México es una tierra de danzantes: Alberto Dallal

El crítico e investigador universitario recibirá el Reconocimiento Danza UNAM 2022

Foto: cortesía Gabriel Ramos.

A Alberto Dallal (CdMx, 1936) el amor a la danza le entró por los pies. Cuenta que era un niño cuando acompañaba a su madre a hacer diligencias en comunidades apartadas a lo largo y ancho del país, y quedó impactado al ver que los chicos con quienes jugaba a la roña o a los encantados lo hacían todo descalzos: correr, andar por las carreteras y, más tarde, bailar.

“Me dio curiosidad cómo hacían todo como si trajeran zapatos y supe que tenían una capacidad extra en los pies, y empecé a admirarlos”, narra quien se convirtió, al paso de los años, en un edificio de la investigación y la crítica dancística en México, cuya trayectoria de seis décadas recibirá el Reconocimiento Danza UNAM 2022.

De regreso en casa, en la colonia Guerrero, quería hacer todo descalzo. “Era yo el loquito que se quitaba los zapatos para jugar en el recreo”.

En secundaria jugaba frontón, a mano y con los pies desnudos. De joven lo practicó en las canchas de la que sería su casa toda la vida, la recién inaugurada Ciudad Universitaria, con las plantas curtidas: “No me quemaba el calor del suelo, ni se metían las piedras entre los dedos. Cuando tuve amigos con auto les decía: me bajo y te encuentro tres kilómetros adelante, y me iba corriendo”.

En la admiración de los pies llegó a un pueblo oaxaqueño cuyo nombre no recuerda. Iba siguiendo a los danzantes en sus peregrinaciones. “Esa es mi entrada en la danza: la de los indígenas. Maravillado observé que era un ritual, no les importaba lo que pensara la gente; esa es la diferencia entre las danzas indígenas y las occidentales: ellos pensaban en comunicarse con los dioses prehispánicos y bailaban para ellos”, explica.

“En el atrio de la iglesia había un señor, quien los llamó a bailar en ese pueblo, cuya curiosa tarea es que reparte mezcales: cuando descansan los danzantes hay que brindar y echarse el mezcal rápidamente, y va uno entrando en esta especie de mundo onírico en que vemos a verdaderos dioses bailando sobre la Tierra, durante muchas horas, en las que –quizá gracias al mezcal– vas descifrando qué nos van diciendo: batallas, enfrentamientos, muertes, nacimientos…”

Al anochecer, el joven Dallal fue invitado a departir con los danzantes en una casa en las montañas.

“Me asusté porque podía uno casi tocar las estrellas con la mano. Empecé a alucinar y a entender por qué las leyendas prehispánicas tienen que ver con los astros: los indígenas nos invitan a ver un mundo casi inaccesible para occidente, pero a ellos los hace vibrar y funcionar. Es la primera vez que estoy hablando de todo esto porque para mí fue una experiencia muy seria.”

Dallal entró a la disciplina por la pluma. No le interesaba bailar sino explicar aquellas revelaciones que encontraba en las danzas populares, y más tarde, en la tradición occidental. “Para mí fue estudiarlas, teniendo en cuenta que México es un país de danzantes”.

Periodista, historiador, crítico y académico, Dallal estudió danza no para ser bailarín, sino para entender los movimientos corporales; su pasión, asegura, fue siempre la investigación y el periodismo, que comenzó a cultivar desde que iba en el segundo año de preparatoria. Un oficio que desplegó, entre otros espacios, como director de la Revista de la Universidad de México y de la revista Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, donde es investigador.

“Soy buen bailador, ¡pero de mambo y chachachá! Todo el mundo cree que soy un bailarín frustrado, pero al contrario: dije ‘yo no puedo hacer lo que ellos hacen’, no estaba dispuesto a hacer eso. Tengo este prurito de que el bailarín es un dios que baila.”

Por eso, abunda, es tan estricto en su crítica. “Es descubrir las entrañas de la danza, explicar por qué este personaje es un dios o un semidiós. Quienes bailan tan bello se han metido en los secretos de las coreografías, ya no son humanos, ya no pueden vivir como tales, tienen que estar entregando su cuerpo constantemente a una vida diferente a la de todos: el autosacrificio”.

La trayectoria de Dallal ha quedado plasmada en innumerables publicaciones y más de 40 libros, de los cuales 17 abordan la disciplina, como La danza contra la muerte (1979) o Los elementos de la danza (2020); además, ha cultivado la poesía, el cuento y la novela.

Estos 60 años de idilio entre danza y escritura han transcurrido, en parte sustancial, dentro de la UNAM. “Es mi madre, es mi casa”, dice quien también es profesor en las facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias Políticas y Sociales.

Por su aportación reflexiva y de investigación, “fundamental en la danza y en las artes escénicas, como una forma de crecer críticamente hacia otros terrenos creativos y de expansión artística”, Alberto Dallal recibirá el Reconocimiento Danza UNAM el 29 de enero a las 18 horas en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario.

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