POR UNA CULTURA DE PAZ: RESPETO A LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES

POR UNA CULTURA DE PAZ: RESPETO A LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES

Hace veinte años que nuestra máxima casa de estudios estableció el Premio Juana Ramírez de Asbaje, a fin de reconocer a las integrantes de nuestra comunidad que han trabajado para suprimir la desigualdad de género. Cuando lo propusimos con la Federación Mexicana de Universitarias, nunca imaginé que se me fuera a otorgar.

Siendo Sor Juana una “figura paradigmática, adelantada a su tiempo”,1 referente obligado de la “capacidad intelectual femenina y de la defensa de los derechos de su género”,2 la presea que lleva su nombre se entrega el 8 de marzo, Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional, propuesto en la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, realizada en la Ciudad de México en 1975 y declarado oficialmente en 1977.

Diversos acontecimientos de la lucha de las mujeres por sus derechos tuvieron lugar un 8 de marzo. En 1857, en Wyoming fueron reprimidas sufragistas que se habían unido a la lucha antiesclavista, y también en esta fecha hubo una de las muchas huelgas de las trabajadoras en Nueva York por sus derechos laborales, ya que tenían jornadas de 12 a 14 horas, ganaban la mitad que los hombres por el mismo trabajo y eran encerradas en las fábricas para que no dejaran de cumplir su extenuante jornada.

Fue en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, realizada en Copenhague en 1910, donde la alemana Clara Zetkin propuso que hubiera un día para recordar a estas luchadoras. Un año después inició la conmemoración en diversos países de Europa y ese mismo año murieron calcinadas 146 trabajadoras en el incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist en Nueva York, por estar cerradas las puertas y no haber escaleras para incendios.

También en Rusia hubo acontecimientos ligados al 8 de marzo, el 23 de febrero del calendario juliano, que en calendario gregoriano coincide con la fecha de los acontecimientos referidos, cuando mujeres hambrientas que pedían pan y paz, fueron masacradas en Petrogrado en 1917, marcó el inicio de la revolución proletaria.

En México las mujeres también han dado una larga lucha por cada uno de sus derechos. Al inicio de la vida independiente, una veintena de zacatecanas escribió al Congreso Constituyente de 1824 demandando participar; otro tanto hicieron 81 mujeres al Constituyente de 1857. Después de combatir en la Revolución, demandaron el voto a nivel local al Congreso Constituyente de 1917. Sin embargo, nuestro país fue de los últimos seis de América Latina en otorgar la ciudadanía plena a sus mujeres, hasta 1953, después de la Convención de Derechos Políticos de las Mujeres de las Naciones Unidas, poniendo en evidencia que no podía haber una democracia donde más de la mitad de la población no era ciudadana. No obstante, 70 años después, de 2,446 municipios sólo 522, el 21%, están encabezados por una mujer.

La lucha por los derechos laborales de la mujer inició desde el siglo XIX. Las saraperas de Puebla en 1884 y las cigarreras de la Ciudad de México tres años después demandaron mejores condiciones de trabajo. Las mujeres apoyaron la huelga minera de Cananea y participaron en la de Río Blanco. Al triunfo de la Revolución organizaron sendos congresos demandando a trabajo igual salario igual; sin embargo, hoy subsiste la brecha de género de un mínimo de 12 % de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

El derecho a la educación demandado por Sor Juana en el siglo XVII fue exigido al triunfo de la Revolución de Ayutla que en 1856 terminó con la era santanista, por ocho jovencitas que pidieron estudiar lo mismo que los niños y no sólo religión y labores mujeriles para dedicarse a los trabajos domésticos y ser buenas madres.

Al triunfo de la República se estableció la educación laica y mixta y después fueron maestras normalistas y muy poco a poco fueron ingresando a la Universidad. Sin embargo, a la primera médica, Matilde Montoya, se le obstaculizó ejercer como obstetra en Puebla, y a la primera abogada, María Sandoval, no se le permitió dedicarse al derecho penal por no ser propio de las mujeres.

Antes de la pandemia, en los baños de la Facultad de Ingeniería encontramos letreros con consignas de: “Agarren a las feminazis y violentas”, “Ingeniería es para hombres”, y el año pasado en la Facultad de Filosofía y Letras: “Muerte y violación a las terfas”, siglas en inglés contra feministas acusadas de transfóbicas, muestra trágica y palpable de lo que nos falta para construir una cultura de paz y de respeto a los derechos humanos, de igualdad sustantiva entre mujeres y hombres.

El feminismo es la doctrina social que busca que las mujeres tengan todos sus derechos como seres humanos. Originalmente, el término se aplicó a la enfermedad que padecía un hombre con características femeninas. Después se popularizó en Francia como la defensa de los derechos de las mujeres.

Se pueden distinguir cuatro olas feministas. La primera, del siglo XIX a la primera mitad del siglo XX, buscó los derechos civiles y políticos. La segunda, de los años 60, buscó acabar con la cultura patriarcal y luchó por la emancipación de la mujer, por sus derechos sexuales y reproductivos. En los 90 apoyó el derecho a la otredad, de la comunidad LGBTTI+. Y en la presente cuarta ola sigue la lucha por decidir sobre nuestro cuerpo; continúa la lucha por la despenalización del aborto, tema de salud pública y justicia social; por el fin del acoso sexual, la violencia y de los feminicidios. En nuestro país, de acuerdo con las cifras oficiales, en 2022, 3,754 mujeres fueron asesinadas y sólo el 23 % se investiga como feminicidio. De acuerdo con el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, en México se asesinan a 11 mujeres diario y sólo tres casos se investigan. Se abren carpetas de investigación que rara vez se cierran: prevalece la impunidad.

La violencia aumentó exponencialmente en la pandemia y no ha cesado. A esto hay que sumar a las mujeres desaparecidas y la trata.

Las feministas de toda la historia hemos luchado por hacer visibles a las mujeres, y ahora nos enfrentamos a que nuevamente se nos quiere borrar y reducirnos a nuestra capacidad reproductiva como personas gestantes.

Una de las características de nuestra Universidad, la Universidad histórica de México, es el compromiso social de sus integrantes. Por ello es que hoy que he te tenido la oportunidad de hacer uso de la palabra en este Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz quise recordar datos históricos que nos den luces para comprender nuestro presente y resolver los grandes retos que enfrentamos.

La difusión de la cultura en la sociedad es una tarea sustantiva de nuestra Universidad. He tenido la satisfacción de hacer el programa Temas de Nuestra Historia en Radio UNAM por 29 años, para difundir la historia que nos constituye como nación. Gracias a mi alma mater, a quien debo todo lo que soy, fundé y dirijo desde hace 12 años el Museo de la Mujer, primero de México y único en América Latina en hacer una revisión histórica con perspectiva de género, para dar a conocer la historia de las mujeres mexicanas. En él realizamos todo género de actividades culturales para contribuir a generar una nueva cultura de paz, de igualdad sustantiva entre mujeres y hombres.

Quiero concluir estas palabras recordando la afirmación del filósofo italiano Norberto Bobbio: “El mejor termómetro para medir el grado de civilización de los pueblos es ver la situación de sus mujeres”.

Muchas, muchas gracias por su atención.


1. “Acuerdo por el que se instituye el reconocimiento Juana Ramírez de Asbaje”, en Gaceta UNAM, núm. 3610, 17 de febrero de 2003, p. 21.
2. Idem.

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