Reconocimiento al mérito en enfermería a Rosa Amarilis Zárate
De madre enfermera y abuela partera, decidió su vida personal y profesional al ver cómo ellas ayudaban a otros
Representa para ella una distinción a la Universidad y al trabajo de la ENEO, y, sobre todo, una gran responsabilidad. “Da gusto que tu comunidad, el gremio y quienes están al frente del Consejo de Salubridad te reconozcan. Es un gozo por la enfermería, la entidad, la persona que da nombre al premio y por el compromiso que esto significa para continuar con este proyecto”.
La ceremonia de entrega se realizó en las instalaciones del Consejo de Salubridad General, en ocasión del Día Nacional de la Enfermería, en donde egresados de la ENEO también fueron galardonados: Erick Alberto Landeros Olvera, con el Premio María Guadalupe Cerisola Salcido, por investigación; y el Premio María Suárez Vázquez para Claudia Leija Hernández, por aportaciones en la mejora de la calidad de los servicios de salud en las unidades hospitalarias del Sistema Nacional de Salud.
Para obtener el reconocimiento que se otorga a partir de 2008, la universitaria fue postulada por alumnos y profesores de la propia entidad, el Colegio Mexicano de Licenciados en Enfermería y directivos del área de los institutos nacionales de salud. Se trata, dijo en entrevista, de una distinción nacional importante para enfermeras líderes, cuyas contribuciones están enfocadas en la atención y la formación de los futuros profesionales de la especialidad, así como el desarrollo de instituciones, en este caso de la ENEO.
La comunidad de la Escuela, abundó, debe saber que está dirigida por una persona que tiene un gran compromiso universitario, que liderar sueños también tiene una recompensa. “Para los jóvenes, el premio debe ser una visión de futuro y deben pensar que ellos pueden llegar a ese escenario. Creo que también es un estímulo para ellos, una motivación para ser cada día mejores y saber que sí se puede”.
Más de tres décadas de servicio
Rosa Amarilis Zárate Grajales estudió en la ENEO cuando la entidad universitaria se ubicaba en la Antigua Escuela de Medicina, en el Centro Histórico. Decidió cursar esa carrera porque “me interesaba el campo de la salud, no tenía claro si en farmacología o biología, al final me decidí por enfermería”.
Su vocación también viene de una tradición familiar, porque su madre trabajó durante años como enfermera y su abuela fue partera; ver de manera tan cercana cómo ellas ayudaban a otros “marcó mi decisión de vida y profesional”.
La galardonada resaltó que el premio lleva el nombre de Graciela Arroyo de Cordero (1934-2005), quien fue directora de la Escuela de 1987 a 1995. Además, fue su maestra en el primer año de la carrera e influyó en su vida. “Fue ella quien me invitó a trabajar y formar parte de la academia. Ése fue un momento importante; voy a cumplir 31 años de servicio en la UNAM.
En su trayectoria, la universitaria acumula numerosas vivencias “buenas y malas”, anécdotas con pacientes o con estudiantes, a quienes “me he encontrado en los hospitales o centros de salud y se acercan para decirme que fui su maestra, que recuerdan cómo les enseñé a que un niño deje de llorar, a tocar a una persona que está a punto de morir o acercarse a su familia”.
Hoy más que nunca debido a la pandemia, es indiscutible la importancia de la enfermería como práctica profesional, disciplina científica y profesión cercana a las necesidades de la sociedad, recalcó.
A futuro viene un trabajo intenso y de mayor compromiso: “Lo que hacemos lo estamos haciendo bien, pero ahora hay que hacerlo mejor por convicción universitaria; ese compromiso está en pie”.