Mensaje del rector Leonardo Lomelí Vanegas en el Senado de la República
Senadora Ana Lilia Rivera Rivera, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República de la LXV Legislatura.
Senadoras y senadores Ricardo Monreal Ávila, presidente de la Junta de Coordinación Política, Miguel Ángel Mancera Espinosa, Beatriz Elena Paredes Rangel, Elvia Marcela Mora Arellano, y Navor Alberto Rojas Mancera.
Señores exrectores de nuestra Universidad que nos acompañan: doctor José Sarukhán, doctor Juan Ramón de la Fuente, próximo secretario de Relaciones Exteriores; doctor José Narro Robles, doctor Enrique Graue Wiechers.
Señor presidente en turno e integrantes de la Honorable Junta de Gobierno de la Universidad que nos acompañan.
Integrantes del Patronato Universitario.
Señora secretaria general.
Doctora Rosaura Ruiz, profesora de nuestra Universidad, que será la primera secretaria de Ciencias, Humanidades, Tecnología e Innovación del gobierno de México.
Saludo a la doctora Annie Pardo, al doctor Xavier Cortés Rocha y a todas y todos los investigadores, investigadoras, profesores y profesoras eméritos de nuestra emérita Universidad que están el día de hoy con nosotros.
A los secretarios generales.
A la secretaria general del AAPAUNAM, al secretario general del STUNAM, integrantes de los comités ejecutivos de ambos sindicatos.
A las directoras, directores y funcionarios de nuestra Universidad que nos acompañan.
A los secretarios generales de ANUIES, de la DUAL que están con nosotros, al presidente de Fundación UNAM.
Distinguidas y distinguidos invitados.
Señoras y señores.
Senadores, senadoras:
Como Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y en representación de toda la comunidad universitaria, es un inmenso honor y un privilegio dirigirme tanto a las y los senadores de la LXV Legislatura como a toda la nación en esta solemne ceremonia.
Simbólicamente, la inscripción en letras doradas de la Universidad Nacional Autónoma de México y su lema en el Muro de Honor de este recinto es un reconocimiento que celebra los invaluables logros y las incuantificables aportaciones de nuestra casa de estudios, resaltando su ineludible responsabilidad con la educación pública, autónoma y laica como plataforma para la investigación y la extensión de la cultura.
Este es también un acto de memoria y un testimonio de la incansable labor de decenas de generaciones de estudiantes, académicos y trabajadores. Cada una y uno de ellos ha aportado su energía, talento, tiempo y pasión, para ser de todos sus campus, entidades y recursos, un patrimonio tangible e intangible de todas y todos los mexicanos y de la humanidad.
Desde su creación, en 1910, a unos meses del inicio de la Revolución mexicana, la Universidad Nacional ha sido una piedra angular en la construcción del México moderno. Desde el rectorado de José Vasconcelos, nuestra casa de estudios ha formado parte de los esfuerzos del Estado posrevolucionario para garantizar derechos sociales fundamentales, particularmente el derecho a la educación. Su misión, enraizada en los principios de libertad, justicia, trabajo colegiado y democracia, ha sido proporcionar una educación pública de excelencia, fomentar la investigación científica y humanística, y contribuir al desarrollo económico, político, social y cultural de nuestro país.
Por ello, hoy rendimos un merecido y sentido homenaje a quienes han dejado una huella imborrable en la historia de la UNAM y de México. Recordamos con gratitud a figuras emblemáticas como Justo Sierra, promotor de su fundación; José Vasconcelos, quien como primer secretario de Educación Pública impulsó la expansión de la Universidad y su contribución a grandes causas sociales y al nacionalismo cultural; Gustavo Baz, creador del servicio social; Alfonso Caso, a cuya sensibilidad política y académica debemos en gran medida nuestra Ley Orgánica; y por supuesto a Antonio Caso, defensor de la libertad de cátedra; Nabor Carrillo, quien lideró a la institución durante una de sus etapas en mayor crecimiento, o Javier Barros Sierra, que defendió la autonomía en uno de los momentos más críticos de nuestra historia, entre otros ilustres universitarios.
Desde luego, es menester recordar a todas las mujeres universitarias, sin cuyas aportaciones hubiese sido imposible escribir y seguir escribiendo nuestra historia. Desde las primeras que tuvieron acceso a la educación superior hasta el creciente número de directoras, alumnas y funcionarias en todos los campos y también a la primera presidenta que tendrá nuestro país.
Solamente a manera de ejemplo, podemos mencionar a Margarita Chorné y Salazar, la primera cirujana dentista que obtuvo el primer título en América Latina, en 1886; a Matilde Montoya Lafragua, quien fue la primera estudiante de medicina en 1887; a Helia Bravo Hollis, la primera bióloga en 1927; a Concepción Mendizábal, la primera ingeniera en 1930; a Ifigenia Martínez, integrante de esta Legislatura y primera directora de la Escuela Nacional de Economía, entre muchas más estudiantes, académicas, funcionarias y trabajadoras.
