QUETZALCÓATL-PROMETEO: DOS ALEGORÍAS PARA LA CIENCIA


Al transitar por Ciudad Universitaria y observar las imágenes que habitan sus muros, podría causarnos sorpresa encontrar elementos tan dispares como un jaguar en pleno salto, una balsa en forma de serpiente, una entidad femenina de color azul o un modelo atómico que flota radiante. Aquellas imágenes parecen decirnos poco o nada a nosotros como espectadores contemporáneos. Sin embargo, si aguzamos la mirada, nos cuestionamos ante ellas y seguimos sus pistas, podríamos encontrar historias y significados por demás interesantes, pues la historia de la Universidad también es la historia de sus murales.

En 1950 el arquitecto Carlos Lazo, gerente general de obras de Ciudad Universitaria, planteó la construcción del nuevo campus universitario como un problema de planificación integral entre la arquitectura y las artes plásticas. Bajo la dirección de los arquitectos Mario Pani y Enrique del Moral, decenas de arquitectos, pintores y escultores trabajarían en presunta consonancia para culminar la titánica tarea de construcción que suponía el levantamiento de una nueva ciudad dentro de un paraje de piedra volcánica y vegetación endémica. La construcción de la Facultad de Ciencias estuvo a cargo de los arquitectos Raúl Cacho, Eugenio Peschard y Félix Sánchez. Es así que en 1952, José Chávez Morado fue comisionado para la realización de tres murales: El retorno de Quetzalcóatl, La conquista de la energía y La ciencia y el trabajo. En esta ocasión nos ocuparemos de los dos primeros.

El mural El retorno de Quetzalcóatl se encuentra situado en el muro sur de la biblioteca de la antigua Facultad de Ciencias. Para su realización se optó por la técnica de mosaico veneciano –o mosaico vidriado– ya que éste material resistiría la intemperie. Cabe mencionar que el mural se encontraba en un espacio abierto, en el cual se podía ver a distancia dando el efecto óptico de que la balsa realmente flotaba. Lamentablemente, con las modificaciones arquitectónicas realizadas a través de los años, esto se ha perdido.

En la imagen vemos una balsa con forma de serpiente emplumada que transporta diferentes líderes espirituales de civilizaciones antiguas provenientes de todas partes del mundo. En primer plano, vemos a un hombre con piel de color rojo, se trata de Quetzalcóatl en su advocación de Ehécatl, dios del viento. La figura se muestra con el brazo extendido marcando el rumbo hacia el Oriente. Tras la balsa se divisa una pirámide atravesada por una espada y una lanza, el resto del fondo se encuentra envuelto en llamas. Este retorno de Quetzalcóatl nos habla del regreso de la cultura prehispánica, pero en compañía de otros avatares que enriquecerán el porvenir de toda la humanidad.

Está documentado que Carlos Lazo estableció condiciones generales para las temáticas y lineamientos de los murales que se realizarían dentro de Ciudad Universitaria. Dentro de ellos se proponía plasmar expresiones simbólicas que realzaran la labor de la Universidad de insertar a la nación mexicana dentro de un ámbito global. El retorno de Quetzalcóatl parece cumplir con estas características. La exposición simbólica en este mural representa a la humanidad con un carácter universal que recuerda mucho la idea de raza cósmica que profesaba José Vasconcelos en los años 20 del siglo pasado. A muy grandes rasgos, Vasconcelos pensaba que en América Latina se efectuaría la fusión de todas las razas, donde se iniciaría una nueva era universal de armonía entre toda la humanidad. En el mural, esta idea está indicada por la balsa en forma de serpiente que transporta a los personajes ya mencionados. Además, esta idea se refuerza con la gama cromática dentro del mismo mural, ya que cada figura tiene el color con el que se representa a cada raza de manera estereotípica. La balsa de Quetzalcóatl parece transportar a la humanidad a una utopía donde la destrucción y la guerra han quedado atrás.

El retorno de Quetzalcóatl (ca. 1952), José Chávez Morado.

Por otra parte, con un lugar privilegiado para su visibilidad, el mural La conquista de la energía se ubica en el muro sur del Auditorio Alfonso Caso, el cual también fue realizado con la técnica del mosaico vidriado. Al igual que en El retorno de Quetzalcóatl, Chávez Morado siguió esta misma idea de exposición simbólica por medio de alegorías. A manera de una procesión, vemos en un primer panel a tres hombres agachados y escondidos tras un árbol seco siendo acechados por un jaguar, mientras un gran esqueleto los cubre con un manto oscuro. En la siguiente escena un hombre vestido con una piel de animal toma el fuego de una gran llamarada, tras él una procesión de hombres cada vez más erguidos pasan el fuego de mano en mano. Posteriormente, una mujer vestida de rojo sostiene entre sus brazos a un hombre moribundo, sobre ellos un átomo emite su radiación. Para finalizar, una figura femenina de color azul, representando a la energía conquistada, se lleva flotando al hombre que yacía en el suelo. El árbol seco del indio ahora tiene frutos que simbolizan el conocimiento.

Estamos ante un mural complejo en su simbología y analizar cada uno de los elementos sobrepasaría los límites de este texto. A grandes rasgos, podemos decir que Chávez Morado nos presenta una alegoría que alude a una adaptación moderna del mito de Prometeo, es decir, sobre como el fuego robado a los dioses y dado a los hombres conducirá a la humanidad al progreso y a la obtención del conocimiento. El giro de trama que Chávez Morado introduce es la incorporación del átomo y la energía atómica, un tema discutido durante la época de la construcción de Ciudad Universitaria.

Por otro lado, aproximadamente en esos años, el arqueólogo Alfonso Caso nos habla de que Quetzalcóatl es el Prometeo mexicano, equiparando a estas dos figuras por los beneficios que trajeron a la humanidad en sus respectivos mitos. Esta idea fue posiblemente retomada por Chávez y plasmada en los murales que hemos analizado. Para acentuar esta idea, dentro del mismo conjunto de Ciencias se encontraba la conocida “Plaza del Prometeo”, en la que se erigía una gran escultura de ésta figura mítica, realizada por el escultor Rodrigo Arenas Betancourt, la cual ahora se encuentra en las nuevas instalaciones de la Facultad de Ciencias.

José Chávez Morado afirmaba en algunas entrevistas que a partir de los símbolos era posible lanzar proyectiles críticos que rebotarían en el presente. Quizás en estos dos murales no son tan obvias estas críticas –como sí lo serían en el tercer mural La ciencia y el trabajo, el cual merece un análisis aparte. Los dos murales aquí analizados están unidos por su carga simbólica al retomar dos mitos que en la época de Chávez Morado se emparentaron. En Ciudad Universitaria se entreteje una compleja trama de poder por parte del Estado y los involucrados en el proyecto. Por medio del discurso pictórico se trató de imponer una ideología sobre el desarrollo científico y la energía nuclear muy ligado a la posguerra; un discurso que trataba de erradicar la creencia de los efectos negativos de esta fuente de energía y así convencer de que era la ruta correcta hacia el progreso de la humanidad.

La conquista de la energía (1952-1953), José Chávez Morado. Foto: Juan Antonio López.
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