Porque amar como amamos y ser como somos, está bien

Lo personal es político, dice una de las consignas que, desde los feminismos, alientan las luchas de quienes debemos conquistar nuestros derechos. En el caso de la comunidad LGBTIQ+, el derecho de crear un hogar con la persona amada: una unión que escapa de lo heteronormativo.

¿Qué es la heteronorma? Es el conjunto de relaciones de poder desde las cuales la sexualidad se normaliza y se reglamenta, de tal forma que la heterosexualidad se institucionaliza y se equipara con lo humano. En la mayoría de nuestras sociedades occidentales, aquello que escapa de la norma se considera anormal o monstruoso, algo de lo que hay que escapar o evitar.

Desmontar la heteronorma implica aceptar la diversidad que compone la identidad de todas y cada una de las personas, pues nadie es el mismo todos los días. Todas, todos, todes tenemos un amplio espectro que conforma nuestra identidad: emociones, sensaciones, gustos, intereses, expresiones, formas de amar y de relacionarnos que no son nunca estáticas ni inmutables.

Cuando escapar de la heteronorma se vuelve un peligro de muerte

Todavía en 69 países del mundo es ilegal ser homosexual, y en muchos de ellos también se criminalizan expresiones de género que no encajan en la heteronorma, como el ser transgénero. En naciones como Qatar, sede del próximo mundial de futbol varonil, la homosexualidad se castiga con uno o tres años de prisión, flagelación o pena de muerte.

Recientemente, en nuestro país el Senado aprobó la prohibición de las llamadas terapias de conversión. En la propuesta, que se encuentra actualmente en revisión y análisis de la Cámara de Diputados, se propone una pena de hasta 12 años de cárcel a quien las realice.

Legislar sobre la prohibición de las terapias de conversión implica que, como sociedad, debemos de hacer un ejercicio de reconocimiento de lo que consideramos anormal y monstruoso, pues con frecuencia es en el seno de las familias donde se origina el rechazo, el temor por “el qué dirán”, el deseo de ocultar la orientación sexual de quien se ha salido de la heteronorma y, en muchos casos, se le obliga a acudir a uno de estos lugares donde se realizan terapias de conversión, lo cual genera un impacto fortísimo en la salud psicoemocional de la persona.

En la Primera Consulta Universitaria sobre Condiciones de Igualdad de Género de la Comunidad LGBTIQ+ en la UNAM, publicada en junio de este año, se reveló que 17 por ciento de las personas participantes en la encuesta declararon haber experimentado, como resultado de la discriminación ocurrida en la Universidad deseos de dejar de vivir. Esto nos habla del impacto que puede tener el rechazo y el acoso que vive la comunidad LGBTIQ+ en la familia y en los espacios educativos.

Conquistar el matrimonio igualitario: un gran paso, pero no es suficiente

Es necesario resaltar que no todas las personas de la comunidad LGBTIQ+ desean legalizar la unión con sus parejas, así como no todas las personas heterosexuales buscan hacerlo. Sin embargo, los derechos no deben ser excluyentes por ningún motivo.

El pasado 26 de octubre, Tamaulipas se convirtió en el estado número 32 en aprobar la unión entre personas del mismo sexo, con lo cual, en la totalidad del país, las personas sexo género diversas que deseen formalizar la unión civil en matrimonio, podrán hacerlo. Se trata de un paso importantísimo hacia el reconocimiento de todas las parejas, que da amparo legal y certeza jurídica en temas tan relevantes como la construcción de un patrimonio común, el poder heredar los bienes, solicitar créditos de vivienda, la adopción homoparental y el derecho a la salud.

No obstante, todavía falta mucho camino por recorrer; aún falta avanzar en la aprobación de las leyes de identidad de género, para las personas transexuales, el reconocimiento de las personas intersexuales y también de aquellas que no viven su vida desde ningún género, pero que son obligadas a definirse dentro de uno solamente: hombre o mujer.

Así, podemos ampliar la noción de heteronorma a heterocisnorma. Vayamos por partes: primero sería necesario aclarar que la palabra “cisgénero” refiere a una persona cuya identidad de género y sexo asignado, al nacer continúan sin cambios. Entonces, al hablar de heterocisnorma nos referimos al conjunto de relaciones de poder que naturalizan y normalizan la idea de que ser “heterosexual” y “cisgénero” es lo deseable social, moral, incluso científicamente. Se refiere a la convicción de que todos deben alinearse con los roles de género convencionales, que se han establecido como binarios e inamovibles.

Más allá de la heterocisnorma: existimos y contamos historias

Las personas sexo género diversas siempre hemos existido. Si hemos estado en menor presencia y representación en todo formato de registro, o si hemos sido narradxs desde lugares no favorables, es justo a razón de la estructura heteronormada y patriarcal que determina la (su) narrativa para contarnos cómo debe ser la sociedad. Las personas no heterosexuales somos seres que desean vivir plenamente, no ser agredidos, ser valorados, poder amar a quien deseamos.

Si en la actualidad somos más visibles, y parece que somos muchxs, es en realidad un reflejo de que hoy en día podemos narrarnos y difundir nuestras historias contadas por nosotrxs mismxs; si estamos consiguiendo avanzar en la lucha por nuestros derechos humanos es porque ya no nos pensamos solxs y, a partir de ahí, nuestra existencia, que más parece resistencia, comienza a tener un panorama distinto: parece ser que estas victorias nos acercan a disidentes sexo género y a nuestras familias a vivir sin miedo, a tener la tranquilidad de que todo estará bien. Porque amar como amamos y ser como somos, está bien.

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