Además, nos enorgullecemos de contar con tres universitarios que fueron galardonados con el Premio Nobel: Alfonso García Robles, Nobel de la Paz en 1982; Octavio Paz, Nobel de Literatura en 1990, y Mario Molina, Nobel de Química en 1995.
Dichas personas destacadas, junto con muchos otros miembros de nuestra comunidad, han pensado y moldeado el destino de nuestra alma mater e influido positivamente en el desarrollo del país.
Esto, sin duda, gracias a que la UNAM es un crisol de diversidad de ideas. De ahí que atender a una población estudiantil multicultural de casi 380,000 jóvenes construye una pluralidad única de donde emanan nuestras mayores fortalezas, ya que esta dimensión fomenta un ambiente de aprendizaje, tolerancia y diálogo, que enriquece la vida académica y el desarrollo profesional. Aunado a esto, la Universidad de la nación es ampliamente reconocida, citándonos constantemente entre las mejores de América Latina y a nivel global, gracias a la calidad de su enseñanza, al rigor de su investigación y a su vocación social.
Los avances científicos y tecnológicos, las contribuciones, tanto el pensamiento humanístico y social como el florecimiento de las artes que se generan en nuestros espacios, son muestra de un compromiso inquebrantable con la búsqueda incesante del saber y la verdad.
Sin embargo, la UNAM no sólo es una institución académica, es también un agente activo de cambio social. Mediante nuestros programas de extensión, vinculación y sedes en el extranjero llevamos el conocimiento y la cultura a todos los rincones del país y a otras latitudes.
Históricamente, ante fenómenos y crisis urgentes y profundas, la Universidad ha demostrado su capacidad de adaptación y resiliencia. En respuesta, nos hemos volcado en la educación crítica y empática, en la investigación científica con aplicaciones concretas, en el fomento al diálogo y en la movilización de recursos y talento, siempre al servicio de México.
Para lograrlo, nos hemos apoyado en iniciativas como la educación a distancia y continua, la construcción y operación de clínicas y laboratorios nacionales, el perfeccionamiento de los mecanismos para la divulgación científica, la difusión de espacios de asesoría legal y psicológica, la implementación de dinámicas de vinculación con sectores productivos, los proyectos de transferencia tecnológica y emprendimiento, y el manejo y conservación de áreas protegidas, entre muchos otros.
Esta labor permanente e interminable ha logrado que la sociedad mexicana considere a la Universidad como un referente profesional y educativo. El origen sentido y porvenir de su existencia están inherentemente ligados al bienestar colectivo.
Otra dimensión esencial de esta distinción es la defensa de la autonomía universitaria. Un principio fundamental que desde hace 95 años garantiza la libertad de cátedra y de investigación, así como la independencia de la Universidad frente a cualquier tipo de intervención o interés político, ideológico o económico.
La autonomía universitaria es su esencia, misma que le permite construir y mantener espacios donde el pensamiento crítico y el debate plural puedan florecer sin restricciones. Gracias a ella, la Universidad ha resistido y se ha sobrepuesto a los desafíos estructurales y políticos que ha enfrentado.
La defensa de la autonomía universitaria es inseparable de la defensa de los valores democráticos. En múltiples momentos de nuestra historia, la UNAM ha sido una fortaleza de resistencia frente a los autoritarismos, defendiendo siempre la libertad de expresión y el derecho a disentir.
La Universidad Nacional ha sido y sigue siendo un espacio donde se forjan conocimientos y una ciudadanía consciente. En momentos críticos ha alzado la voz en defensa de los derechos y la justicia social. Esta herencia, marcada por la lucha, la construcción de consensos y la transformación, es un recordatorio de que la Universidad es parte indisociable de la sociedad mexicana.
Esta coyuntura también nos invita a reflexionar sobre los retos que se dibujan en el horizonte. La educación superior en México enfrenta desafíos significativos, como la necesidad de destinar un presupuesto suficiente, ampliar la cobertura, cerrar las brechas, mejorar la calidad educativa y fortalecer la investigación.
Resolverlo requiere de una plena conciencia y una responsabilidad compartida de las autoridades gubernamentales, la comunidad académica y la sociedad en su conjunto. En este contexto es necesario destacar la importancia de la ventaja demográfica que representa la juventud mexicana. Según las proyecciones del Consejo Nacional de Población, a la mitad de este año de 2024 México cuenta con 40.1 millones de jóvenes entre 12 y 29 años, representando el 30 % de la población. Ellas y ellos son motivos de esperanza y el mejor proyecto que podemos apoyar como nación.
Por otro lado, el incremento de la matrícula de educación superior ha sido significativo en las últimas dos décadas, pasando de 2 millones de estudiantes en el año 2000, a 5.3 millones en 2023. No obstante, a pesar de este crecimiento, todavía tenemos una cobertura de casi 44 %. Es claramente insuficiente.
