Murales de Santa Martha Acatitla visitan la FFyL

Transgresiones del encierro, perspectivas de libertad, conferencia performativa de Aída Blanco

Cajas de madera con la reproducción pictórica de El grito, pintadas por Aída Blanco. Foto: CIEG.
“¿Quién tiene lágrimas? Quien tenga lágrimas, levántelas”. Más de una persona tiene lágrimas en unas pequeñas cajas de madera pintadas por la muralista Aída Blanco. “Yo también tengo lágrimas”, reconoce la artista.

Transgresiones del encierro, perspectivas de libertad fue una conferencia performativa organizada por el Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) que se llevó a cabo en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL).

En cada asiento de la Sala A había una caja pintada por Aída Blanco, y juntas formaron la reproducción pictórica de El grito, un mural monumental en el Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla. Cada caja lleva la expresión, las historias, las exigencias y las emociones de mujeres privadas de libertad.

Marisa Belausteguigoitia, directora del CIEG, rememora: Todo comenzó en 2008 cuando el proyecto “Mujeres en espiral: sistema de justicia, perspectiva de género y pedagogías en resistencia” del CIEG gestionó un taller en el que se construyó un aula ambulante. Durante el desarrollo del proyecto, las mujeres de Santa Martha demandaron algo inusitado: color.

Belausteguigoitia cuestiona: ¿Qué significa demandar color en prisión? Mientras suceden esas palabras, los asistentes pueden ver las imágenes de un penal gris. Marisa y un grupo de mujeres del penal, entre ellas Aída, imaginaban cuáles eran las paredes que tomarían, los colores que usarían para pintar y los relatos e imágenes que llenarían esos muros.

Eligieron “el caracol” como primera pieza monumental. Una rampa en espiral por la que entra la visita, y por la que caminan por última vez las mujeres que obtienen su libertad. Decidieron que su pieza sería un grito de luz. Sus pinturas buscaban hacer visible los problemas de justicia en México y en el encierro.

En un proceso paralelo, el artista plástico Rafael Cauduro, quien falleció el pasado 3 de diciembre, pintó, entre 2009 y 2010, en los muros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación el mural Historia de la justicia en México. En aquel tiempo, Cauduro visitó los murales en Santa Martha. Aída le explicó los trazos, ubicó el lamento y el dolor, habló sobre la colectividad que generó el proceso y señaló el lenguaje visual, afectivo y jurídico.

El resultado del proyecto fueron más de 40 mujeres muralistas que pintaron cuatro piezas monumentales, intervenciones artístico-pedagógicas, jurídicas y políticas: El grito, Fuerza tiempo y esperanza, Caminos y formas de la libertad y Acción colectiva por la justicia, de la mano del maestro Gustavo Pavón Guchepe e inspiradas en los murales zapatistas.

La siguiente encomienda para Aída fue reproducir El grito en las cajitas de madera y el resultado fueron 64 en total. “La pintura me satisface, me libera y es actualmente mi forma de vida”, contó a modo de catarsis. En la sala llamó a las y a los presentes a tomar las piezas en sus manos y preguntó qué ven. El público pudo ver ojos, lágrimas, alas, barrotes, estrellas, serpientes…

Al término de su conferencia y con una emoción contundente, Aída Blanco señaló: “En el último mural que realizamos Acción colectiva por la justicia pintamos un camino hacia la universidad. Tomé ese camino y hoy estoy aquí”.

Por su parte, la artista plástica Circe Irasema hizo un recorrido histórico sobre el muralismo mexicano y no reparó en argumentar la distancia que encuentra en el contexto actual y la visión oficial del muralismo Siqueiros-Orozco-Rivera, un movimiento masculino por excelencia.

Comparó las condiciones en las que David Alfaro Siqueiros pintó preso en Lecumberri en 1959, donde convirtió su celda en una oficina de derecho y taller de producción. Circe subrayó la desigualdad de condiciones y privilegios con que las mujeres de Santa Martha han pintado en la actualidad.

Acceso a la justicia

Gladys Morales, doctoranda de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de México, replanteó una pregunta hecha antes por Blanco: “¿Cómo nos hacemos escuchar jurídicamente hablando?”. Y respondió: “Ella trata los murales como una manera de expresar un reclamo de acceso a la justicia”.

En el espacio de diálogo, André, nieto de Aída, tomó la palabra para preguntar sobre el primer pensamiento con el que despertaba para hacer los murales. Aída respondió: “Qué placer, voy a seguir y subirme al andamio”. Ella pensaba en la sensación de poder ver más allá de lo que le tapaban los muros, ver el horizonte, poder sentirse más libre y que la tocara el viento en las alturas.

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