La igualdad es un derecho fundamental por el cual las mujeres han luchado históricamente para vivir una vida libre de violencia y de discriminación que garantice la libertad para desarrollarse, pensar y actuar como quieran, decidir sobre su cuerpo, acceder a espacios que les han sido negados, y la UNAM no está excluida de esta exigencia.
En los últimos años ha ocurrido un movimiento intenso de mujeres —alumnas, académicas y trabajadoras— para visibilizar diversas problemáticas y las autoridades han emprendido acciones que demuestran que la preocupación es compartida; han construido, en consenso, diálogo y escucha con la comunidad un andamiaje, una estructura para contar con un sistema de prevención, cuidado, atención, acceso a la justicia y restauración a quienes viven o han vivido violencia de género.
Así lo afirmaron, por separado, la titular de la Coordinación para la Igualdad de Género (CIGU), Tamara Martínez Ruiz; la defensora de los Derechos Universitarios, Igualdad y Atención a la Violencia de Género, Guadalupe Barrena Nájera; y la directora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), Marisa Belausteguigoitia Rius, con motivo del Día Internacional de la Mujer.
Prueba de los avances alcanzados son la creación de la CIGU, las reformas al Estatuto General para establecer, de manera explícita, que la violencia de género es causa especialmente grave de responsabilidad; las modificaciones al Reglamento del Tribunal Universitario, y los cambios al Estatuto de la Defensoría.
Sin embargo, las especialistas universitarias coincidieron en que aún falta más por hacer; los andamiajes deben probarse y realizarse acciones que permitan identificar y desmantelar prácticas desiguales, inequitativas o discriminatorias.
Un año de sumar voces y proyectos
La CIGU, comentó su titular Tamara Martínez Ruiz, cumple un año de haber sido creada a partir de la plena conciencia que hay en la institución de que la igualdad sustantiva de género es un tema prioritario en la agenda para el siglo XXI y un factor determinante para el desarrollo humano.
En estos meses se ha enfocado a sumar voces, proyectos, inquietudes, propuestas, investigaciones, experiencias; escuchar y establecer enlaces con los distintos sectores de la comunidad “porque es mucho lo que se ha hecho en la UNAM en términos de perspectiva de género”.
Esta instancia, continuó, revisó pliegos petitorios; participó en mesas de diálogo con escuelas y facultades, así como en la Comisión Especial de Igualdad de Género del Consejo Universitario; generó conversatorios con la comunidad estudiantil y académica, incluidas colectivas feministas y mujeres organizadas; efectuó reuniones con la red de comisiones internas de equidad de género e hizo diagnósticos para tener un panorama más certero de la realidad de esta institución en torno a la igualdad de género.
Asimismo, señaló que la CIGU no se encarga de la atención de la violencia de género; pero sí se centra en una de las acciones más importantes para erradicarla: la prevención.
La prevención está obligatoriamente ligada con la atención. Por esta razón, la coordinación se vincula, de manera muy cercana, con la nueva estructura de la Defensoría de los Derechos Universitarios para la Igualdad y Atención de la Violencia de Género.
“Sabemos que la UNAM es un referente no sólo en México sino en todo el continente, por lo cual los avances que aquí podamos lograr serán un elemento positivo en la transformación de nuestras sociedades.”
Independencia en las investigaciones
La defensora de los Derechos Universitarios, Igualdad y Atención a la Violencia de Género, Guadalupe Barrena Nájera, explicó: las modificaciones que el Consejo Universitario efectuó al marco jurídico son “una amplia paleta de herramientas” para atender los casos de violencia de género.
A esta instancia, creada en 1985 como Defensoría de los Derechos Universitarios, se le han dado nuevas facultades y apellidos muy importantes: “Igualdad y Atención a la Violencia de Género. Y lo esencial de esta transformación, que significa un avance en la atención de los casos de violencia de género, es la independencia estructural de la defensoría”, remarcó.
Ahora cuenta con la Unidad para la Atención de Denuncias, la cual asesora a quienes han vivido hechos de violencia, se reúne información de sus casos para presentarlos ante las autoridades. Además, ha integrado psicólogas y trabajadoras sociales con el objetivo de ofrecer una atención integral.
Como tercer interesado, la defensoría observa el desarrollo de los procedimientos disciplinarios, informa a las y los promoventes las sanciones que se aplican a las personas señaladas como agresoras, lo que da transparencia al manejo de los asuntos.
“Es muy importante la confianza entre la comunidad, que sepan que todas las relaciones con la defensoría son confidenciales. Hasta que el asunto no está listo para mandarse a la autoridad, nadie se entera de que está aquí con nosotros”, agregó Barrena Nájera.
De igual forma, por primera vez atiende quejas de personal administrativo, pues antes sólo recibía asuntos de alumnas, alumnos y personal académico; además, puede resolver los conflictos con procedimientos alternativos —justicia restaurativa—.
Para la también doctora en Derechos Humanos los actos de violencia de género están conectados con la vida universitaria, pues impactan en el cumplimiento de las funciones sustantivas de docencia, investigación y difusión de la cultura, “que no se pueden satisfacer exitosamente si no se respeta la diversidad humana”.
En la UNAM “vamos avanzando, pero todavía nos queda un gran trecho por recorrer. Acercarse a la defensoría a pedir una orientación, presentar una queja, tener información de los procedimientos, son actos de corresponsabilidad que contribuyen a resolver su situación particular, pero también aportan a mejorar la vida universitaria”.
Espacio solidario y de cuidado
Para Marisa Belausteguigoitia Rius, directora del CIEG, todos los cambios normativos señalados han construido un andamiaje, una estructura para que la Universidad Nacional cuente con un sistema de sumo cuidado, de acceso a la justicia y de restauración a quienes viven violencia de género.
“Contamos con una de las mejores estructuras contra el hostigamiento y el acoso, y ahora tenemos que probarlo. También tenemos una agenda de género de primer nivel, pero eso no quiere decir que no tengamos problemas”, expresó.
La también profesora de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras recordó que en el último año y cinco meses la vida universitaria sufrió interrupciones radicales, pero se logró crear una sinergia entre estudiantes, autoridades y funcionarios que posibilitó implementar procesos claros para atender las exigencias de las alumnas que sufren acoso en sus casas, trabajo, transporte, y demandan que la UNAM sea un espacio de cobijo, protección, crítica y expansión del pensamiento creativo.
“Nos estamos transformando, es un proceso largo pero que vivimos con la solidaridad, creatividad, el pensamiento crítico y el trabajo con las urgencias sociales que nos caracterizan. Hemos entendido y estamos todos comprometidos en que la Universidad debe ser un ámbito de cuidado y formación.”
Asimismo, destacó el papel que las mujeres organizadas y colectivos desempeñaron para crear este andamiaje institucional y refrendar que la Universidad debe ser un espacio de solidaridad, de cuidado.
“Estamos en proceso de ser totalmente diferentes, hay un porvenir de cuidado de las chicas y el compromiso de actuar en lo colectivo”. Aun en la pandemia, se sigue trabajando en un ambiente creativo, productivo en la construcción de asignaturas transversales, talleres, campañas, actividades artísticas y pedagógicas. “Así es como llegamos a este 8 de marzo”, concluyó.