Mitos y realidades del Popocatépetl

Los volcanes no tienen palabra de honor, pero monitoreo y análisis oficiales nos permiten estar bien informados, señala Ana Lillian Martín del Pozzo, investigadora del Instituto de Geofísica

Foto: María Paula Martínez.

Las erupciones de volcanes en el mundo y las imágenes que se transmiten por noticiarios y redes sociales pueden provocar preocupación en poblaciones que viven cerca de algún volcán, como es el caso del Popocatépetl, que pone en alerta a Ciudad de México, Puebla y Morelos.

Sin embargo, el coloso ha mantenido una actividad estable desde hace 27 años, y es uno de los volcanes más monitoreados del mundo por el Comité Científico Asesor para el Volcán Popocatépetl, del Sistema Nacional de Protección Civil integrado por especialistas de la UNAM y del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).

Al respecto, Ana LilIian Martín del Pozzo, integrante de dicho comité, señala que “se trata de un volcán activo, y por eso siempre tenemos que estar pendientes y alertas… estudiamos cenizas, cada vez que hay alguna emisión vamos y recolectamos las muestras, para ver si hay algún cambio en los materiales que salen. De hecho revisamos los registros de los magnetómetros y el procesamiento de esas señales, para ver si hay alguna variación o señales que pudiéramos relacionar con algún aumento en la actividad”.

Escenarios

En los últimos 27 años, desde que el volcán registró actividad se han desatado rumores sobre una posible explosión, además que cada vez que hay una erupción importante en el mundo surge la preocupación sobre algo similar en México. Sin embargo, Martín Del Pozzo dice que “lo que hemos observado en el Popo es una situación parecida a la que hemos tenido en los últimos años. Si la comparamos con el año pasado, sí es mayor, pero si la comparamos con años anteriores, pues es menor”.

Sobre si ha aumentado la actividad del volcán, la especialista del Instituto de Geofísica comenta: “Es un volcán que está teniendo estas emanaciones que están dentro de los parámetros que hemos conocido. Cuando hicimos el mapa de peligros y su actualización, hace un par de años, plasmamos los posibles escenarios”.

El escenario que ocurre menos es de explosiones muy grandes y en un lapso mayor entre ellas.

Luego están las medianas, como en 2001, que fue una emisión grande de ceniza, incluso con nubes ardientes y lajares que bajaron por el lado noreste del volcán.

Y las que son más comunes, las que llaman el escenario de mayor probabilidad, son las que ocurren hoy día.

“Este último tipo de emisiones son las que hemos visto en el pasado. Por ejemplo en el siglo pasado, desde 1919 hasta 1927, hubo varias pequeñas, de 1802 a 1804, y así cada siglo, pero estas emisiones menores han sido relativamente frecuentes en la historia del Popocatépetl.”

Las emisiones más grandes ocurren en el orden de los mil a tres mil años, y las más grandes suceden en el orden de los 20 mil años, en los que los volcanes se colapsan completamente. Es el último de una serie de volcanes que se han colapsado y que les nace uno nuevo: el Tlamaca, el Expayantla, el Ventorrillo y finalmente el Popo.

Foto: María Paula Martínez.

¿Sólo cenizas?

La erupción de La Palma, aunque sea muy vistosa, no es una de las más grandes –comenta la investigadora–. Los volcanes que vemos que tienen derrames de lava y que van bajando por las laderas son menos peligrosos, que por ejemplo el volcán de fuego de Guatemala, que hizo erupción hace unos años y fue muy letal porque la gente se quedaba viendo las nubes ardientes de frente y no sabían que eran letales. Esas nubes ardientes fluyen muy rápido y son las que históricamente han tapado poblaciones, por ejemplo en Amecameca o en Cholula.

La gente tiene que saber que en el caso del Popocatépel el fenómeno más frecuente de estas erupciones es la emisión de cenizas. Se tienen cenizas muy seguido, a veces todos los días, y en algún periodo del año, por ejemplo en verano, el viento trae esta ceniza a Ciudad de México, y durante el invierno las cenizas se van hacia el lado poblano por el tipo de vientos.

“Las cenizas sí nos afectan porque son muchos años de caída de fragmentos, y nosotros, además de las mediciones, también vemos el tamaño de las partículas y trabajamos con investigadores del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias para ver los efectos de la ceniza en la salud. Sabemos que sí afectan a los ojos, y también nos pueden dañar la piel, y las vías respiratorias, entran a la nariz, la garganta, entran al tracto respiratorio y si son muy finas pueden llegar más profundo. Hemos propuesto el uso del cubrebocas desde antes de la pandemia, evitar las actividades al aire libre cuando sea posible. Trabajamos con los campesinos de la zona para que sepan que deben protegerse”, apunta Martín Del Pozzo.

Hay que conocer el mapa de peligros del volcán, que está en línea y quien quiera puede acceder a él. Es necesario conocer las áreas del volcán y saber cómo pueden afectar. “En el mapa de peligros están plasmadas las zonas que pueden ser afectadas por los diferentes fenómenos y por eso estamos muy atentos a las recomendaciones del Cenapred para el lugar donde estamos viviendo. Hay que estar pendientes, los volcanes no tienen palabra de honor, pero el monitoreo y los análisis nos permiten estar bien informados”.

Recomendaciones

Hay que conocer, hay muchas cosas que se publican sin fundamentos. Es importante ver la fuente, de dónde viene la información, a veces salen expertos de cualquier lado, y que tampoco conocen al volcán. “Hay que ver las fuentes documentadas, de vulcanólogos especializados que sepan del Popo, hay que informarse en las fuentes, por ejemplo el Instituto de Geofísica, Cenapred, el Sistema de Protección Civil. Hay que ver cuál es la info que se saca, porque sale en conjunto, el comité se reúne y se obtiene una evaluación y un pronóstico”.

Las recomendaciones –menciona– son las de siempre: evitar barrancas en tiempos de lluvia, evitar acercarse a menos de 12 kilómetros del volcán, por los fragmentos balísticos que salen con la velocidad de una bala. Hay que cuidarse de las cenizas y sus efectos. Hay que estar atentos y conocer el área en la que se está, saber qué es posible y qué no, conocer el mapa de peligros.

También evitar subir la zona restringida, 12 kilómetros, porque hay fragmentos balísticos muy grandes, incluso del tamaño de un auto pequeño. “Los muy pequeños son peligrosos, y estas hazañas de subir al cráter para mostrar fotos internas son muy peligrosas, se compara a que una persona entre a una mina que están dinamitando”.

Los montañistas que murieron en 1996 no tuvieron suerte, por eso es muy importante no acercarse. “Es un volcán explosivo que puede tener resultados muy peligrosos para quienes suben. El otro peligro son los lajares, que hemos enfatizado en el comité asesor del Cenapred para el Popo. Los lajares son mezclas de lodo y fragmentos que fluyen como si fueran cemento, se mezclan con lluvias y bajan por las barrancas de forma muy pastosa y erosiva. Por eso se recomienda que se eviten las barrancas”.

Y siempre hay que conocer las áreas del coloso y saber cómo pueden tener alguna repercusión. En el mapa de peligros están plasmadas las zonas que pueden ser afectadas por los diferentes fenómenos y por eso debemos estar muy atentos a las recomendaciones del Cenapred para el lugar donde estamos viviendo.

Fotos: Juan Antonio López y cortesía Instituto de Geofísica.
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