Plaguicidas y salud, una historia en constante evolución

Pueden desencadenar efectos tóxicos en las células con alto metabolismo; causar enfermedades en riñones, cerebro o efectos nocivos en embriones en desarrollo

Frente al deterioro medioambiental, una definición inaplazable: los plaguicidas son sustancias químicas ajenas a la naturaleza.

“Esas moléculas no forman parte de la biosfera. Los primeros compuestos sintetizados se usaron con fines bélicos en las guerras mundiales del siglo XX, pero ponderaron sus efectos herbicidas y se aplicaron para combatir plagas de hierbas y de insectos en los cultivos”, señaló Regina Montero Montoya, investigadora del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM. Más tarde, se empezaron a desarrollar nuevas moléculas para combatir a la fauna nociva, causante de enormes pérdidas a los agricultores.

Sin embargo, a mediados del siglo pasado, la bióloga Rachel Carson dedicada al cuidado de los parques nacionales de Estados Unidos, empezó a notar que el cascarón de los huevos de las aves se quebraba y se perdían las crías. Documentó el fenómeno en su libro La primavera silenciosa donde advirtió los efectos colaterales de los plaguicidas y la necesidad de restringir su uso, pues consideró que eran compuestos altamente peligrosos.

02m23s Esa advertencia levantó gran polémica. Trataron de desprestigiarla pero su libro alentó el movimiento ecologista. Detrás de Rachel Carson otros investigadores siguieron su camino y encontraron residuos de estos compuestos en el aire y en los ríos o acumulados en el suelo con efectos nocivos en la fauna silvestre; es decir desde insectos hasta mamíferos, pasando por aves, reptiles y anfibios.

Los efectos también se advierten en los seres humanos puesto que también es un ser vivo con órganos, sistemas y el mismo funcionamiento de los organismos vivos pues forma parte de la biosfera de la Tierra.

De manera que si estos compuestos estaban afectando sistemas fundamentales en los animales, era cuestión de tiempo para empezar a ver sus efectos en humanos; además los humanos se alimentan con los productos del campo fumigados, y muchas personas viven en las áreas donde se están viendo los efectos de los plaguicidas.

Fue hasta finales del siglo XX que se empezó a reconocer el daño que producen ya que, contrario a lo que decían los fabricantes, no son específicos de una especie. Si los plaguicidas matan ratas, también conejos, ardillas y otros animales. Si matan plaga de langosta, también chapulines, abejas, mariposa, etcétera, diversas especies de insectos benéficos.

Los plaguicidas causan daño en las células de los mecanismos de respiración, de síntesis de proteínas, de transporte a través de membranas de las células, funciones comunes de todos los seres vivos. “De tal forma que si un compuesto afecta una célula vegetal puede afectar todas las células vegetales, no sólo el de una hierba mala. Si otro daña una célula animal, afectará a todas las células animales. Ahora se puede entender, pero las industrias insisten en defender sus productos y argumentan que su efecto es específico, cosa que no corresponde con la realidad”.

Una vez esparcidos en el ambiente, el tiempo se encarga de demostrar que no es así. El fenómeno se vio primero con los plaguicidas organofosforados y organoclorados, los primeros en usarse a gran escala, cuya característica particular es que una vez esparcidas en el ambiente permanecen por años.

El DDT, por ejemplo, una vez prohibido a mediados del siglo pasado en Estados Unidos y afínales del siglo pasado en México, se puede encontrar aún en aquellos sitios donde fue usado intensamente.

De esa manera entran en la cadena trófica. Por ejemplo, si llegan a los cuerpos de agua y se incorporan a los peces, otros organismos los comen y en cada nivel trófico se van bioacumulando más. De tal manera que en ballenas y delfines encontramos más cantidad de estos compuestos, pero en el ser humano también en el tejido graso.

Ahí se acumulan, pero no permanecen estáticos sino que se movilizan. Cuando esto sucede, desencadenan su efecto tóxico en las células con alto metabolismo, por ejemplo, y causar enfermedades en riñones, cerebro o provocar efectos nocivos en embriones en desarrollo.

