Representaciones del Alzheimer en el cine no buscan realidad

“No existe ningún espejo capaz de transmitir en toda su complejidad ningún aspecto de la vida, ni siquiera el de la pantalla de cine”: Jorge Negrete, colaborador de Radio UNAM

Como toda representación en cine de cualquier evento o suceso de la vida real, éstas deben de ser tomadas con mucha cautela y sin apresurarse a declarar que esa es la ‘realidad’ de una persona”, advierte Jorge Negrete, psicólogo clínico de los Servicios de Salud Pública de Ciudad de México y colaborador de Radio UNAM, al ser cuestionado sobre la forma en que el cine y otros medios audiovisuales han tratado de representar al Alzheimer.

A esto añadió: “Ambas dimensiones, tanto la real como la ficticia, se encuentran atravesadas por una múltiple cantidad de factores que impiden un grado inequívoco y homólogo de veracidad”.

El conductor de Derretinas, espacio especializado en cine de Resistencia Modulada –la barra nocturna de la estación universitaria–, explicó que la mayoría de estas representación buscan capturar el padecimiento en entornos que garantizan el cuidado de los afectados o llevar a las imágenes una “imitación” que permita entender al público cómo se sienten estos, poniendo como ejemplo El Padre (The Father, 2020), de Florian Zeller, en la que Anthony Hopkins interpreta a un hombre que debe enfrentarse a los estragos que deja su dolencia.

Enfoque a la tercera edad

Negrete puntualizó que “aunque el Alzheimer no es una enfermedad exclusiva del paciente geriátrico, su representación mediática si suele estar exclusivamente vinculada a dicha etapa. Quizá la excepción más conocida es la de Siempre Alice (Still Alice, 2014) con Julianne Moore, en la que una madura profesora de literatura padece Alzheimer”.

“Curiosamente los dos ejemplos anteriores obtuvieron el premio Oscar, reafirmando la noción que la representación de una enfermedad (o de una figura pública) son garantes de prestigio y reconocimiento para el actor, pero la cuestión sería si es que hay un impacto genuino en generar conciencia y difusión del padecimiento. El síntoma más ‘aparatoso’ es siempre el olvido, pero la enfermedad implica un deterioro cognitivo y físico que es mucho más amplio que la mera representación”, añadió.

Como público, recalcó el psicólogo clínico, debemos tener cuidado con la tendencia que pone los síntomas más llamativos del paciente como centro de su relato, porque ésta no busca ser totalitaria sino movernos a las emociones.

“Pensar que el Alzheimer es una colección de síntomas que sólo afectan a la gente de la tercera edad y que padecerla es algo remoto cuando todos tenemos familiares o seres queridos que están en ese rango de posibilidad. Y como con cualquier otra ‘representación’, no asumir que ésta es un espejo del mundo. No existe ningún espejo capaz de transmitir en toda su complejidad ningún aspecto de la vida, ni siquiera el de la pantalla de cine, que al menos tiene a veces la ventaja de tener mejor memoria que uno”, sentenció.

¿Las mejores?

El crítico cinematográfico expuso que uno de los mejores ejemplos en pantalla es el de Lejos de ella (Away From Her, 2006), protagonizada por Julie Christie y Gordon Pinsent y dirigida por la también actriz Sarah Polley. “En ella la enfermedad se aborda desde ambas perspectivas y sin tener por delante una necesidad política o social, sino una netamente afectiva y tierna. Pocas películas le dan prioridad a la persona antes que al caso clínico en sí y aunque el Alzheimer es un padecimiento personal, como lo demuestra la película ya mencionada, el olvido duele no solo al que olvida, sino al que es olvidado también”.

Otros ejemplos a destacar, señaló, son el de Iris: recuerdos imborrables (2001) con Judi Dench y Jim Broadbent sobre la escritora Iris Murdoch; ¿Y tú quién eres? (2007), del cineasta español Antonio Mercero –“famoso por el gran cortometraje La Cabina (1973) y que ante el inminente avance del Alzheimer que padecía fue terminada entre amigos del cineasta”–; Nebraska (2013), de Alexander Payne, con Bruce Dern y Will Forte, “en la que el padecimiento toma un lugar secundario a lo que viven los personajes, tal como debería ser en la vida real”.