Nación de puertas abiertas, pero también con xenofobia, racismo y clasismo

En muchas ocasiones el país no estaba en el horizonte de posibilidades de quienes querían salir de Europa, pero no había otra alternativa

Ilustración: Andrés Otero.
En el tema de los refugiados y los asilados políticos de la Segunda Guerra Mundial en nuestro territorio, hay que distinguir la realidad del mito y criticar la idea autocelebratoria de México como país de puertas abiertas: ha sido una nación con corrientes migratorias, pero también con xenofobia, racismo y clasismo. Además, hay que empezar a desmantelar la “relación romántica” entre nuestro país y los exiliados germano-parlantes, porque México fue su última opción de escape, señalaron historiadores en la UNAM.

Al participar en el Seminario de Historia de las Migraciones en México, Carlos Inclán, del doctorado en Historia de El Colegio de México, recordó que el número de asilados políticos en el último tramo del gobierno cardenista fue, en proporción, mucho mayor que en el de Manuel Ávila Camacho, porque se incluyeron los de la República española.

En ese momento comenzó a haber una serie de cambios en la forma en que se concebían esos permisos. La Secretaría de Gobernación hace que la de Relaciones Exteriores se ciña a ciertas instrucciones, en muchos casos enfatizando la preparación técnica, profesional, literaria o rescatando el valor del trabajo de quienes solicitan ese asilo; de acuerdo con quiénes son, “se niegan o se permiten las entradas”.

En la sesión dedicada a discutir su texto “Las gestiones del gobierno mexicano ante el drama de los refugiados y los asilados políticos de la Segunda Guerra Mundial”, Inclán mencionó que en la administración de Ávila Camacho continuó la tendencia del gobierno anterior, con un número de asilados políticos menor que el de migrantes totales, y un ligero aumento en la entrada de asilados políticos centro-europeos.

Ciertas organizaciones promovieron solicitudes de ingreso al país como la Liga Procultura Alemana. “Era más fácil la concesión de esos permisos al hablar de personas concretas y sus trayectorias de vida, que cuando se pedían como grupo”.

El contingente de asilados políticos no españoles más importante fue el de los alemanes, seguido por polacos, checos y austriacos. “El exilio germano-hablante y la vigilancia política que se ejerció sobre ellos son los focos de mi trabajo”, refirió.

El especialista señaló que en muchas ocasiones México no estaba en el horizonte de posibilidades de quienes querían salir de Europa, pero era lo que había; muchos, por ejemplo, querían llegar a la entonces Unión Soviética.

Inclán destacó el papel del diplomático mexicano Gilberto Bosques, “una persona que iba más allá de las lógicas burocráticas. Estuvo dispuesto a hacer más que eso para salvar a las personas que tenían un capital político y cultural. Incluso estuvo dispuesto a falsificar documentos. En mucha de la documentación sobre el exilio germano-hablante están los agradecimientos a su persona”.

Al comentar la ponencia, Andrea Acle-Kreysing, de la Universidad de Leipzig, Alemania, mencionó que la política doméstica mexicana tuvo un gran influjo en las actividades de los exiliados y que incluso, gracias a ella, el número realmente pequeño de exiliados alemanes (alrededor de 300) pudieron tener una influencia que en otro país no podrían haber tenido.

Los actores de la época intentaron justificar que aquí se debía recibir a las magníficas ‘lumbreras de la ciencia y la civilización’ que Hitler perseguía”

Asimismo, expuso que la mejor manera de no dejar entrar a alguien a un país, y continúa vigente en la actualidad, es que le “falte un papel”; ese método eficiente e impersonal decide una vida o trayectoria, a través de una solicitud aceptada o denegada.

La política de Lázaro Cárdenas, no sólo el antifascismo, sino la apertura a los comunistas que nadie quería, fue a contracorriente de la sociedad mexicana. “Los actores de la época intentaron justificar que aquí se debía recibir a las magníficas ‘lumbreras de la ciencia y la civilización’ que Hitler perseguía, pero era una decisión que no se justificaba tan fácil con la población. No era una política con apoyo popular masivo”, detalló.

Acle-Kreysing mencionó que Gilberto Bosques fue importante en el tema de los asilados políticos, pero también hubo redes previas de solidaridad de la izquierda europea y global. La de él fue una, pero hubo otras; por ejemplo, Vicente Lombardo hizo campaña para que ellos llegaran a un México “antifascista, revolucionario y de izquierda”.

Además, Bosques fue indiferente al exilio judío; creía que había que apoyar a los comunistas, porque ellos eran quienes “se jugaban el pellejo en la coyuntura de la guerra europea”, precisó.

Última opción

Daniela Gleizer, del Instituto de Investigaciones Históricas, aclaró que las visas para los refugiados europeos se gestionaban en la Ciudad de México, y no en Marsella, Francia, donde Bosques era cónsul. “Hay que entender por qué a unas personas se las dan y a otras no; había listas que distintos grupos presentaban a la Secretaría de Gobernación, como Alemania Libre o Acción Revolucionaria Austriaca, y una forma de decidir”.

Esos europeos, coincidió, consiguieron visas para México como última opción. “No piensan ni quieren venir, pero en la medida que otras que han gestionado se van cayendo, les queda la mexicana”.

Un tema diferente por tratar es la corrupción, aquí y en el consulado de Marsella: las visas para refugiados políticos costaban 500 dólares, hecho retratado por el Comité Judío Laborista de Nueva York. Esa agrupación mandaba listas a su filial mexicana, la Sociedad Procultura y Ayuda, que a su vez tenía un contacto dentro de Gobernación, y negociaba los permisos. Una vez que se hacía el pago, se enviaba la autorización a Relaciones Exteriores y ellos la mandaban a Francia.

La política de Lázaro Cárdenas, no sólo el antifascismo, sino la apertura a los comunistas que nadie quería, fue a contracorriente de la sociedad mexicana”

Nos falta explicar, reconoció la universitaria, cómo se tomaba la decisión en Gobernación, cuáles eran las presiones sobre el gobierno mexicano para que otorgara esas visas, qué grupos tenían más contactos o pagaban más, etcétera.

Cuando las autorizaciones llegaban a Marsella, Bosques ayudaba a unos y a otros no; él no podía otorgar las visas, pero socorrió a los refugiados en los demás momentos de la migración, cuando se podían complicar las cosas. Así, consiguió visas de tránsito en Estados Unidos o falsificó papeles. Su criterio político fundamental fue ayudar, en su mayoría, a comunistas estalinistas.

También hubo corrupción. Algunos judíos recibieron la visa porque pagaron por ella, y así lo contaron los sobrevivientes. Quienes recibieron apoyo fueron, sobre todo, gente famosa, pero los cuadros medios, sindicalistas o las juventudes antinazis no tenían forma de probar que lo eran, por lo que no fueron considerados asilados políticos, concluyó Daniela Gleizer.

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