Atender a la familia debe ser remunerado

Reconocer, reducir y redistribuir claves para empoderar a la mujer

El cuidado es un derecho humano, un bien público de la sociedad.

Luego de la pandemia que se ha convertido en parte de la vida cotidiana, las naciones pueden salir adelante al reconocer, reducir y redistribuir el trabajo no remunerado, consideró Alicia Girón González, titular del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África (PUEAA).

Estas 3R son parte de las recomendaciones de la ONU para empoderar a las mujeres, entre las que destacan: erradicar normas adversas y promover modelos positivos de roles; reforzar las leyes y evitar la discriminación; posibilitar el desarrollo de activos digitales para las mujeres; mejorar el empleo; cambiar la cultura y la práctica empresarial; garantizar las buenas prácticas de contratación, explicó la economista.

Además, al revisar las brechas de género, considerando el Global Gender Gap, impulsado por el Fondo Monetario Internacional, “nos damos cuenta de que México y la India dedicamos muchísimas horas al cuidado. Si bien se hace por cariño, afecto o porque es mi responsabilidad, no reconocer la importancia del tema definitivamente crea un problema económico”, señaló.

En el marco del seminario Cuidados para la vida y el bien común, realizado por el Centro de Ciencias de la Complejidad, la investigadora destacó que hacia 2007 y 2008, la Secretaría General de la Organización de Naciones Unidas para el Empoderamiento de la Mujer ha enfatizado que si atender a la familia fuera remunerado, ayudaría a salir adelante en una crisis como la que hoy se vive.

En su charla Cuidado, Género, Globalización y Desarrollo: Cuidados y una nueva ética para una nueva era, la especialista precisó que reconocer los beneficios e importancia de ocuparse de los otros forma parte de las buenas prácticas económicas para alcanzar los objetivos del 2030.

A pesar de que se piensa en la economía como una materia que sólo ve las relaciones monetarias, para esta ciencia uno de los temas principales es la asistencia a la familia, donde la mujer no es únicamente importante por la reproducción de la fuerza de trabajo, sino por lo que ofrece a la nación, explicó.

En la actualidad, atender el hogar, los hijos o los adultos mayores no se considera como un trabajo ni tiene una remuneración fija, por ello, las mujeres que lo realizan no tienen ni tendrán alguna pensión, créditos para comprar útiles y uniformes de los niños, y cuando reciben algún apoyo prefieren usarlo para montar un pequeño negocio informal, claro está, detalló la economista.

Se ha visto, agregó, que gran parte de las mujeres migrantes que viajan a Estados Unidos o Europa se dedican principalmente a encargarse de otros, es decir, dejan de atender a su familia, para hacerlo con quienes les ofrecen un ingreso económico por realizar esta labor.

La experta del Instituto de Investigaciones Económicas aclaró que el cuidado es un derecho humano, un bien público de la sociedad y a favor de ella, por lo cual debe ser parte de la política pública. El financiamiento para este trabajo debe ser, por lo tanto, un renglón prioritario del gasto público de las naciones.

De ahí que la ONU ha priorizado el tema a través de la Agenda 2030, como uno de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, pero cuando se presentó la pandemia por la Covid-19, adquirió mayor presencia, reflexionó.

Girón González agregó que desde hace mucho tiempo la mujer es relegada al concepto de reproductora social, pese a que es una función clave pues, económicamente hablando, es decir, no sólo preserva biológicamente la especie, sino que perpetúa los conceptos culturales y de intercambio en una estructura condicionada por los recursos naturales y las condiciones entre la clase social y la ideología.

Recordó que en el tiempo que transcurrió entre las dos guerras mundiales, se dio una revolución tecnológica en el hogar debido a que en tiempos de conflicto se requirieron los brazos de las mujeres en el sistema de producción. Es el tiempo en el que aparecen la plancha eléctrica y la lavadora en los hogares, se pasó de usar el keroseno al gas o energía eléctrica y hasta los microondas; todas estas tecnologías permitieron la entrada femenina a la fuerza laboral.

Estos cambios hacen más visible el papel de la mujer en la creación, la distribución y el consumo de la riqueza de la sociedad y cualquier política transformadora que quiera afrontar los problemas que hoy amenazan a nuestro mundo globalizado. Por ello, se han de tener forzosamente en cuenta las aportaciones de las mujeres al sostenimiento de la vida y de las relaciones interpersonales, argumentó.

“Pasamos de un régimen de ganancias en el sector productivo, a uno de acumulación financiera, es decir, gran parte de lo que se va desdibujando es que desaparece la banca de desarrollo, para dar paso a la creación del microcrédito y la idea de que hay que empoderar a las mujeres, pues es mejor que se vuelvan mini o pequeñas empresarias”, finalizó.

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