Miguel León Portilla y su intacto corazón de jade

De pronto estos medios de comunicación actuales hacen que lleguen mensajes por el éter a un aparato pequeño que se llama celular y así, por WhatsApp una amiga querida me recuerda que va a ser cumpleaños de un ser humano inigualable, el doctor Miguel León Portilla y me pregunta si escribiría algo para él.

Teresa Uriarte. Historiadora. Investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Premio Universidad Nacional 2017, en el área de Investigación en artes. Responsable del proyecto La Pintura Mural Prehispánica en México.

 

Es de noche y él dialoga con su propio corazón. Su corazón de jade, su corazón inmenso, su corazón de tlamatinime, su corazón de hombre sabio.

Tiene tiempo de estar en un hospital. Fui a verlo, pero Chonita, como siempre amable y adorable salió y me dijo que no era posible. Le dejé mis saludos amorosos y llenos de admiración y respeto.

Cuando uno debe escribir algo sobre un ser humano excepcional, normalmente lo relaciona con uno, pues este será la excepción a medias, no lo relacionaré conmigo, ni cómo nos hicimos amigos, ni por qué.

Lo voy a relacionar con una parte de México de la cual a veces ni nos acordamos, él sí, porque la lleva en ese su gran corazón: la península de Baja California.

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Gracias a su incansable labor de escriba, de tesorero mayor del saber del pasado indígena de México, Miguel León Portilla nos hizo conocer una Baja California inédita, como inédito era el libro que se dedicó a rescatar: el manuscrito de Miguel del Barco, su tocayo de varios siglos atrás.

Miguel del Barco llegó a Nueva España en 1735 y de ahí se trasladó en 1737 a esa agreste región que no había podido ser conquistada por las armas, lo sería a través de la Fe que ese jesuita traía consigo. Sus escritos se habían copiado por otros misioneros, por algunos que ni siquiera habían estado en estas tierras y las describían como terruños conocidos y familiares. Ahora se le llamaría plagio, pero entonces fue simple apropiación y así se habría quedado y Venegas o Clavijero habrían quedado como magos hablando o más bien escribiendo de aquellas remotas tierras, pero en 1973 Miguel León Portilla publicó Historia Natural y Crónica de la Antigua California y esa apropiación dejó de serlo para pertenecer a quien la había escrito. Esa fue una de las razones por las cuales la California se apropió de Miguel León Portilla porque él había desenterrado un misterio que la historia había ocultado, pero no pudo con el hombre de la inteligencia y del corazón, el tlamatinime.

Como ya su corazón se había quedado en Las Californias, don Miguel se dio vuelo y escribió sobre sus misiones, sobre su cartografía, sobre su historia, en fin nos enseñó esa hermosa región de México que a veces nos resulta lejana. Tan cercana le es que las universidades de las dos Californias, la Norte y la Sur, le dieron el Doctorado Honoris Causa, honor a quien honor merece.

Miguel León Portilla nos acercó a las Californias, pero nos acercó también y como pocos al México de nuestros antepasados porque pocos han escrito las obras que Don Miguel ha escrito. Su Visión de los Vencidos ha sido traducida ¡hasta el chino!

Y sí, sí voy a decir que fue mi maestro, que gracias a él me dediqué al estudio de las culturas indígenas originales de México y sí, con gran orgullo, diré que dirigió mi tesis de Licenciatura en Historia y que me prologó un libro y diré que me enseñó con ese corazón de jade a tratar de acercarme con toda humildad a la grandeza de nuestras culturas y sí. lo que es más importante, me hizo el honor de considerarme su amiga y agradezco la oportunidad de escribir estas palabras con tanto cariño y con lágrimas de agradecimiento en los ojos por la fortuna de haber estado cerca de un ser humano como Miguel León Portilla.

Que viva muchos años más, querido maestro.