México, ese gran lienzo: 100 años de muralismo

Se realizaron las VI Jornadas Alfredo Zalce en la ENES Morelia

El muralismo mexicano es el único movimiento artístico que alcanzó una proyección global, fue sembrado en 80 países con más de una centena de obras, y se atribuye su arranque –entre 1921 y 1922– al paisajista Gerardo Murillo Dr. Atl, luego de regresar de su estancia en Europa.

Así lo explicó Julio Carrasco Bretón, artista visual y miembro del Salón de la Plástica Mexicana (SPM), al intervenir en las VI Jornadas Alfredo Zalce (1908-2003), en el marco del natalicio del pintor y artista michoacano, con el objetivo de reconocer la importancia de su legado a través de su obra.

En el aula virtual de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Morelia, Carrasco Bretón aseguró que el muralismo gestó otros movimientos y que sin duda es más que un vehículo para acercarse a la colectividad. “México es también el país de las grandes muralistas, de su primera y segunda generación destacan Fanny Ravel, Rina Lazo, Aurora Reyes, Leonora Carrington y Olga Kostakowsky, entre otras artistas”, describió.

Al poner en marcha las jornadas, Mario Rodríguez Martínez, director de la ENES Morelia, reconoció la importancia del legado de Alfredo Zalce a través de su obra, “que en este año coincide con el inicio del movimiento muralista mexicano”.

En su oportunidad, la periodista y académica Beatriz Zalce, hija del mencionado artista plástico, agradeció a la ENES Morelia que por sexta ocasión consecutiva colabora para la realización de dichas jornadas. “No es sólo una remembranza, es también estudiar, conocer diferentes ángulos de su obra, y el legado, que además se encuentra en custodia aquí para su catalogación y clasificación, y que ya lleva un avance importante”, refirió.

Alfredo Zalce e Ignacio Aguirre en el Museo Regional Michoacano. Foto: cartel ENES Morelia.

Isabel Villaseñor

En el desarrollo de las jornadas sobre Alfredo Zalce, Alivé Piliado Santana, historiadora del Arte por la Universidad Iberoamericana, destacó el trabajo del también grabador michoacano en el mural de Ayotla, Estado de México, de 1929, el cual realizó en colaboración con Isabel Villaseñor, a quien consideró la primera mujer muralista del país.

En su oportunidad, Leticia Medina Rodríguez, jefa del Laboratorio Gráfico y de Restauración en el Archivo Histórico de la UNAM, del Instituto de Investigaciones Sobre la Universidad y la Educación, señaló que el campus central de Ciudad Universitaria muestra parte de la grandeza del muralismo mexicano en algunos de sus inmuebles, con las obras de Francisco Eppens Helguera, Diego Rivera, José Chávez Morado y Juan O ‘Gorman.

“El 23 de febrero de 1953, la revista estadunidense Time publicó un reportaje a color en el que se anuncia el surgimiento de una ultramoderna ciudad universitaria, que desde la construcción de los palacios de Moctezuma no había habido nada que compitiera con su grandeza, nada tan majestuoso y trascendente, nada que hubiera conquistado la lava volcánica con el trabajo de más de 10 mil obreros, artistas, ingenieros, arquitectos, y artistas”, citó.

En la sesión final, Estefany Dorin Jacuinde Zamudio, estudiante de la licenciatura en Arte y Diseño de la ENES Morelia, compartió que a través de la instrucción académica queda claro que existen muchas diferencias de cuando miras y planeas una obra, a cuando la concretas. “La monumentalidad crea otra perspectiva para aventurarte. Nunca será lo mismo ver una pintura de tamaño pequeño que ver una obra en donde puedas meterte. El mural está dedicado a la colectividad, y el muralismo casi nunca tiene fines de lucro, quiere tener la mayor accesibilidad”.

Patricia Ochoa Contreras, también alumna de Arte y Diseño, consideró que el muralismo, al estar totalmente estructurado para mostrarse en gran formato y en el espacio público, “escapa de los museos, de la elite del mercado artístico, no puede decir alguien que quiere comprar un muro”.

Lilian Atzimba Rivera León, estudiante de Administración de Archivos y Gestión Documental de la ENES Morelia, destacó que ante todo debe haber un diálogo entre el archivo y el sujeto, y más cuando se tratan de acervos artísticos que requieren un extenso tiempo de trabajo.

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