Sabor a mentha artificial

Reflexión coreográfica sobre la construcción de una nueva masculinidad

El montaje de Daniel Luis Montiel se presentará en el CCU. Foto: cortesía Daniel Luis Montiel.
Una reflexión sobre las nuevas masculinidades en México, desde diversas perspectivas, llevaron al coreógrafo poblano Daniel Luis Montiel, mejor conocido como Daniel Luis, a crear la coreografía Sabor a mentha artificial, una propuesta en la que cuatro cuerpos en movimiento representan sensaciones que evocan la libertad y el abandono.

“La puesta en escena es una experiencia dinámica, sensible y transformadora, en la que los cuatro cuerpos que participan juegan y construyen sus propias identidades. En el escenario, sólo hay una puerta y una planta, mientras que la música, compuesta por Eusebio Sánchez, es interpretada en vivo por el percusionista David Cortez”, explicó el creador radicado en Monterrey.

Utilizando recursos lumínicos y escenográficos mínimos, monta cuatro coreografías divididas en cinco módulos lumínicos, a partir de los cuales se crea una experiencia visual en torno al color verde y a la luz artificial.

“La narrativa del montaje se basa en lo que sucede en la vida nocturna de las grandes ciudades, representada a partir de diversos estímulos visuales que acompañan la ejecución de los bailarines”, comentó Daniel Luis.

Esta pieza fue comisionada y producida por el Laboratorio de Danza Contemporánea de la Universidad Autónoma de Nuevo León en 2021, y toma como base un discurso sobre aquellas identidades que se ubican en la periferia de la heteronormatividad. Será la primera vez que se presente en Ciudad de México.

Daniel Luis estudió la licenciatura en Danza Contemporánea en la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey. Continuó su preparación en Estados Unidos, Alemania y Bélgica; ha colaborado con coreógrafos como Edgar Zendejas, y Judith Téllez, además de la compañía Zullo/Raw Movement, dirigida por John Zullo en Nueva York. Forma parte de las compañías Expectante, dirigida por Areli Morán, y Sunny Savoy.

El trabajo del coreógrafo se sitúa en el cruce entre danza, pensamiento y experiencia personal. Esto lo concreta mediante procesos de creación colaborativa y metodologías interdisciplinarias. Temáticamente, su interés radica en la reflexión sobre la identidad, el género, la vulnerabilidad y el entorno social, adoptando una perspectiva crítica y diversa.

“La pieza surgió a partir de un cuestionamiento de mi propia masculinidad y de los códigos sociales que construyen a cada hombre desde la diversidad. Considero que la mayoría en la comunidad no se da cuenta de lo difícil que es comunicarse unos con otros; la pieza reflexiona sobre cuán profundamente nuestros cuerpos viven en una constante represión. En el escenario, los bailarines ejecutan una serie de movimientos que van descifrando su identidad, un proceso que nos involucra a todos, no sólo a los hombres, sino también a las mujeres, al intentar decodificarla para poder navegar por los sistemas de nuestra sociedad”, afirmó el coreógrafo.

Consideró que la obra es como una conversación entre los elementos escenográficos y lumínicos y los personajes que participan, con el fin de desarrollar un ejercicio que explora la proximidad de todos los elementos para dotar a la pieza de un lenguaje particular que aborde la construcción de una nueva masculinidad.

“Cada intérprete es único, por lo que, para conservar el hilo conductor de la historia, el discurso escénico se desarrolla de manera abstracta. Comienza en un espacio que simula el mingitorio de un baño y termina alrededor de una planta. Así, observamos la transición de cada personaje, moviéndose de algo frío y artificial a algo más natural, representado por la planta, que se convierte en una intérprete más. Es una propuesta gestada a partir de una investigación espacial y lumínica que nos permite compartir reflexiones propias”.

“Se trata de una coreografía distinta. El hecho de que tanto las ejecuciones como la música se creen en el momento nos permite ejecutar la coreografía de manera abierta, intensa y con una reflexión sobre las nuevas masculinidades. El propósito es que el escenario sea un espacio transparente en el que podamos imaginar universos donde las relaciones y las diferencias coexistan de una manera más amable”.

Resaltó que la obra habla de la búsqueda de nuevas masculinidades a través de cuatro cuerpos que se encuentran en escena, bailando juntos y sudando juntos, y que demuestran una gran aspiración por existir y nombrarse a sí mismos desde sus deseos. “Es muy importante que la coreografía cuestione los códigos sociales de convivencia entre hombres, pues a menudo son poco afectivos o cercanos. El montaje es una utopía en la que los personajes intentan entender la cercanía entre ellos, que puede generar tensiones en estas interacciones, pero también les permite simplemente dejarse llevar por el movimiento. En última instancia, hay una liberación tanto de sus cuerpos como del movimiento, así como de las estructuras de pensamiento, para quizás encontrar dinámicas sociales de convivencia más amables”.

El montaje se presentará en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario los días 13, 14 y 15 de junio a las 20, 19 y 18 horas, respectivamente.

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