Óscar Chávez, el inolvidable Estilos

Junto a su larga carrera como compositor y cantante, el autor de Fuera del mundo dejó una huella indeleble en el cine mexicano de los 60 al aparecer como uno de Los Caifanes bajo la dirección de Juan Ibáñez.

La vida de Óscar Chávez se apagó a los 85 años la tarde del 30 de abril del 2020. Sólo un día antes su equipo de prensa, por medio de la cuenta oficial de Twitter (@OscarChavezF), había anunciado que el cantante había sido hospitalizado “con síntomas de COVID-19 y se encuentra bajo observación”.

La encargada de confirmar el deceso del músico fue la Secretaria de Cultura del Gobierno de México, Alejandra Frausto, quien expresó su “más sentido pésame a sus familiares, amigos y compañeros de lucha y canción. ¡Viva Óscar Chávez!” en un tuit.

Las muestras de cariño de parte de sus seguidores inundaron pronto las redes sociales, destacando algunos de los grandes éxitos musicales de Óscar Chávez y recordando anécdotas de sus conciertos; más de uno también rememoró la carrera como actor del cantante, especialmente su aparición como el entrañable “El Estilos” en la cinta Los Caifanes, dirigida por Juan Ibáñez (Un alma pura, La cámara del terror) en 1967.

No es extraño que Chávez dedicara parte de su vida a la actuación, después de todo estudió teatro en la Escuela Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes y posteriormente en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su debut cinematográfico llegó, precisamente, de la mano de Juan Ibáñez en la película antes nombrada. El director volvería a ponerlo frente a la cámara en 1971 para el largometraje La generala, donde el compositor compartió pantalla con María Félix y Eric del Castillo, y en 1980 como uno de los protagonistas de A fuego lento.

A lo largo de su vida el cantautor participó en más de una de decena de largometrajes y cortos, entre los que se encuentran títulos como Santa (1969), Las cadenas del mal (1970), María de mi corazón (1979), Piedras verdes (2001) o el documental El Grito (1968), el cual fue restaurado recientemente por la Filmoteca de la UNAM.

Más allá de su aparición en Los Caifanes, probablemente los dos papeles más recordados de Chávez sean su intervención como “El Dedos” en el segmento La rebelde, de la antología El cuerpazo del delito (1970), donde junto a una banda de maleantes secuestra a Angélica María; y su interpretación como el cantante y luchador social Pedro J. González en la película biográfica Rompe el alba (1988).

“..esa cosa de las diferencias sociales, no lo deja a uno aventarse”

Los protagonistas de Los Caifanes son Paloma (Julissa) y su novio Jaime (Enrique Álvarez Félix), ambos se encuentran disfrutando de una fiesta junto a otros jóvenes de clase acomodada. Cuando deciden dejar el lugar y vagar por las calles de la Ciudad de México, el destino los une con el capitán Gato (Sergio Jiménez) y sus Caifanes (Eduardo López Rojas, Ernesto Gómez Cruz y Óscar Chávez).

Desde su estreno, el trabajo de Juan Ibáñez y su equipo fue arropado por la contracultura mexicana gracias a su poético relato de la juventud de aquellos años. Así lo destaca Virginia Medina Ávila, Doctora en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el texto Los caifanes, pensada desde el guión. A 50 años de su estreno para El ojo que piensa. Revista de cine iberoamericano editada por la Red de Investigadores de Cine y la Universidad de Guadalajara:

“Este filme se inscribe en una época de disidencias, donde las jóvenes en plena liberación sexual querían sobre todas las cosas ser la Maga: llevaban medias negras, fumaban Gitanes y empezaban a cocinar mal; además, portaban bajo el brazo, como una especie de amenaza, Rayuela de Julio Cortázar. Cuando la revolución como práctica abrigaba un deseo inconfesable de aventura y de heroísmo, donde los jóvenes intelectuales querían ser héroes como André Malraux o Lawrence de Arabia, vivir aventuras y tener un destino individual”.

Es un punto que también destaca Ricardo Pineda, periodista cultural y conductor del programa Aguas Negras de Radio UNAM, por Los Caifanes “al igual que cualquier otra obra que logra captar el estilo de su época, lo hace forma muy honesta y parcial. Son el espíritu de la época porque logran capturar esa cosa invisible, la esencia de aquellos años, es algo mucho más amplio. La película muestra muy bien la peligrosidad, el vértigo y la fascinación juvenil por la noche, independientemente de las clases sociales o a pesar de ellas.”

Este “zeitgeist” cultural se ve potenciado por la presencia de Óscar Chávez, como lo subraya la doctora Medina Ávila: “El logro particular de los creadores de Los caifanes consiste en un control magistral del tono, crean una historia cómica y, a la vez, conmovedora e, incluso, trágica; que deja a la cinematografía mexicana un personaje: el caifán, que aún sirve de sobrenombre al cantante Óscar Chávez, El Estilos”.

Pineda subraya la manera en que Chávez “encarna un personaje que viene a equilibrar los diferentes temperamentos del resto de los personajes, de las personas que habitan la historia. Es dueño de temperamento más tímido y sosegado, más místico, esto reviste a la historia de Los Caifanes de un halo más consistente”.

“Tenía el carisma suficiente como para jugar en dos canchas, no todos los músicos que llegan a la pantalla pueden resolverse de la misma forma. Se nota que le costaba un poco, no era 100% lo suyo, pero lo hace de forma muy decorosa gracias a ese carisma. El presentarse en vivo y cantar, ser un músico, es encarnar un personaje. Era un hombre con muchos fundamentos y armas a su favor, siempre lucía muy natural a cuadro. Oscar Chávez el músico es el que guía a Óscar Chávez el actor”, afirma el colaborador de Vice y añade:

“Es una película con un lugar muy parecido a Los olvidados (1950), en el sentido de que hay un retrato muy honesto de la juventud mexicana, independientemente de que los personajes no lucen tan jóvenes a cuadro. La esencia es plasmada con cierta crudeza, una mezcla de inocencia con vandalismo, también inocente, y una diversión casi poética, junto a una oscuridad muy lúdica y mexicana. Son el reflejo de una cultura subterránea, un enfrentamiento crudo con la calle que se siente de la manera más aterrizada posible.”

El trabajo de Ibáñez, que contó con un guión firmado por Carlos Fuentes y el propio director, presenta “un ecosistema de contracultura, marcado por lo bucólico y lo mexicano” que le ha permitido mantenerse vigente y en el que encaja muy bien la mística alrededor de Óscar Chávez, argumenta el conductor de Radio UNAM, a esto añade:

“La recuerdo y pienso en Los Tepetatles, Monsiváis, todos esos iconos de nuestra cultura que conservan un diálogo con otros personajes y protagonistas de la cultura mexicana, José Agustín y Octavio Paz, aun cuando Paz representaba la institucionalidad y estos eran sus antagonistas, los chicos malos. Es una película de ruptura y eso hace un eco muy especial en quienes la vean.”

“Es tan sólida que es un garbanzo de a libra, está presente en muchas otras películas de forma intrínseca. Aunque es una mirada idealizada a la Ciudad de México, la aborda de manera más honesta a como lo hacían otras películas anteriormente, hay una forma más cruda en sus personajes. Podría ser más agreste y violenta en un plano más real, pero eso es parte de su encanto: imaginar que puedes viajar por la Ciudad de México, con ese grupo de personas y hacer todo lo que hacen ellos”, concluye el especialista.

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