la mitad del tiempo a la semana del que destinan las mujeres al cuidado de la niñez, pues de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), las mujeres cuidan 24.1 horas y los hombres 11.5 horas a menores de cero a 14 años (considerando cuidados pasivos).
Ausencias y presencias
“En México se dice que vivimos en un país con una presencia muy grande de la madre y una ausencia del padre, y quizás aquí es donde entra la figura de un hermano, un tío, un abuelo o un padrastro que trate de llenar este vacío emocional, y con ello se refuerza la idea de que el padre siempre será una figura importante”, aseveró Benno de Keijzer.
Para Gil Christian Hernández Morales, padre de familia, no fue fácil estar en buenos términos con el hijo biológico de su pareja, ya que en un inicio su familia no pudo aceptar la idea de que él fuera padre tan joven, y de alguien que no era su hijo biológico.
“Primero tuve que trabajar en mis propias inseguridades, ya que tenía ideas machistas que al parecer las reflejaba en enojos o molestias hacia Miguel, el hijo biológico de mi esposa, que cuando lo conocí tenía cinco años. Entonces lo que hicimos fue tratar de establecer un vínculo de amistad, fortaleciendo nuestra comunicación y convivencia; y cuando me dijo por primera vez ‘papá’ fue para mí un gran momento, me sentí tan feliz que me sacó las lágrimas porque ambos trabajamos en ello”, relató.
Agregó que a sus 24 años, cuando se convirtió en papá de Miguel, sintió mucho miedo, no se creía listo, pero poco a poco fue aprendiendo e, incluso, el pequeño lo capacitó para la llegada de un niño y una niña más. Christian aseguró que ahora son un gran equipo de cinco, donde él junto con su esposa tratan que la comunicación sea fluida con sus dos hijos e hija.
“A veces nos critican a mi esposa y a mí porque dicen que debemos tener mano dura con nuestros hijos e hija, pero en casa encontramos la manera de convivir bien a partir de establecer límites y a su vez de mostrarles cariño, afecto y comprensión. Mi paternidad la ejerzo con base en cosas que considero positivas de lo que aprendí de mi padre, pero también de otras que yo he decidido reestructurar, como disfrutar más tiempo a mi familia”, puntualizó.
Ser papá es un reto muy grande al luchar contra toda una serie de nociones que hemos recibido de la sociedad, y por ello es que han surgido talleres o cursos dedicados a los hombres en los que primero se reconocen los mandatos establecidos y después se comienzan a cuestionar.
“A partir del Programa Integral de Trabajo con Hombres de la CIGU se colabora con grupos cada vez más grandes, y a través de un espacio que llamamos ‘Círculos para hombres’, se revisan esos mandatos recibidos para convertirlos en historias igualitarias, cercanas y creativas de padres en relación con sus hijos e hijas”, reveló de Keijzer Fokker.
También dijo que la misma paternidad va cambiando en la propia historia, porque no es igual ser padre de un recién nacido al de un adulto que ya está teniendo a sus hijos e hijas. Por tanto, nunca es tarde para comenzar a reflexionar la paternidad y hacerla más flexible, equitativa y amorosa.
“En este Día del Padre creo que puede ser un buen momento para reflexionar y cuestionarse qué tipo de paternidad ejercemos con nuestros hijos e hijas, y el aporte enorme que hacen las mujeres en el tema de la crianza y la corresponsabilidad en el cuidado, ya que a los hombres aún nos falta mucho por hacer”, concluyó.