Durante el siglo pasado se estudió el efecto cancerígeno, recordó la especialista del Departamento Medicina Genómica y Toxicología Ambiental. “La mayoría de los estudios estaban enfocados al cáncer porque se incrementó enormemente a medida que se empezaron a usar estos compuestos y aumentó la industrialización. Después de estudios para analizar los mecanismos que causan daño y muerte a los organismos, se ha ido entendiendo que los plaguicidas no sólo producen cáncer, también pueden afectar el desarrollo de un embrión o inhibir la maduración de órganos. Asimismo, detener el crecimiento de un hueso o la maduración del sistema nervioso y de ese modo impedir la adquisición de conocimiento”.

Esos procesos se han documentado. En principio, los efectos de los plaguicidas acumulables en el ambiente. Después las nuevas moléculas, como los piretroides y los carbamatos, perturbadores del funcionamiento del sistema nervioso y el cerebro, ya que el fin de cada nueva molécula es eliminar plagas. Cada una de estas nuevas moléculas mata de diferente manera. Por esa razón es que hay que tener cuidado con los plaguicidas y, de ser posible, no usarlos.

Como se sabe, añadió Montero Montoya, en México se usó de manera intensa el DDT en toda la república para combatir no sólo las plagas agrícolas sino también vectores que transmiten enfermedades como el mosco del paludismo o del dengue, entre otros.

Ese uso era positivo porque en México se lograron erradicar enfermedades transmitidas por vectores; sin embargo, los compuestos permanecen aunque no se saben las cifras de cuántas generaciones estuvieron expuestas, qué pasó con sus hijos, cuántos de sus hijos tuvieron problemas de desarrollo, físicos o de retraso mental.

Por lo pronto habrá que estudiarlos y concluir a posteriori que las malformaciones y las enfermedades podrían ser causadas por plaguicidas. De ahí que sean necesarias campañas informativas para que se dejen de usar y se utilice agroecología ya que con este método ancestral es posible combatir de otra manera hongos, plagas de insectos y mamíferos en los cultivos.

Es pertinente advertir que los plaguicidas no sólo combaten plagas sino también microorganismos del suelo. Tales microorganismos permiten el intercambio de gases y la entrada de agua con lo que el suelo se mantiene fértil. Los compuestos químicos matan a estos microorganismos provocando la esterilidad del terreno.

Falta comprobar, comentó la investigadora, si los cultivos transgénicos son más nutritivos En casos Producen más maíz, al haber más mazorcas pero están en cuestión si esas mazorcas sea más nutritivas que el maíz tradicional. Hay estudios que lo niegan y que por el contrario, tienen menos nutrientes. Todas estas mentiras con las que han estado vendiendo sus cultivos, de que van a remediar el hambre mundial no es verdad; por el contrario han impuesto un grave problema ecológico en todos los países donde se establece las empresas productoras de plaguicidas.

En la península de Yucatán el uso intensivo de insecticidas ha afectado a las poblaciones de abejas. Los apicultores de Yucatán pretenden retirarlos y lo han logrado hasta cierto punto. Sin embargo, los insecticidas también pueden tener el efecto de no sólo matar a la plaga de insectos sino a especies útiles que además polinizan a otras plantas. Eso representa un problema.

Actualmente la comunidad internacional cuenta con el apoyo de la Environmental Proteccion Agency (EPA, por sus siglas en inglés) un organismo que se fundó a raíz del movimiento de Rachel Carson, pero el combate de las empresas contra los estudios de la EPA han sido muy fuertes, se han atrevido, incluso, a pedirle a los investigadores que muestren sus bitácoras y desprestigiarlos porque la relación que han encontrado entre daño a las especies y el uso de estos compuestos eran estadísticas.

Finalmente, la investigadora alertó a tener cuidado con estos químicos. “Ha sido evidente el daño que causa que despertó temor en varias regiones del mundo. Causan tanto o más daño que la radiación y están libres en el ambiente y ase usan sin cuidado por lo que estamos sumergidos en un ambiente de compuestos químicos”.

“Debemos hacer consciencia de los riesgos y empezar todos, ciudadanos y autoridades a restringir, regular y constreñir el uso de los compuestos químicos y, sobre todo, tomar medidas seguras de la disposición final para que no tenga contacto con el ambiente, ya sean plaguicidas, residuos industriales, o metales al llegar al ambiente pueden causar daño a los seres vivos del planeta” finalizó.

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