Esto significa que a pesar del gran esfuerzo de las últimas décadas sólo poco más de cuatro de cada 10 jóvenes entre 18 y 22 años pueden cursar estudios universitarios. También, cabe señalar que esta cobertura es significativamente menor al promedio de América Latina, que es del 56 %, o a la de naciones como Colombia, Brasil o Chile.
De igual manera, la brecha de cobertura de educación superior a nivel nacional se ha ampliado en 17 estados, siendo la más significativa en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán y Tlaxcala, que se encuentran por debajo de la media nacional. Esta situación es inaceptable y demanda nuestra acción conjunta e inmediata.
Asimismo, las y los jóvenes de hoy anhelan certeza y estabilidad en un mundo en constante cambio. Necesitan confiar en que las instituciones sociales son primordiales para su desarrollo integral. Por ello, debemos motivarlos a creer con hechos que los principios cívicos de los sistemas políticos modernos tienen los cimientos suficientes para enfrentar y superar los grandes problemas de una sociedad cada vez más diversa, digitalizada y globalizada. Es elemental que comprendan y adopten los valores de la libertad, la democracia, la igualdad, la pluralidad, la solidaridad, el diálogo, la transparencia, el respeto y la sustentabilidad ambiental como dimensiones indispensables para tejer comunidades pacíficas, cohesionadas y viables.
En esta lógica, la colaboración con el Senado de la República y con todos los sectores del país debe estar encaminada a crear políticas públicas que consoliden y fortalezcan el sistema educativo nacional y promuevan el acceso universal a una educación pública de calidad. Debemos trabajar para que todas las personas tengan la oportunidad de desarrollar su potencial y contribuir al bienestar de nuestra nación.
En este sentido, quiero agradecer a las y los senadores de la República mexicana por este alto honor para la Universidad Nacional Autónoma de México. La inscripción en letras doradas es un compromiso con la memoria colectiva, el presente y el futuro no sólo de la Universidad, sino de la nación.
A las y los jóvenes estudiantes, quiero decirles que son el corazón y el alma de nuestra casa de estudios. Su entusiasmo, creatividad y determinación, son la fuerza que impulsa nuestro quehacer. En sus manos estará, desde distintas esferas y disciplinas, construir un México y un mundo mejores.
A las y los docentes, académicos, académicas, trabajadores, trabajadoras, quiero expresar mi más profundo agradecimiento por su inagotable trabajo, dedicación y profesionalismo. Su labor es la base sobre la que se sostiene el desarrollo de nuestra Universidad.
La misión de la Universidad de la nación es clara: formar una ciudadanía crítica y sensible, responsable y comprometida con las instituciones democráticas, capaz de construir realidades menos desiguales, más justas y verdaderamente sostenibles, impulsando la innovación, promoviendo la investigación de vanguardia y fortaleciendo nuestros vínculos con la sociedad.
Este acto solemne llena de orgullo, alegría y gratitud a miles de mexicanas y mexicanos. Es un reconocimiento a todos aquellos que han hecho de la Universidad Nacional un referente de rigor académico y compromiso social, y es también un aliciente para seguir adelante, con renovada energía y determinación en la construcción de un México más justo y próspero.
Quisiera concluir estas palabras recordando la explicación que dio el rector Vasconcelos hace 103 años del significado del escudo y el lema de la Universidad:
“Considerando que a la Universidad Nacional corresponde definir los caracteres de la cultura mexicana y teniendo en cuenta que en los tiempos presentes se opera un proceso que tiende a modificar el sistema de organización de los pueblos, sustituyendo las antiguas nacionalidades, que son hijas de la guerra y la política, con las federaciones constituidas a base de sangre e idioma comunes, lo cual va de acuerdo con las necesidades del espíritu, cuyo predominio es cada día mayor en la vida humana. Y a fin de que los mexicanos tengan presente la necesidad de fundir su propia patria, con la gran patria hispanoamericana, que representará una nueva expresión de los destinos humanos, se resuelve que el escudo de la Universidad Nacional consistirá en un mapa de la América Latina con la leyenda: ‘Por mi raza hablará el espíritu’. Se significa en este lema la convicción de que la raza nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima. Sostendrá en el escudo un águila y un cóndor, apoyado todo en una alegoría de los volcanes y el nopal azteca”.
Quien inscribe estas letras y nuestro lema es el pueblo de México en su conjunto a través de sus representantes, pues la historia de la Universidad sería inconcebible sin la voluntad de millones de personas que reconocen que, sin educación superior gratuita y autónoma, sería aún más complejo, si no imposible, construir un mejor país.
Sea este legado de reflexión, apertura y resiliencia un recordatorio de que el espíritu de la UNAM siempre hablará y estará al servicio de las y los mexicanos y de la humanidad.
“Por mi raza hablará el espíritu”.