Homenaje al destacado historiador universitario

Miguel León-Portilla, espíritu renacentista de nuestro tiempo

Equipararon su labor con la del fraile franciscano Fray Bernardino de Sahagún, a cinco siglos

Madrid.- Miguel León-Portilla, universitario e historiador destacado, cuya obra fue y es referente para muchas generaciones, maestro, humanista, filósofo y sobre todo extraordinario ser humano, recibió un homenaje organizado por la Sede UNAMEspaña (Centro de Estudios Mexicanos) y la embajada de México en ese país.

En la Casa de América en esta ciudad se realizó el acto presidido por la entonces embajadora de México en España, Roberta Lajous. Ahí, Patrick Johansson, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), estableció un paralelismo, a cinco siglos de distancia, entre León-Portilla y el fraile franciscano Fray Bernardino de Sahagún, toda vez que “los dos abrevaron del manantial de la antigüedad grecolatina, en sus respectivas universidades: la Universidad de Salamanca y la Universidad Nacional Autónoma de México”.

La idolatría

Asimismo destacó el espíritu renacentista de ambos. De Sahagún, dijo que llegó a transgredir los límites de la pesquisa que le había sido encomendada, la de reunir información y textos con el fin de detectar en el mundo indígena “los síntomas de una enfermedad”: la idolatría. Él reunió, transcribió y tradujo los testimonios y textos de la oralidad náhuatl, mismos que permitieron a los frailes conocer al indígena para evangelizarlo mejor, a la vez que le dieron muestras de la grandeza de su cultura.

A su vez, indicó, Miguel León-Portilla, como historiador, filólogo, lingüista, filósofo y humanista también fue de alguna manera renacentista, pues por medio de su investigación, los valores y la cultura del mundo indígena renacieron en su obra.

El actual director del Seminario de Cultura Náhuatl fundado en la UNAM por León-Portilla resaltó que ambos personajes fueron nahuatlatos en todo el sentido del término, en tanto que no sólo dominaron la lengua sino que también fungieron como intérpretes de la misma.

También reveló paralelismos entre la Historia general de las cosas de Nueva España, de Sahagún y La filosofía náhuatl y Visión de los vencidos, de Miguel León-Portilla. En su opinión, fueron textos clave que permitieron una aproximación veraz a la cultura náhuatl prehispánica.

Johansson, quien fue discípulo, alumno y amigo de León-Portilla explicó que los dos personajes se enfrentaron a detractores, por un lado, Sahagún tuvo que defenderse
de los que estimaban que su obra propiciaba el resurgimiento de la idolatría. Por otro lado, el historiador universitario se opuso a intelectuales que consideraban que el indígena, al no tener una escritura alfabética, no podía haber pensado en términos filosóficos.

Otro paralelismo, apuntó, fue la conversión: “Sahagún convirtió al cristianismo a los indígenas, a la par que convencía a sus hermanos de religión de la capacidad y dignidad de sus catecúmenos”; mientras que Miguel León-Portilla realizó, “un verdadero apostolado cultural, pues convenció a los mexicanos de la grandeza de su pasado prehispánico y de la necesidad impostergable de reconocer a los herederos indígenas de ese pasado y de legitimar jurídicamente su derecho a vivir según su tradición ancestral”.

Por último, señaló la relevancia de la figura de León-Portilla en el mundo indígena contemporáneo, ya que les abrió los ojos a un pasado del que habían sido despojados y del cual podían sentirse orgullosos. Al mismo tiempo, les dotó de fundamentos que les permitieron el conocimiento de sí mismos, y la emancipación cultural.

A través de un video grabado por TV UNAM para la ocasión, Vicente Quirarte, del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, resaltó el interés de León-Portilla por la poesía de los antiguos mexicanos, porque, según dijo, encontró en ella una de las más altas manifestaciones en el grado de civilización. Recordó que la obra Trece poetas del mundo azteca forma parte de los numerosos trabajos dedicados a probar los poderes del canto como sinónimo de la supervivencia de la palabra y del pensamiento.

Ademas comentó que León-Portilla fue un hombre de palabra, en el doble sentido del término, ya que la defendió, la honró y la enalteció, a la vez que fue un hombre cabal e íntegro, y una verdadera leyenda viviente, en alusión a uno de los máximos galardones que recibió en su vida, otorgado por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. También se refirió a él como un inconforme, pues levantó su voz en todo momento para denunciar o defender, y por eso, dijo, “hace falta su autoridad moral y tenemos la obligación de continuar su herencia”.

En su oportunidad, Roberta Lajous, quien cerró con este acto público su gestión al frente de la representación diplomática en España, subrayó el gran papel que León-Portilla desempeñó en las relaciones entre México y España, y en la conformación de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, que luego se traduciría en las celebraciones de las Cumbres Iberoamericanas.

Recordó que en 1992, Miguel León-Portilla logró con su característica sabiduría que se superara el debate en torno a la celebración del V Centenario, al proponer y consensuar el concepto: El encuentro de dos mundos, frente al controvertido eslogan originalmente propuesto del V centenario del descubrimiento de América, que ocasionaba un malestar generalizado desde el punto de vista del continente americano.

Por su parte, Antonio Pérez-Hernández, director de Casa de América, consideró a León-Portilla como un personaje polifacético y difícil de catalogar: historiador, filósofo, antropólogo, investigador, humanista, maestro de historiadores, y, sobre todo, una gran persona.

Casa de América, en Madrid. Foto: Casa de América.

Inteligencia, bondad y alegría

Isabel Bueno, académica de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), aseguró que a León-Portilla los dioses le dieron tres dones: inteligencia, bondad y alegría. También recordó la concepción que el homenajeado tenía de la historia: “La historia no es un lujo, es una necesidad. La historia nos permite saber quiénes somos”.

Sostuvo que al autor de Visión de los vencidos lo que más le hizo feliz fue ser universitario, y recordó que después de ostentar los diferentes cargos diplomáticos, como el de embajador de México ante la Unesco, volvió agradecido y ávido a sus labores en la UNAM.

Finalmente, José Luis de Rojas, catedrático de la UCM, enfatizó: “La grandeza de la sencillez de León-Portilla o la sencillez de su grandeza. Fui su alumno en el Seminario de Cultura Náhuatl y siempre lo recuerdo con una sonrisa luminosa y ojos chispeantes; te hacía sentir importante y esa es la grandeza de un sabio”.

Reconoció que una de sus mayores aportaciones fue su labor divulgativa. “Además de ser un magnífico orador público, siempre ameno, sin faltar a la realidad y el rigor del conocimiento, también fue un gran conversador que dejaba hablar a sus interlocutores, a quienes escuchaba con interés, y precisamente eso es lo que hemos perdido con su partida. Su obra quedará imperecedera, y lo que echaremos de menos será su conversación”.

En el homenaje todos los ponentes dedicaron palabras a la académica e investigadora de la Universidad Nacional, Ascensión Hernández Triviño, viuda de León-Portilla, y coincidieron en señalar que además de compartir la trayectoria académica, ambos fueron grandes amigos y sobre todo compañeros de vida.

En el encuentro también estuvieron personajes del mundo académico y cultural, como Víctor García de la Concha, en representación de la Real Academia Española, y de la Asociación de Academias de la Lengua Española; Pedro Pérez-Herrero, director del Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Alcalá, y Miguel Luque Talaván, decano de la Facultad de Geografía e Historia de la UCM.

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